El Memorial de los Centros de Detención de Pamplona va tomando forma en la calle Aralar, en un jardín frente al patio de Caballos de la Plaza de Toros. Un conjunto escultórico de 62 bloques de piedra maciza –uno por cada fosa prospectada en Navarra– impulsado por la Dirección General de Paz, Convivencia y Derechos Humanos a través del Instituto Navarro de la Memoria.

Un informe del Fondo Documental de la Memoria Histórica de Navarra identifica 17 espacios de cautiverio en Pamplona tras el golpe militar. Solo en 1939 hubo cerca de 12.000 personas en cautividad, cuando la población era de unos 50.000 habitantes. La gran dimensión de esta modalidad represiva y los múltiples espacios en que se desarrolló motivaron que el Instituto Navarro de la Memoria propusiera este Memorial de los Centros de Detención. Convocó un concurso entre jóvenes artistas y se eligió la propuesta Hipogeo, del escultor Alberto Odériz.

LA UBICACIÓN

El Memorial se levanta en un espacio cedido por el Ayuntamiento de Pamplona, próximo a cinco emblemáticos centros de cautiverio: los centros provisionales de detención de la Junta Carlista de Guerra en el colegio de los Escolapios y de Falange en el de Salesianos; los campos de concentración de la Plaza de Toros y del Convento de la Merced; y el depósito municipal o Perrera. Desde el lugar se divisa, también, el penal del Fuerte de San Cristóbal. En su construcción se incorpora tierra de las fosas donde fueron asesinados muchos presos que pasaron por estos centros de detención.

“La escultura se llama Hipogeo porque es un monumento funerario que sucede hacia abajo y busca pasar de la barbarie de la fosa común a la humanidad de la tumba, porque el tamaño y la forma de cada pieza es la del cuerpo humano yacente”, explicó el autor, Alberto Odériz, a este periódico. “Es una propuesta de enterramiento para todos aquellos que no lo tuvieron, a través de señalar un lugar de memoria y un ritual de despedida”. Odériz añadió que el proyecto “debe vivir y responder también al presente”. Su idea es que sirva de encuentro. “Apenas se separa unos 40 centímetros del suelo, lo justo para sentarse en él. Debido al tamaño antropomorfo de las piedras la misma forma que produce un cuerpo tumbado sirve también como asiento. Todas juntas, con la ayuda de la leve inclinación del terreno, forman una pequeña ágora”.