NOÁIN. Es una obra arquitectónica maltratada por la mano del hombre con la excusa de todo vale en aras del progreso. La historia del acueducto de Noáin (1790) refleja a la perfección esa reflexión indolente que asimila un robusto monumento con un montón de piedras. El primer Monumento Nacional y luego Bien de Interés Cultural estuvo cerca de evaporarse en polvo mucho antes de recibir esos honores, cuando en noviembre de 1931 el Ayuntamiento de Pamplona, su propietario entonces, acordó en sesión plenaria sacar a concurso la adjudicación de su derribo porque amenazaba ruina, no disponía de dinero para las obras de reparación y, por contra, podía conseguir unos ingresos vendiendo la piedra. Hoy, con su recién estrenada iluminación, el legado de Ventura Rodríguez puede presumir de haber vencido en su batalla contra un ingeniero municipal, varios concejales piqueteros y otras agresiones envueltas en la etiqueta del desarrollo, como las vías del tren y la calzada de la autopista, que se llevaron por delante dos de sus 97 arcos originales.

Que el acueducto siga en pie es un milagro aunque parezca que lleva ahí dos mil años (hubo quien adjudicó su autoría a los romanos); y si ha cumplido solo 221, pero combatiendo al progreso insensible y a la ignorancia, podrá celebrar, al menos, otros doscientos más. De los momentos críticos que ha vivido a lo largo de su existencia, el más dramático remite a principios de los años treinta del pasado siglo, cuando culminando un despropósito sin precedentes pudo pasar a las manos de un constructor para que hiciera picadillo sus piedras.

Ochenta años después habrá quien se eche las manos a la cabeza. Pero durante el periodo de tiempo que transcurre de abril de 1930 a diciembre de 1931, la supervivencia del acueducto de Noáin estuvo en manos de unos concejales que no veían más allá de la puerta del Consistorio.

deterioro

Filtraciones y mantenimiento

En la primavera de 1930 cae una de las pilastras próximas al río y arrastra con ella dos arcos. El acueducto emite señales alarmantes de deterioro. En realidad, el desgaste era visible desde el siglo anterior y la ruina progresiva si no se adoptaban medidas.

Con poco más de cien años de vida, en mayo de 1877 la construcción ya estaba muy dañada. Según publicó entonces La Correspondencia de España, "se ha dispuesto que tan pronto como sea posible se proceda a la reparación de los arcos de Noáin, pues, según parece, se encuentra deteriorado aquel magnífico acueducto".

Diez años después, en noviembre de 1887, la Compañía del Ferrocarril del Norte (la misma que derribó una pilastra en 1858) comunica al Ayuntamiento de Pamplona "que el acueducto de Noáin no ofrece garantías de seguridad".

Dando un salto en el tiempo, en mayo de 1918 la prensa local recoge que "la dirección de obras municipales realiza una inspección ocular de todo el trayecto de las aguas de Subiza a Pamplona porque se venía notando que el agua que llegaba era cada vez más oscura". De la exploración concluye que hay "grandes filtraciones y deterioros". Además, detecta "signos de ruina" en algunos de los arcos, que han provocado "filtraciones considerables". Asoman también tuberías destruidas. "Por lo pronto, se propone el arreglo del acueducto de Noáin, que ofrece peligro de desmoronamiento, y la sustitución de tuberías por canales de fácil inspección y limpieza".

Quizá fuera porque la obra no dispuso del mantenimiento necesario, por las filtraciones corrosivas o porque, simplemente, su utilidad quedó anulada al recibir Pamplona el suministro de aguas desde Arteta en 1895, pero el caso es que en abril de 1930 el alcalde de Noáin informa al Ayuntamiento de Pamplona del hundimiento de una de las pilastras, en concreto la más próxima al río Elorz. El diagnóstico concluye que las aguas habían socavado los cimientos y provocado así el derrumbe. La pilastra arrastró a los arcos de derecha e izquierda. El presidente del concejo estimaba que, siendo el Ayuntamiento de Pamplona el propietario, debía afrontar las obras de reparación. Además, el estado de abandono era aprovechado por personas que sustraían materiales del acueducto.

trámites

Informes y concurso

El problema pasa a ser tratado en comisiones y pleno. El ingeniero municipal emite en mayo un informe en el que recoge que el acueducto no ofrece "peligro inminente de ruina" y que el coste de reparación de la pilastra y arcos hundidos puede suponer unas 15.000 pesetas, incluyendo los ajustes que había que realizar en otros arcos; pero subraya también que, "puesto que el acueducto en cuestión no sirve para nada", lo mejor sería derribarlo todo y vender el material. El Pleno aprobó el informe del ingeniero, pero a propuesta del alcalde, Tomás Mata, acordó no proceder al derribo sin averiguar antes si el ayuntamiento tenía algún derecho sobre la traída de las aguas de Subiza.

