Pescadería Cipriano sigue navegando en un “océano de bares y nuevas tascas de diseño”. Y no es cosa baladí. Porque en plena calle San Nicolás, el negocio es “un reducto único, de los pocos que quedan resistentes contra la colonización tabernaria de la calle, un establecimiento que está jugando una partida a muerte contra ese tiempo que se excava entre las ruinas de su fortaleza”. Paco Roda se queda absorto ante su escaparate, un auténtico “acuario donde vuelan sueltos casi todos los peces del mundo”. Y es que en la calle San Nicolás habrá más de una veintena de bares en apenas 190 metros, cuando antes estaba llena de negocios de guarnicioneros, un tostadero de café, una botería y una armería, relojerías, zapaterías... Por eso, haber sobrevivido como lo ha hecho Cipriano es una auténtica hazaña. 

Cuenta Roda que Cipriano López “vino de Madrid en los años 30, junto a su hermano Fernando, a conquistar Pamplona a golpe de besugo y chicharro”. El negocio lo continuarían después su hijo “Francisco López Chica, y ahora su nieto Fernando López, quien lo regenta desde 2008”. Y, además, dos mujeres detrás del mostrador, que manejan el cuchillo y las tijeras como nadie. “Miren y Mari Carmen. Entre las dos animan una tienda que se llena de vecinas y vecinos fieles”, descubre el autor, quien reconoce quedarse “embobado viendo la disección del lucio de mar, como se llama también a la merluza. Me entregó envuelta una obra de arte que además remató ofreciéndome la receta estilo Orio”. 

Es lo que tiene un comercio de toda la vida con pescateras de toda la vida: que el trabajo acaba convirtiéndose en un deleite para el cliente.