pamplona - Al estilo de La Pequeña Italia de Nueva York, pero en una versión más cercana, la comunidad rusohablante de Navarra, que engloba a cerca de 4.000 personas, también tiene su pequeño rincón en Pamplona. Se trata de la Asociación Vostok, que significa Este, y cuyos promotores son Yulia Kovarskaya, Ana Martínez Popova y Alberto Labarga. Desde septiembre, los tres tienen como objetivo compartir el conocimiento de la tradición, costumbre y lengua rusa. Provienen del mundo de la educación y la cultura, y no quieren olvidar sus raíces.
Ana es "una de los hijas de la guerra civil". Creció en Rusia y volvió a Pamplona hace 20 años. Yulia conoció a Alberto hace 17 años en Moscú, mientras él hacía unas prácticas como ingeniero, y tras vivir en Rusia, Inglaterra, Madrid, Donostia y Granada, el matrimonio convive en Pamplona desde hace 13 años. Su experiencia en la ciudad andaluza -donde crearon una asociación para fomentar la cultura rusa- les sirvió para el proyecto que llevan a cabo en Pamplona.
La parte más visible de la asociación son las clases del idioma eslavo que imparten para niños rusohablantes, adoptados y sus padres, parejas mixtas, estudiantes o gente que quiere ampliar sus conocimientos. Pero también han organizado diversas actividades en los centros civivox, como un club de lectura de Chéjov o un ciclo de cine. "Queremos ser un punto de encuentro de la comunidad rusohablante, pero también promover el cine y la literatura rusa fuera de la asociación, ya que es una parte importante de la historia europea", explica Alberto. Según Yulia, las clases (en la calle San Gregorio) se convierten a veces "en una especie de terapia de grupo" por la confianza que se crea al hablar el idioma materno. "El ruso requiere mucho estudio, tiene más excepciones que reglas, pero engancha, no sé por qué pero es lo que veo en los alumnos", señala. La asociación cuenta con el apoyo de Russkiy Mir Foundation, que proporciona materiales y libros para los niños. "Es una fundación similar al Instituto Cervantes", especifica Alberto.
tópicos La extensión de Rusia provoca que los modos de vida sean diferentes en según qué parte del país te encuentres -en la región conviven siete franjas horarias distintas-. Ana es de Moscú, una zona más europea, y Yulia es de Siberia, más cercana a los Urales. Por eso, a la hora de hablar de cultura rusa, intentan explicar esta doble faceta y romper con los tópicos. "No solo comemos vodka y caviar, y somos muy habladores", asegura Yulia.
Un tópico que se cumple, a tenor de lo que afirma Alberto, es la competitividad de los rusos. "En las fiestas son todo concursos. Les gusta dar medallas, diplomas, certificados... Y a Leire -su hija- no le dejan ganar a ningún juego", narra. Yulia asiente y apunta que este rasgo se debe a la importancia que desde la educación se le da al deporte. Ella practicaba el biatlón -esquí y tiro- y como anécdota recuerda cómo sorprendió a los amigos de Alberto cuando logró conseguir un muñeco en el tirapichón a la primera.
política y crisis El conflicto entre Rusia y Ucrania no ha afectado las amistades que Yulia mantiene con la comunidad ucraniana, aunque confiesa que la situación le entristece. "EEUU, la UE, Rusia y Ucrania están jugando una partida de ajedrez por el control del gas, jugando con el territorio como si en ese lugar no viviera gente y como si con cambiarle de color en un mapa fuera suficiente", señala Alberto.
Con respecto a la crisis, Yulia cree que las situaciones difíciles "no sorprenden tanto a la generación de la Unión Soviética". "Estamos acostumbrados a una vida bastante dura", indica. Como ejemplo, recuerda que en esos años, durante el verano la población se duchaba con agua fría porque la calefacción estaba centralizada por barrios y se aprovechaba la estación más calurosa para arreglar o limpiar los conductos de las cañerías, que iban por las calles. "Lo teníamos tan normalizado que no nos parecía un problema", comenta. "Lo tenían todo muy bien pensado porque con el calor de las cañerías, en invierno la nieve se derretía", añade Alberto.
Como opinión personal, cree que la vida cotidiana de las familias rusas ha mejorado en los últimos años. "Con Putin veo cierta estabilidad aunque el coste es muy alto y existe censura y dictadura, pero creo que las familias viven mejor ahora que hace 13 años", expone.
Ahora, desde Pamplona, Yulia lucha por no olvidar sus raíces, y la asociación Vostok es el ejemplo más claro de ello. "Queremos a la cultura nueva que conocemos, pero no olvidamos la nuestra", precisa. Como proyectos de futuro, tienen pensado organizar un curso general de ruso para el sector de la hostelería, ya que "es el tercer idioma que se habla en la costa y podría añadir una ventaja competitiva a los profesionales de hostelería que estén en paro o necesiten un trabajo temporal". Lo harán en abril e invitan a todo interesado a buscar información en su página web: www.escuelarusa.es.