El asunto languideció durante casi un año. Hasta que en junio de 1931 un informe de Diputación aconseja proceder, a la mayor urgencia, a recuperar los desperfectos del acueducto.

En el pleno municipal de mitades de mes, el alcalde informa de que no hay consignación en el presupuesto para estas obras. El concejal Alfaro, en su turno, cuestiona la utilidad del acueducto y dice que no es necesaria la reparación. José Burgaleta pide desescombrar las partes hundidas. Beriain se une a Alfaro y sentencia que no ve objeto en la reconstrucción. Ricardo Arrivillaga es el más contundente y argumenta que no solo se trata de reconstruir, sino que hay que poner también un guarda que custodie el acueducto. Aboga por el derribo y aprovechar los materiales. Por fin, el pleno acordó "derribar la parte ruinosa del acueducto y que el asunto pase al arquitecto municipal".

El 29 de octubre la prensa daba cuenta del informe de la comisión de fomento municipal que en su tercer punto recogía el escrito elevado para su aprobación con las bases del concurso "para el derribo del acueducto de Noáin". El 4 de noviembre el Ayuntamiento de Pamplona publica un anuncio en el que saca a concurso - "que tendrá lugar en la casa consistorial, a las 12.30 del día 19 del corriente"-, el "derribo y la adquisición de los materiales del acueducto para la conducción de aguas de Subiza a la capital, en término de Noáin". Firma el comunicado el alcalde accidental, Nicasio Garbayo.

reacciones

Valor histórico

El primero en reaccionar ante tanto desatino es el presidente de la Comisión de Monumentos de Navarra, Onofre Larumbe y Pérez de Muniain, quien en carta remitida a la prensa pregunta: "¿Hasta cuándo hemos de permanecer testigos sufridos de la ola de devastación que asuela nuestros bosques y esparce las piedras de nuestros viejos monumentos, relicarios de nuestra historia, señalándolos, ahora uno, mañana otro, con su índice fatídico?". Recuerda Larumbe las "solemnísimas fiestas en su inauguración" y la letra de aquella zarzuela que proclamaba: "Pues en mi tierra hay un puente que por encima pasa el agua y por debajo el vino".

Posteriormente son los miembros de la Junta del Árbol y del Paisaje quienes elevan un escrito al Ayuntamiento solicitando que desista del acuerdo y conserve el acueducto "como recuerdo histórico y como elemento de ornato de dicho paisaje".

El 23 de noviembre de 1931, según consta en acta, la Comisión de Fomento municipal dio lectura a "una proposición presentada por D. José Arrarás para proceder al derribo y desescombro del acueducto de Subiza (sic); se acordó pase a informe del Sr. Arquitecto municipal".

El 7 de diciembre vuelve a reunirse la Comisión de Fomento. El acta de aquella sesión recoge lo siguiente, en referencia al futuro de los arcos: "Se dio cuenta del concurso abierto para el derribo y enajenación de materiales del acueducto de Noáin; de un escrito de Don José Arrarás sometiendo a la consideración del Ayuntamiento una proposición mediante la cual procedería al derribo del acueducto de Noáin, en cuya instancia había emitido el correspondiente informe previo el Sr Arquitecto municipal; y de una comunicación del Sr Director General del ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes, poniendo en conocimiento, a los efectos que determina el artículo 14 del Decreto Ley de 9 de Agosto de 1916 sobre defensa de la riqueza monumental y artística de España, que ha sido incoado expediente para la declaración de Monumento adscrito al tesoro artístico Nacional el acueducto de Noáin. Se acordó quedar enterada y aplazar la resolución de este asunto".

El último Pleno municipal del año debate el informe de la Comisión de Fomento. Arrivillaga estima ahora que el Ayuntamiento puede cooperar con otras entidades (Diputación, Comisión de Monumentos, etc) si se estima que no debe abandonarse esta obra. Erroz, por su parte, pide un informe sobre la cantidad necesaria para acometer las obras.

Fue un milagro que los arcos no se vinieran abajo como las fichas de un dominó por que la administración tardó una década en ponerse manos a la obra. Terminada la Guerra Civil, el Pleno municipal del 25 de mayo de 1939 acuerda ceder el acueducto a la Diputación de manera gratuita para que sea conservado como monumento. Pese a lo expuesto en 1931, Mata dijo en esa fecha posterior que interesa mantener el monumento "como exponente y recuerdo de una época histórica". El 20 de junio de 1939 Diputación acepta la cesión. Y será entre 1941 y 1942 cuando Príncipe de Viana acometa las obras de reparación. A finales del pasado siglo se abordó y concluyó la reconstrucción total de la obra, que ahora brilla a la luz de su recién estrenada iluminación.