Baiona una hermana pequeña a 108 kilómetros
desde hace 50 años da nombre a una de las mayores avenidas de pamplona, ciudad con la que comparte mucho más
Entre las cuatro ciudades hermanadas con Pamplona, Baiona es la más cercana en todos los sentidos. Ambas localidades comparten unas fiestas con muchos puntos en común, un patrimonio amurallado que ahora incluso defienden con la iniciativa compartida Fortius o la cultura vasca como una de sus señas de identidad. Hace más de 53 años que existe un hermanamiento oficial entre ambas ciudades al que hace tres décadas se le quiso dar un impulso con el jumelage popular. Este empujón no terminó de dar los resultados esperados y en pocos años sus impulsores desistieron, aunque aún hoy se mantienen iniciativas para tratar de acortar más si cabe esos escasos 108 kilómetros que separan a ambas ciudades.
Paseando por las calles de esta agradabilísima ciudad de 44.800 habitantes (menos de una cuarta parte que Pamplona), se puede encontrar una avenue de Pampelune en medio de un entorno ajardinado y amurallado que bien recuerda a algunos rincones de la capital navarra. A escasos metros, el estadio Jean Dauger del Aviron Bayonnais -equipo del TOP 14- donde La Única Rugby Taldea ya ha podido hacer sus pinitos y sobre todo aprender muchísimo. "Cuando pasas la frontera te tratan de maravilla, tanto el Aviron como otros equipos, y en un partidillo con ellos aprendes más que en 30 entrenamientos", explica Óscar Zuñiga, presidente de La Única RT, que indica que la peña ya cuenta con un socio baionarra.
el inicio La calle análoga a esta avenue de Pampelune en Iruñea, la avenida de Baiona de San Juan fue inaugurada hace 50 años por el entonces alcalde Miguel Javier Urmeneta y por el primer edil de la época en la capital labortana, Henri Grenet. Lo cierto es que, atendiendo a la importancia de una y otra arteria, la capital navarra fue en su día más generosa con la que ya era su ciudad hermana. Lo fue, sin duda, porque quien firmó aquel hermanamiento al sur del Bidasoa, el alcalde Urmeneta, era un convencido defensor del intercambio entre una y otra ciudad. El jumelage se hizo efectivo un 19 de junio de 1960 por ese impulso decidido del primer edil pamplonés, aunque la dictadura frenó en gran medida aquella relación.
"Cualquier actividad que estrechara lazos entre ciudades vascas de ambos lados era altamente sospechosa", recordaba en una entrevista a este periódico Jean Claude Larronde, historiador y abogado emérito del Colegio de Baiona y miembro de la dirección de Eusko Ikaskuntza. En 1978 la corporación de Baiona se negó a visitar los Sanfermines porque los representantes municipales no habían sido aún nombrados por los ciudadanos.
En 1979 se celebrarían ya las primeras elecciones municipales (las ganó la UCD con menos de mil votos de diferencia sobre HB, pero gobernaría Balduz, del PSOE). El año siguiente sería el del intento por estrechar de manera definitiva la relación entre las dos ciudades. Coté Cabasés, un pamplonés residente entonces en Baiona, y el propio Larronde fueron algunos de los impulsores. Y un encuentro en la sociedad Iparla de la calle Descalzos el 14 de marzo de 1980 servía para escenificar ese intento de impulsar un encuentro real entre las dos ciudades. "El jumelage estaba vacío de contenido, había que activar algo más popular, folclórico y enraizado en la cultura vasca", explicaba Larronde.
A aquella comida asistieron algunas de las personas más activas en la vida cultural de una y otra ciudad, de Jorge Cortés Izal (impulsor de las ikastolas navarras) a Jakes Abeberry (teniente alcalde de Biarritz) pasando por el ex diputado Jesús Bueno Asín o el bertsolari Laka Harignordoquy. Posteriormente tuvo lugar una segunda comida en Lesaka a la que se unieron, entre otros muchos, los representantes en Navarra de Eusko Ikaskuntza, Josu Ardaiz y Eugenio Arraiza.
Este primer impulsó, en el que tuvieron mucho que ver el colectivo Izan y la sociedad Iparla, surtió efecto y se crea en Baiona la sociedad Iruña. Pronto tendría 400 socios con el objetivo de, según decían sus estatutos, "reforzar las relaciones de todo tipo entre las dos ciudades vascas, capitales de Lapurdi y Navarra". Xabier Martínez de Álava fue uno de los activos impulsores de este jumelage popular y recuerda también la relación entre el grupo Gazteak de San Juan con otros colectivos culturales del barrio de las ZUP, el inicio de una especie de jumelages entre barrios de ciudades que se favorecieron en aquellos años. "Se quería favorecer un jumelage entre personas y entidades, y las relaciones llegaron también al ámbito profesional. Se favorecieron contactos entre abogados, entre médicos... Aún se mantiene la prueba ciclista", recuerda.
En octubre de 1980 se celebra la semana de Pamplona en Baiona que llevó a Osasuna a jugar un partido contra una selección de jugadores de Baiona. La capital navarra correspondió al año siguiente con la semana de Baiona en Pamplona, con comidas populares, verbenas en la plaza del Castillo o conferencias. Sin embargo, era evidente que el consistorio pamplonés, entonces con el socialista Julián Balduz como alcalde, no estaba por la labor de colaborar con esta iniciativa. De hecho, el ex alcalde Miguel Javier Urmeneta tuvo que llegar a poner dinero de su bolsillo para paliar la mínima subvención del Ayuntamiento. "Falló la subvención del Ayuntamiento y su ayuda en general. No es que nos dejasen de lado, pero casi. Javier Yaben, uno de los principales impulsares de todo aquello, fue uno de los que más riñó, se enfadó mucho con lo que estaba pasando", recuerda Martínez de Álava.
