“Fue una prueba de fuego. Nos metimos en la boca del lobo”. “Nos lanzamos a la piscina y creíamos que no iba a haber ni una gota de agua”. “Misión imposible. Misión imposible. Es lo primero que se nos vino por la cabeza”.

Durante el último año, los alumnos –Aleli Ramírez, Silvia Lacasa, Sofía Garrués, Asier Perales, Javier Carabias e Iker Goñi– de Carpintería y Mueble del Centro Integrado FP Donibane han construido una barca para pescar angulas en las rías.

“Era un salto cualitativo muy grande porque hay un abismo de la carpintería de muebles a la de ribera. Pero lo han conseguido”, se enorgullece Aingeru Zabaleta, profesor de Donibane.

El 24 de marzo, botarán en el Arga la embarcación de 5,50 metros de eslora (largo), 1,60 metros de manga (ancho) y 70 centímetros de calado (altura). 

Desde 2018, el centro colabora con Albaola Itsas Kultur Faktoria, un museo-astillero de Pasaia que revitaliza el patrimonio marítimo de Euskal Herria. “Fabrican tradicionalmente embarcaciones de madera y se nos ocurrió construir un barco angulero con los alumnos de superior”, recuerda Fernando Ziganda, profesor de Donibane. 

A los trabajadores de Albaola les pareció buena idea, pero advirtieron a Aingeru y Fernando que construir un barco no era hacer un mueble. “Nos hemos acordado muchas veces de esta frase. Durante el proceso, nos surgieron muchas dudas que nos pedían parar un rato y mirar diferentes soluciones. El trabajo ha tenido su miga”, reconoce Aingeru. 

En febrero de 2022, los alumnos se pusieron manos a la obra. En primer lugar, realizaron cuatro moldes de madera que dieron forma a la embarcación en unos “puntos muy estratégicos”.

A continuación, recubrieron el exterior y realizaron el costillar y la costura del entablado, claves para sujetar el barco angulero. “Estamos acostumbrados a trabajar de la estructura interna hacia fuera. En este caso, ha sido del envoltorio hacia dentro”, explica Fernando.

Con el casco listo, los trabajadores del astillero Albaola vinieron a Pamplona y enseñaron a los alumnos a calafatear la embarcación.

“Las tablas de madera están juntas, pero se deja un hueco pequeño para introducir entre medio una combinación de estopa de cáñamo embebida en brea para evitar la entrada de agua. El cáñamo y la madera, en contacto con el agua , se hinchan, aumenta la presión y se genera una barrera que impide que el agua entre. El calafateado es imprescindible para que la embarcación no se hunda”, apunta Fernando. 

Después, los alumnos probaron si habían calafateado bien la embarcación. “El interior de la barca estuvo llena de agua durante una semana y recalafateamos de nuevo en los puntos donde había filtraciones”, afirma Aingeru. 

El 24, en el Arga

En la misma visita, los trabajadores del astillero preguntaron a los profesores si iban a navegar a vela por el Arga y les recomendaron fabricar un mástil, unas vergas –las perchas perpendiculares a los mástiles– y una vela. “Nos dijeron que era mucho mejor. Como en los planos la tosta aparecía con el agujero del mástil, nos pusimos a ello”, señalan. 

Los alumnos también construyeron los remos y Fernando talló el escudo de Navarra. “Le dimos un toque. Quería reivindicar nuestras raíces. Siempre hemos tenido mar y en nuestro ideario seguimos teniendo mar”, defiende.

Después de un año de duro trabajo, los alumnos terminaron el barco angulero hace una semana. “Cuando lo acabamos dijimos, ‘ostia, por fin’. Da gusto ver el resultado”. “Construir un mueble es más fácil y da menos dolor de cabeza. Pero da más satisfacción personal fabricar un barco”.

“Veo la barca y te acuerdas de cuando nos dieron los planos y pensamos ‘¿con esto tenemos que construir una embarcación, con estos cuatro moldes de maderas?’. Ha sido un proceso enriquecedor”, confiesan. 

El curro tiene su recompensa. El 24 de marzo, botarán el barco en el Arga y navegarán, acompañados por un patrón de Pasaia, desde la presa de San Jorge hasta el puente de Cuatrovientos.

El evento ha generado tanta expectación en el centro que los alumnos están haciendo apuestas de si el barco flotará o no, aunque no desvelan las cuotas. “Más vale que flote porque si no vamos a terminar chirriados”, bromean. 

¿Y cuál es el futuro de la embarcación? A los alumnos les gustaría que se expusiera en el museo de Pasaia o incluso que arrantzales pescaran angulas en la ría. “Queremos que acabe donde todo empezó, en el mar”, apuntan.

¿Y el futuro de los alumnos? Ebanistería artística, carpintería, estudiar una carrera en la universidad e incluso dedicarse a construir barcos. 

Los profesores seguirán ingeniando nuevos retos. “El barco ha motivado a los alumnos porque han construido algo que nunca pensaban que iban a construir. El programa educativo está tan marcado que, cuando planteas novedades, ilusiona. Como profesores, intentamos no ponerles límites y fomentamos sus curiosidades”, defiende Félix, que también ha aprendido con esta experiencia. “Nos hemos metido en algo nuevo y hemos conocido caminos enriquecedores para formar y enseñar a los alumnos”, subraya.