Iruña tiene muchos lenguajes pero conserva uno que no necesita palabras. Y una parte de él está escrita en sus piedras. En sus murallas. Se desprende de sus pulmones verdes y se va colando entre los tejadillos del Casco Viejo cuando suenan, a lo lejos, los txistus y los tamboriles. Tiene su eco en las esquinas de las casas y se hace fuerte poco a poco con mantos de blanco y rojo, pisadas de esparto y roscas de cascabel. Y es que hace siglos que la dantza es seña de identidad, dueña de una manera de hablar y expresar, de sentir, que en Pamplona se manifiesta con bailes propios: los de Duguna.  

El grupo de dantzas del Ayuntamiento, a punto de cumplir su 75 aniversario, ha conseguido consolidarse como una alternativa cultural que se ha ido haciendo a sí misma desde su primera salida en el San Saturnino de 1949. Porque pasó de recuperar dantzas de distintos puntos de la geografía navarra -superando sus mugas- a crear su propio repertorio: del Ttun-ttun de Pamplona a la Ezpatadantza de San Fermín de Aldapa, las Soka dantzas el día de San Blas, San Juan y el Privilegio de la Unión hasta las dantzas de trokeo que han regresado por San Fermín. Un catálogo que forma parte ya de la identidad de Iruñea, ciudad que los ha visto crecer y que va siempre con ellos, en cada viaje y en cada festividad, a través de sus bailes. 

Grupo de danzas Duguna Dantza Taldea Oskar Montero

La creación de esas dantzas únicas y nuestras es precisamente uno de sus grandes hitos, pero consiguieron también abolir viejas costumbres y poner juntos a bailar a hombres y a mujeres. “Hace ya más de una década que emprendimos esa transformación para ensayar sin distinción de género: bailar juntos y bailar lo mismo. Los primeros txikis que vivieron ese cambio son los que pasaron al grupo de adultos en 2020, y ahora bailan con nosotros. Han hecho todo el proceso desde pequeños juntos y para ellos ya es algo natural”, cuentan Aritz Ibañez y Hasier Moreno, dantzaris y profesores. El grupo de adultos está formado por unos 45 dantzaris, y el de txikis por unos 80.

Cambio pedagógico

También han ‘revolucionado’ la forma de enseñar. “Lo clásico era el irakasle colocado delante, los alumnos detrás, y copiar los pasos. Pero hemos trasladado ese eje y ahora el protagonista es el alumnado. Nosotros les damos una serie de recursos, de herramientas, y ellos son los que descubren cómo es esa dantza. A veces aprenden cosas y no les ven sentido, al principio, pero cuando las unen se dan cuenta de que es, por ejemplo, el Zortziko de Lantz. En vez de aprender por aprender aprenden lo que hay detrás de cada dantza, y salir a la plaza a mostrarlo, cuando lo entiendes, es diferente”, valora Itxaso Martínez, miembro de Duguna.

Explican los profesores que en pedagogía “se ha ganado mucho”, han realizado cursillos y formación y aseguran que “lo que antes se aprendía en dos meses ahora lo aprenden en una semana. Eso les da mayor facilidad y es un lujo, se sienten bien al ver que lo hacen rápido y enseguida están listos para poder bailar”. Antes, dicen, el repertorio era más limitado. “Ahora con nuevos recursos y la capacidad que tienen incluso nos quedamos cortos con la planificación, y hay que incorporar nuevos bailes. Se nota incluso cuando pasan al handi (al grupo de adultos): antes pasaban un año ensayando sin salir a bailar, era un periodo de transición, y ahora los 20 que han pasado ya han bailado en días importantes, en San Fermín, y lo harán en San Fermín txiki”. 

Grupo de danzas Duguna Dantza Taldea Oskar Montero

Y es la posibilidad de sentirse realizados, el orgullo de bailar no sólo en fechas señaladas –un 7 de julio en el Ayuntamiento– sino también en enclaves especiales como el Victoria Eugenia de Donosti, el Arriaga de Bilbo o la Gare du midi en Biarritz. “Tienen proyección, muchas posibilidades distintas de bailar: en fiestas de Urepel delante de 30 personas o en el aniversario de la comparsa, aquí, frente a miles de espectadores”.

Reconocen que en las dantzas, como actividad extraescolar, hay quien se apunta porque quieren sus padres y quien lo hace porque le gusta bailar. “Aquí a todos nos encanta y eso hace que el proceso educativo sea el triple de rápido. Es una gozada: los pequeños ven a los mayores y se sienten reflejados, es a lo que quieren llegar. Y para nosotros es bonito porque vives todas las etapas, les ves crecer. Como profesor cierras el círculo, ves cómo van pasando generaciones a las que has enseñado tú y después bailas con ellos. Somos como una familia”. 

Quizá por eso es un grupo tan concurrido, y tan fiel. “Estamos más de 30 en cada ensayo, la gente se implica mucho y prácticamente todos seguimos en activo”, valoran. Puede que haya sido la clave para no perder con el covid, porque en pandemia, dicen, han conseguido hacerse más fuertes. “Tomamos la arriesgada decisión de seguir adelante. En los momentos del confinamiento más duro lo hicimos desde la sociedad con webcam, y se conectaban desde sus casas. Cuando se abrió un poco la veda volvimos a ensayar en la calle, con mascarilla, con distancia… Las condiciones no eran las mejores pero no lo cambiamos por nada: el reto era mantener el grupo vivo y con actividad, y así seguimos”. 

Ensayan –dos días, dos horas a la semana– desde hace años en Arrosadia, en una sala polivalente preparada para la danza. Con más de 100 metros cuadrados y suelo de linóleo, espejos, espalderas... “Adecuada para la actividad”, asumen, mientras recuerdan sus inicios en el parque de bomberos, los aparcamientos de la Policía Municipal o los pasillos de las escuelas de San Francisco.

Una escuela de dantza

Viven ahora un buen momento, tanto que están pensando en formar una escuela, proyecto que tienen en mente desde hace tiempo. “El objetivo es que Duguna se convierta en algo oficial, en una escuela de dantza del Ayuntamiento de Pamplona, como podría ser la de música. Con unos criterios, objetivos, métodos, un servicio municipal con convocatoria de matrículas. Es un reto que nos marcamos hace años y por eso seguimos formándonos, definiendo las dantzas, pasos, ritmos y recursos que se tienen que enseñar en cada ciclo. Tenemos redactado un proyecto educativo, hay mucho trabajo detrás pero es ilusionante”, valoran. La meta, de momento, es celebrar el 75 aniversario dentro de un par de años. “Y cumplir otros 75, que no es poco”.