Media vida en defensa de los murciélagos
El pamplonés Juan Tomás Alcalde lleva 25 años estudiando a estos mamíferos, explicando sus bondades y mejorando su hábitat en Navarra
pamplona - “Son alta tecnología”, dice Juan Tomás Alcalde, biólogo pamplonés de 52 años que lleva estudiando a los murciélagos la mitad de su vida, concretamente desde que terminó la carrera e hizo la tesis sobre estos mamíferos. “Desde entonces me caen bien y sigo con ellos porque son los buenos de la película, aunque algunos les pongan mal”, cuenta Alcalde. “Drácula ha hecho mucho daño”, confiesa después. En cambio, “Batman nos viene bien”, dice.
“Son unos bichos alucinantes. Hacen muchísimas cosas que no hacen los demás. Para empezar, son los únicos mamíferos que vuelan, y eso ya es raro. También ecolocan, que es chillar para capturar el eco y hacerse una idea del entorno. Ven con las orejas más que con los ojos, algo exclusivo de ellos. En invierno hibernan, en otoño migran... tienen muchas peculiaridades. Y son como los tiburones, animales muy bien diseñados para su función. Por eso han tenido mucho éxito y hay unas 1.300 especies de murciélagos en todo el mundo”, asegura.
De todas esas especies, en Navarra se cuentan hasta 27 y en Pamplona al menos 7. Alcalde se dedica a estudiarlas y a mejorar su hábitat, sobre todo el del nóctulo mediano, un murciélago de unos 40 centímetros de envergadura (el más grande que ronda por la capital) considerado como vulnerable en el catálogo español de especies amenazadas. “Es una especie un poco más delicada”, expone. Por eso, desde el año 2000, con la mediación del Departamento de Medio Ambiente del Gobierno de Navarra y la autorización y ayuda del Ayuntamiento, ha dispuesto 75 cajas nidos en árboles a orillas del Arga.
Solían guarecerse en los árboles de porte grande y con agujeros como plátanos, olmos o castaños de indias. Pero la grafiosis primero, una enfermedad provocada por un hongo que empezó a cepillarse a los olmos en los 90, y las intervenciones humanas después han limitado mucho sus lugares de residencia.
“Antes había zonas descuidadas en lo alrededores del río. Tenían árboles moribundos o viejos perfectos para ellos. Pero se ajardinó todo y se hicieron caminos. Eso está muy bien para la gente, pero de los 56 árboles refugio que tenía controlados en Pamplona se han cortado 46. Prácticamente han desaparecido y hay que suplirlos con cajas. Y no compensan de todo, porque en invierno los árboles son mucho mejores para la hibernación”, explica Alcalde. “Mi impresión es que la población ha bajado, sobre todo porque el número de refugios naturales es cada vez más escaso. Casi quedan exclusivamente en las cajas”, dice en referencia al nóctulo mediano, del que calcula que solo habitan como mucho 100 ejemplares en Pamplona.
Para luchar contra su paulatina desaparición, Alcalde propone varias medidas. “Primero hay que cambiar la mentalidad tan negativa que tenemos de los murciélagos. Hay que difundir que son positivos para nuestros intereses. La leyenda negra que les rodea solo es leyenda. Por ejemplo, existe el mito de que transmiten enfermedades. Realmente solo pueden transmitir la rabia, pero todos los mamíferos pueden hacerlo. Y la proporción de animales rabiosos es de uno por mil. Es una exageración decir que transmiten esa enfermedad. De hecho, los casos típicos de rabia en España suelen protagonizarlos perros y caballos”, dice.
En cuanto a sus bondades, Alcalde lo tiene claro. “Son insectívoros y tienen un papel muy bueno para el sistema. Controlan especies que pueden ser plagas o dañinas para nosotros. Y de noche son los principales predadores de insectos. Los pequeños, cuando están más activos en pleno verano, pueden cazar entre 1.000 y 3.000 mosquitos por noche”, cuenta.
“Por otro lado habría conservar los árboles viejos. En Inglaterra, a pesar de que el nóctulo es relativamente común, tiene buena prensa y los árboles donde habita se declaran reservas naturales y se protegen. Deberíamos seguir este ejemplo porque además aquí el nóctulo es muy raro”, comenta.
Productos como insecticidas, fungicidas y herbicidas también han jugado en su contra. Como en la catedral de Pamplona, donde desapareció una colonia por el tratamiento de la madera. Las carreteras (algunas especies cazan a baja altura y muchos mueren atropellados) o los aerogeneradores merman de igual modo su población, que cuenta con un handicap. “Cada hembra solo tiene una cría al año. Cualquier disminución de sus efectivos por causas artificiales supone una pérdida de ejemplares que es muy difícil de compensar de forma natural”, explica. Y es que, como defiende Alcalde, “tanta tecnología es delicada”.
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