Han pasado ya más de cuatro meses desde que una inundación causara graves daños en la casa donde reside de alquiler Purificación Gil, de 90 años, en el primer piso del número 6 de la calle Conde Oliveto. Más de cuatro meses en los que ha tenido que marcharse a vivir a una residencia familiar en Obanos, sin recibir una solución para los daños en prácticamente todos los techos de la vivienda por parte de las entidades aseguradoras implicadas, ni una solución habitacional por parte del Ayuntamiento

El pasado 18 de julio los trabajadores y trabajadoras de Geltoki, situado en la planta baja de la estación, percibieron una inundación proveniente de plantas superiores y dieron aviso. El origen estaba en una fuga en la tubería general en el cuarto (y último) piso del edificio. “Fue en el 4º izquierda y mi madre vive en el 1º izquierda, pero el segundo y tercer piso están vacíos, no vive nadie”, expresa Joaquín Corcuera, hijo de Purificación. 

Objetos familiares protegidos ante las obras. Iban Aguinaga

Aquí comenzó para Purificación, Joaquín y el resto de familia, un camino de instancias y llamadas al ayuntamiento en busca de una solución. “El día de después de la inundación, mientras repasaba daños y sacaba fotos, apareción un funcionario del servicios de Patrimonio (entidad gestora de los pisos) del Ayuntamiento que me pidió pasar para hacer fotos y le dejé pasar”. A partir de ese momento, Corcuera define el trato con el ayuntamiento como “teníamos la sensación de pegarnos una y otra vez contra un muro”. En las primeras semanas, tanto él como su madre, han llamaron en numerables ocasiones a las oficinas municipales como a todos los seguros implicados. “Los seguros no se ponían de acuerdo. El del Ayuntamiento nos dijo que solo se hacía cargo del continente y que debíamos acudir al nuestro para el contenido”, afirma Corcuera. La coordinación de las coberturas de las pólizas sigue a día de hoy sin terminar de completar la incidencia. “Un perito me dijo que tendríamos una videollamada para evaluar los daños, que según él tenía validez, pero nunca me llamó. Además, un pintor vino y se equivocó en el presupuesto porque solo calculó para dos habitaciones y no para toda la casa como hacía falta”, resume el lío. 

Informe

16 actuaciones

El 20 de julio Corcuera comenzó a mandar instancias al Ayuntamiento de Pamplona. En este tiempo ha acumulado cinco, algunas pidiendo respuesta a comunicaciones anteriores no contestadas.

El 29 de octubre envió un correo electrónico a todos los concejales de todos los grupos. “Solo me respondieron dos concejales: uno de EH Bildu y otro de Geroa Bai”, sintetiza Corcuera. La edil Maider Beloki (EH Bildu) llevó a comisión la demanda. El Servicio de Patrimonio del Ayuntamiento, dependiente de la concejalía de Servicios Generales, realizó un informe que recoge actuaciones hasta en 16 fechas diferentes desde el mes de julio. Según este informe, los trabajos de albañilería finalizaron el 17 de octubre y ahora restan los de pintura (en curso). 

Enseres familiares, amontonados y cubiertos para protegerlos de los trabajos de pintura. Iban Aguinaga

En esa tesitura, en una instancia presentada el 28 de septiembre, Corcuera pidió formalmente al ayuntamiento una alternativa habitacional que no ha llegado. “Mi madre ha podido estar estos meses en una casa familiar pero quería estar en Pamplona para seguir las reparaciones y acudir a sus consultas médicas. Ahora se ha visto obligada a alquilarse otro piso”, cuenta Corcuera admitiendo que desconocen si alguno de los seguros se hará cargo de este gasto que le genera esta situación.

Una vida que perdura

La antigua estación

En las últimas décadas, el edificio construido en 1934 para albergar las residencias de funcionarios municipales, ha visto como sus inquilinos se marchaban lentamente. La familia Corcuera llegó a esta zona de la ciudad entre finales de los años 30 o principios de los 40. Primero, a un edificio idéntico que se situaba en frente, en el número 11 (en la parcela que hoy ocupan las oficinas de la Seguridad Social y Osasunbidea). 

“El piso se lo concedieron a mi abuelo y luego se quedó viviendo mi padre. Mi madre vino en torno al año 57”, expresa Corcuera. Poco a poco, los Corcuera Gil vieron vaciarse las casas. “Hubo un momento en los 90, cuando era alcalde Alfredo Jaime, en el que el Ayuntamiento quiso dar a los vecinos unos pisos lejos del centro. Los vecinos se opusieron y ganaron poder quedarse aquí”, sintetiza. Corcuera completa que la mayoría de las personas que abandona esta manzana lo hace por razones de edad. “Ninguno de estos pisos tiene ascensor, aunque se les podría instalar, pero la gente necesita cuidados o atención médica y se marcha”, expresa. 

En las zonas comunes quedan huellas de la humedad. Iban Aguinaga

Sobre el edificio de la antigua estación el Ayuntamiento ha hecho planear muchas ideas. La última, en 2019, cuando el alcalde Maya pensó que era una buena ubicación para una “bolera o una pista de esquí cubierta”. Corcuera lamenta que no se vea el potencial que tiene el inmueble. “Es una pena porque hay 36 viviendas vacías que podrían ser para jóvenes o para acogida”, sostiene, y avisa que, muchas de las que están arrendadas “aún se pueden subrogar”.  

El post-it

  • 66 viviendas. El edificio de la antigua estación de autobuses alberga 66 viviendas, repartidas en diez portales. De ellas en la actualidad quedan 20 arrendadas, mientras que 8 son empleadas para acoger servicios municipales (Comisión de Personal o acción social), una vivienda está arrendada a la Oficina de Vivienda y otra más cedida a la Unión de Radioaficionados. El resto (36)están vacías. 
  • Alquiler subrogable. Por normativa (Ley de Arrendamientos Urbanos de 1994) se permite la sobrogación de los contratos, por ejemplo, a favor de los cónyuges de los arrendatarios o de los hijos convivientes al menos dos años antes del fallecimientos. También se regula la extinción de los acuerdos, a causa del fallecimiento del subrogado (salvo en casos de personas con discapacidad).