Hosteleros y comerciantes del Casco Viejo de Pamplona han apagado este miércoles las luces de sus establecimientos y vela en mano han escenificado el elevado precio de la energía.

La luz y el gas ya son más caros que el alquiler. En el último año, las facturas se han duplicado e incluso triplicado. Esta situación es muy difícil de alertar”, alertó Juan Carlos Oroz, portavoz de ANAPEH. 

La mayoría de hosteleros de Estafeta han secundado el apagón y vela en mano han denunciado el elevado precio de la energía.

Juan Carlos Oroz, dueño de la sidrería Chez Belagua, aseguró que pagaban entre 160 y 170 euros al día. “A pesar de tener un contrato de hace bastantes meses, estamos pagando el doble que el año pasado. Probablemente, si lo hubiéramos negociado hace uno o dos meses, estaríamos pagando el triple, como les pasa a otros compañeros”, explicó Oroz. 

El dueño del Belagua señaló que la energía era un gasto fijo en sus negocios muy difícil de reducir: “Es muy complicado ahorrar. No puedo apagar las cámaras frigoríficas, los congeladores, los botelleros, las cafeteras… Tienen que estar encendidas las 24 horas y los 365 días del año. Si no, el género se estropearía”.

Oroz indicó que la luz y la climatización eran los únicos ámbitos en los que podían rebajar un poco el precio de la factura: “Tenemos bombillas de bajo consumo y el aire acondicionado y la calefacción los intentamos reducir al máximo. No podemos hacer mucho más de lo que hacemos”. 

El portavoz de ANAPEH también anunció que la bajada del I.V.A. de la luz del 21% al 5% y la denominada excepción ibérica –la limitación del precio del gas natural empleado en la producción de electricidad– no estaba aliviando sus bolsillos. “Casi no se nota. Por desgracia, las instituciones locales y autonónomicas poco más pueden hacer. Quizá podrían ayudarnos en la compra de equipos de frío y climatización más eficientes y así pagaríamos menos por la energía. Nosotros, después de lo sufrido en la pandemia, no tenemos ni un céntimo para invertir”, subrayó. 

Alicia Colomo, trabajadora del bar Txirrintxa, señaló que en el último mes la factura había ascendido a 12.000 euros, cuando el año pasado por las mismas fechas “rondaba los 6.000 o menos. Estamos pagando más del doble”, criticó.

Como el resto del sector hostelero, Alicia incidió en que eran gastos “imprescindibles” para poder trabajar: “No podemos tener el bar a oscuras porque no entraría ningún cliente y las máquinas –cámaras frigoríficas, cámaras de bebidas, congelador, lavavajillas o cafeteras– tienen que estar funcionando continuamente. Además, no puedo reducir su consumo porque el producto se estropearía”. 

La empleada del Txirrintxa instó a las instituciones a que dieran una solución “a este problema que nos está hundiendo a todos. Las ayudas no sirven porque, como ha pasado con la gasolina, los precios siguen subiendo y no lo notas en el bolsillo. Es que encima no hay dinero para todos. Tienen que parar la guerra en Ucrania”, reclamó Alicia. 

Otros sectores

El pequeño comercio, que tanto ha sufrido durante la pandemia, también salió con velas a protestar. “En verano, hemos enchufado el aire acondicionado cuando el cliente ya casi se estaba quejando. Y en el invierno sucederá lo mismo. Cuando estemos muertas de frío, nos pondremos más ropa o encenderemos la calefacción. Además, en estos locales del Casco Viejo el frío se queda metido y hay que darle a tope para calentar”, adelantó Beatriz López, empleada de la tienda de regalos Olentzero. 

En su caso, la factura es un 20% más cara que en las mismas fechas del año pasado y han cambiado las luces del escaparate y del interior del local. “Hemos puesto bombillas LED de bajo consumo, pero la factura nos está saliendo igual de cara, no hemos notado un ahorro. Pero, si no, hubiera sido peor. No quiero ni pensar cuánto estaríamos pagando con las bombillas anteriores”, reflexionó Beatriz.

“La cámara frigorífica está a un grado las 24 horas de los 365 días del año. El mostrador también está a la misma temperatura y consume desde las ocho y media de la mañana que levantamos la persiana hasta las nueve de la noche que cerramos. Es un consumo enorme que se suma a la luz, la calefacción, aire acondicionado, máquinas fileteadoras, envasadoras... Además, el precio de la factura casi se ha triplicado, estoy pagando un 250% más”, denunció Daniel Beré, de la Carnicería Azcona, en la calle Santo Domingo. 

Yolanda López, dueña de la tienda de caramelos y dulces artesanos Garrate, está pagando una factura “el doble” de cara que el año pasado. “En verano, el interior debía estar fresquito porque si no los productos se derriten y se estropean. El aire acondicionado es muy necesario para mi negocio”, explicó. Por la misma razón, en invierno no debe encender mucho la calefacción. “Prácticamente no la pongo, excepto algún día que hace muchísimo frío”, comentó.