Cuentan las crónicas de la época que aquel sábado 7 de mayo de 1994 salió lluvioso. Cientos de personas habían acudido al Casco Viejo de Pamplona a media tarde para respaldar la manifestación que, en demanda de locales para la juventud, convocaba la Iruñeko Gazte Asamblada (I.G.A). Al final de esta marcha, ya caída la noche, decenas de jóvenes, tras más de un año de demandas valdías, decidieron pasar a la acción directa y fue entonces cuando, a golpe de maza, entraron en el Euskal Jai para ocuparlo. Nacía así el Gaztetxe de Iruña, un espacio referencial para la cultura alternativa no solo en la capital, sino en toda Navarra, que, pese a tres intentos tempranos de desalojo abortados por la osadía de 18 jóvenes que se encaramaron al tejado, perduraría en el imaginario de la ciudad durante una década. El "sueño de este espacio liberado" moriría entre el 16 y el 20 de agosto de 2004 en olor a pólvora (de los proyectiles lanzados por los antidisturbios en las violentas cargas de aquellos días), sudor (el de los jóvenes que intentaron evitar el desalojo volviendo a los tejados del frontón) y gasóleo (el de las dos enormes excavadoras que se encargaron del derribo del edificio).
Protagonistas El Euskal Jai, situado en mitad de la calle San Agustín, fue un frontón histórico, catalogado como edificio modernista, inaugurado en 1909 como la primera cancha oficial de trinquete profesional en el mundo. Sin embargo, en 1994, su estado era lamentable. Tras 68 años de programación casi ininterrumpida, había cerrado, por falta de inversión, en 1977 cayendo, poco a poco, en el estado de ruina absoluta que presentaba aquel 7 de mayo, 17 años después.
Por su parte la Iruñeko Gazte Asamblada se había constituido en 1993 como un colectivo juvenil que pretendía denunciar la falta de atención a la juventud, "sobre todo debido a la inexistencia de locales autogestionados". Durante un año mantuvo sus peticiones por la vía oficial, apoyándolas con charlas, adhesiones (180 colectivos), jornadas festivoreivindicativas y actos de ocupacion simbólica como el que llevaron a cabo durante unas horas en la Casa de la Juventud de Pamplona. Pero aquel 7 de mayo, tras 12 meses de silencio del Ayuntamiento que gobernaba Alfredo Jaime (UPN) decidió pasar a la acción.
referencia El resultado, el gaztetxe, fue un espacio autogestionado, regido en asamblea y volcado en actividades de cultura alternativa. Los primeros años se dedicaron, sobre todo a asentar, limpiar y adecentar el edificio, pero sin olvidar el objetivo de ser espacio de encuentro cultural e intergeneracional. "Es verdad que también había gente marginal, pero eso era el reflejo de lo que había en la calle", recuerda Sergio. Teatro, conciertos, charlas, talleres, ciclos de cine, presentaciones de libros y exposiciones convivían con fiestas alternativas o reuniones lúdicas. Tres de sus actividades referenciales fueron el restaurante vegetariano "donde se comía por 3 euros", la escuela de pelota y el cinefórum de Eguzki.
Con el tiempo y el crecimiento de la presión institucional contra las actividades nacidas del movimiento popular, el Euskal Jai acabó convirtiéndose en el último reducto de esa cultura alternativa. Cuando el equipo de Barcina no daba permisos para un acto de la korrika en Pamplona, fue el gaztetxe el que recibió a cientos de euskaltzales de la Comarca de Pamplona, era abril de 2003. Pero también el histórico frontón fue la sede, desde 2002 a 2004 de las últimas txoznas de los Sanfermines. "Eso es lo que quienes estaban en el poder no aceptaron, por eso acabaron con el Euskal Jai".