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Matthew Peter Tassio: 25 años de una muerte en directo en el encierro

Parecía que desde los 80 la muerte se había olvidado del encierro. Pero en plena retransmisión televisiva, Castellano le sesgó la aorta a un chaval americano, acrecentando la leyenda negra. El lunes se cumplen 20 años, fue el 13 de julio de 1995 y dio la vuelta al mundo

Matthew Peter Tassio: 25 años de una muerte en directo en el encierro

13 para el muerto 13. La suerte le tenía marcado a Matthew ese día, y a veces, los malos farios, aún cruzando los dedos, se cumplen. Seguro que habíamos tenido cena de San Fermín con los compañeros, la mayoría veinteañeros, de ese recién nacido DIARIO DE NOTICIAS que justo acababa de cumplir su primer año.

Digo seguro, y no me confundo nada, porque por aquel entonces teníamos cena todos los días. Eso quizá tenga mucho que ver con que los recuerdos de aquel 13 de julio de 1995 se me escurran en la memoria y con que en 25 años se hayan quedado muy pocos. Trago saliva, y la sensación que me viene es que me impresionó muchísimo. Porque fue, en el sentido literal, la muerte en directo.

A pesar de que he escrito, y sigo haciéndolo, miles de líneas sobre el Encierro de Pamplona y me aficioné durante años a su historia y a destripar el anecdotario más desconocido de este acto sanferminero en el que, sí o sí, siempre se escuchan gritos de fondo a su paso, aunque sea una carrera limpia, por aquel entonces solo había leído muerte y encierro en la misma frase en los libros de Luis del Campo. Y aquellos eran muertos en blanco y negro, apenas estadísticas, que se remontaban, la última, a 1980, cuando no había televisión en directo. Pero aquel muerto era en color y la sangre se veía demasiado nítida, demasiado roja.

Bien es cierto que se omitieron las fotografías de Matthew Peter Tassio tumbado en la camilla con el torso lleno de sangre, pero hoy, cuando me meto en el archivo, siguen ahí. La mirada perdida, brillante todavía, del chaval al que se le estaba yendo la vida.

La noticia nos dio de bruces con una realidad: en el Encierro de Pamplona (entonces aún era el siglo XX) se podía morir, y hacerlo además delante de millones de espectadores. Porque la del joven de Illinois fue la primera cornada mortal retransmitida en directo por las cámaras de TVE, desde que en 1981 comenzaron las emisiones por televisión de la carrera pamplonesa.

Hasta entonces no se había visto en directo un lado tan oscuro del Encierro. Pero ese año más de una docena de cámaras de televisión (hoy ya superan el doble) estaban para contarlo. Y eso convulsionó, como a mí, a la ciudadanía pamplonesa, en pleno bullicio festivo. La comedia y la tragedia se daban la mano y vestían Iruña de luto.

Antes ya había pasado un encuentro así en los Sanfermines del 78, y aún después vendrían otros: el trágico traumatismo de Fermín Etxebe (moriría meses después) en un encierro de 2003, el asesinato de Nagore Laffage en 2008, la muerte de otro corredor, Daniel Gimeno, en el cuarto encierro de 2009, o el caso de La Manada. Todos en Pamplona y en plenas fiestas.

Una ha vivido en esta casa noticias de calado diverso, algunos despliegues impresionantes como el descarrilamiento de Uharte Arakil (entonces me destinaron al hall del Hospital de Navarra y aún recuerdo los gritos de dolor cuando las familias escuchaban el nombre en la lista de fallecidos), el 11-M, el asesinato del concejal Caballero...

Pero la muerte del chaval americano tuvo lo suyo. "Me parece que he pillado un revolcón". Algo parecido dijo el fotógrafo Emilio Zazu de la imagen de aquella portada (la que acompaña estas líneas), que captó desde un balcón de la plaza Consistorial y luego dio la vuelta al mundo. No mostraba sangre, pero contaba demasiado.

Muerte en Sanfermines fue, en 1996, premio Ortega y Gasset de Periodismo. Aquel revolcón era, ni más ni menos, que aquel momento en que la muerte se cruzó en la aorta de Matthew, para dejarlo tirado en los adoquines y llevárselo a las 8.50, mientras sus amigos le esperaban en la estación de autobuses para regresar a Barcelona.

La portada que ilustra estas líneas ha sido, según recuerdo, la más impactante de la historia del periódico. Que su protagonista fuera un chaval americano, que recaló en Sanfermines en un viaje por Europa, al estilo Fiesta, acrecentó la leyenda y acabó dando la vuelta al mundo.

Y eso que hablando de americanos, entre las imágenes más escalofriantes del imaginario sanferminero están aquellas de 1984 y protagonizadas por el militar Stephen Townsend a merced de Rehilera, un toro de Osborne que se cebó con él partiéndole hasta la femoral. Él sí pudo contarlo.

Un compañero de carrera le metió el puño en la herida para frenar la hemorragia. De la muerte de Tassio, este periódico dio al día siguiente hasta quince páginas (en los sucesivos vendrían otras tantas), y entre los reportajes, amén de estadísticas de muertos anteriores que hubo que recordar, se contactó con cirujanos, habituales corredores, se analizó si había muerto por su inexperiencia, por qué se levantó en vez de quedarse en el suelo...

Todo era poco para explicar lo que, en pleno siglo XXI, parecía que no tenía explicación. Me recuerdo en la plaza del Castillo, de terraza en terraza, entrevistando a guiris habituales de la fiesta, algunos corredores expertísimos como Joe Distler, para buscar otro punto de vista diferente de la tragedia, el de los que hablaban la misma lengua que el chaval de Illinois.

Leo aquel artículo y hoy, como entonces hace 25 años, me llama la atención una frase que me dijo Distler: "A los que vienen no les interesa conocer la carrera, sino salir en televisión como héroes de su país". Pero a mí me da que no era el caso de Tassio.