El pamplonés Coté Cabasés va un paso más allá. "No es que viésemos falta de interés, sino que directamente se boicoteó todo aquello. El gran problema que ha habido es que tanto la derecha navarra como los socialistas vieron como lo peor la connotación vasquista o abertzale que pudiera tener el jumelage. Decidieron bajar el pistón y limitarlo a una comida anual", indica. A partir de 1983 el jumelage popular iría perdiendo fuerza después de que sus impulsores percibiesen el desdén por parte de las autoridades, más las pamplonesas que las vascofrancesas.
la relación hoy El pamplonés Iban Rusiñol, de 37 años, cambió en 1990 el barrio de San Jorge por la tranquila localidad de Hendaia, obligado por el trabajo de su padre. Hoy vive entre Hendaia y Baiona. A su entender, las relaciones entre su ciudad natal y la capital de Lapurdi a día de hoy se limitan prácticamente a los Sanfermines.
"La verdad es que la gente de Baiona conoce Iruñea sobre todo por las fiestas. Es una cita típica y hay tradición de ir, lo mismo que ocurre con los Sanmarciales de Irun. Sin embargo, hay una cierta lejanía psicológica. La gente de aquí va más, por supuesto, a Donostia, que está más cerca, pero también al Ikea de Bilbao. Quizá sea por eso de que antes había que pasar por Belate y se hacía más largo. No tengo muy claro los beneficios práctiso y activos del hermanamiento", explica en un euskera que aprendió en la ikastola municipal de Pamplona, pero en el que se aprecia cierto deje labortano.
La influencia de los Sanfermines en las fiestas de Baiona es, en cualquier caso, innegable. De hecho, la historia oficial cuenta que las fiestas de la localidad nacieron el 13 de julio de 1932 después de que un grupo de amigos, jugadores de rugby del Aviron, fieles a los San Fermines, decidiesen animar el ambiente en su localidad. Nadie en la ciudad del Errobi y el Adur niega que los Sanfermines fuesen el embrión de sus fiestas. Como ocurre en Pamplona, en las fiestas de Baiona no siempre se ha vestido de blanco y rojo. Originalmente el atuendo festivo era azul y blanco, hasta que a finales de los 80 fue calando la vestimenta típica sanferminera. El relato histórico de las fiestas suele citar la actuación de Luis Mariano en 1969, ataviado con un pañuelo rojo al cuello, como precedente de esta costumbre de nuevo cuño. Las peñas son otra de las grandes aportaciones de los Sanfermines. Or Konpon es la más conocida, aunque hay varias decenas, como Itsusiak, Ttipi ttapa, Ardukari o Lagunekin. Bien las conocen en muchas peñas de la capital navarra
Y como ocurre en la capital navarra, la masificación también ha llegado a sus fiestas. "La gente de Francia viene en fiestas como los norteamericanos van a Tijuana, no hay ley y son todavía más salvajes que los Sanfermines. No son nada civilizadas y estar en fin de semana resulta insoportable. Entre semana hay un ambiente mucho más agradable y se ve menos lío y menos peleas. Desde luego, prefiero los Sanfermines, para mí no hay comparación", explica con mucha gracia Iban Rusiñol.
tradicional Las fiestas labortanas mantienen el Día de Pamplona, habitualmente en domingo, aunque el año pasado el alcalde, Jean Grenet, decidió trasladar esta jornada al sábado. Curiosamente, el primer edil de Baiona, de la UMP, gobierna la ciudad desde hace 19 años, tras suceder en el cargo a su padre, Henri Grenet, que estuvo 36 años. Un dato que atestigua ese cariz conservadora que acompaña a Baiona. "Al margen de Baiona Ttipia, que es pequeña, es una ciudad conservadora, sí, como lo es Iparralde en general", explica Rusiñol. Otro aspecto en común con Pamplona, que parece seguir arrastrando ese tópico, a pesar de ser una de las poquísimas capitales de provincia con una mayoría progresista en su Ayuntamiento. "De todas formas, los conservadores de Baiona no lo son tanto como los de Pamplona. Los conservadores de aquí son al fin y al cabo republicanos, tiene valores humanistas entre comillas. Aunque es cierto que en Pamplona algo está cambiando en los últimos años", explica Rusiñol en un bar de la Baiona Ttipia o Petit Bayonne.
Este entorno es lo más parecido a lo que en la capital navarra podría ser el Casco Viejo, salvando las evidentes distancias. En una de las calles del barrio se encuentra la sede del colectivo alternativo Bizi!. Allí, Mattin Ihidope coincide con Rusiñol al dudar de los efectos prácticos del hermanamiento entre las ciudades. En su opinión, son sobre todo peñas y colectivos populares quienes acercan ambas ciudades. Javier Yaben, de la sociedad Iparla, considera que, pese a todo, queda un poso de aquel trabajo que se vio frustrado a comienzos de los 80: "Lo tiraron para abajo, pero tenía una fuerza muy bonita. Hay colectivos profesionales, como el de los médicos que persistieron gracias a gente como Javier Gortari. Aún así, creo que ha quedado una huella y siempre serán ciudades hermanas".
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