Orígenes familiares
Aunque el título del presente artículo vaya encabezado tan solo por el nombre de Vicente, nos proponemos abordar las biografías de los tres hermanos González Bassecourt porque, con pequeños pero muy significativos matices, llevaron trayectorias hasta cierto punto paralelas, y porque creemos que los tres merecen una reseña aquí, por breve que sea. Los orígenes de la familia González-Bassecourt no están relacionados con Pamplona. El padre, Juan María González Valor, había nacido en Palermo (Sicilia), y era mariscal de campo del ejército y gobernador de la plaza de Pamplona, mientras que la madre, María Catalina Bassecourt y Thieulaine, había nacido en Grigny (Francia), y fue ayudante de cámara de la reina Isabel de Farnesio, esposa de Felipe V. El matrimonio tuvo 8 hijos, cuatro hombres y cuatro mujeres, bautizados todos ellos en la parroquia de San Cernin, y como muestra de su vinculación a la ciudad donde residían, los 8 recibieron el nombre de Fermín o Fermina. Como suele ocurrir en la mayoría de las ocasiones, la trayectoria vital de las cuatro hermanas se perdió en las brumas de la Historia, pero sí sabemos que los cuatro varones se enrolaron en la milicia, con mayor o menor fortuna.
Miguel Fermín
(1719-1792)
Si fue el segundo de los hermanos González Bassecourt quien más fama y honores logró en su tiempo, es en cambio el primogénito el más conocido en la actualidad, y el único sobre el que se ha escrito una obra específica. Claro que ello no se debe tanto a sus hechos militares, ya de por sí importantes, sino a su posterior actividad como religioso. Y es que, cuando Miguel contaba con 32 años y siendo ya coronel del ejército español, profesó los hábitos de sacerdote capuchino y se hizo misionero, adoptando el nombre de Miguel de Pamplona. Fue por ello que hace ya años, en 1972, otro capuchino y misionero navarro, el padre Teófilo de Arbeiza, escribió una pequeña obrita sobre su vida. Gracias a ello sabemos que, al igual que sus hermanos, estudió en el colegio de los jesuitas de Pamplona, sito entonces en la calle Compañía. Marchó luego a Italia, enrolado en los Tercios Valones con el grado de alférez, participando en la recuperación de Nápoles y Sicilia. Tomó parte en batallas como la de Bitonto (1734), que supuso la victoria sobre los austríacos, o la de Velletri (1744), también victoriosa aunque él resultó herido. Siguió luego participando en las campañas italianas, hasta que logró el grado de coronel.
En 1751, y harto probablemente de una vida llena de violencia, Miguel Fermín González Bassecourt decidió hacerse cura, caso que en absoluto podemos considerar como excepcional en su tiempo. Llegó a ser nombrado obispo de Arequipa (Perú) en 1781, aunque según parece, el militar que había bajo la sotana nunca desapareció del todo. Años después de abandonar la milicia hacía que se dirigiesen a él como mi coronel, y él llamaba cabo a su asistente capuchino, a quien gobernaba según las ordenanzas militares. Tenía frecuentes accesos de ira y, en cierta ocasión, arrancó la peluca a un obispo mientras le llamaba pelimuerto. Luego sentía grandes remordimientos y suplicaba el perdón de sus ofendidos… hasta la próxima vez. El coronel-obispo murió en Madrid en 1792, cuando contaba 73 años.
Vicente Fermín
(1721-1762)
De Vicente Fermín se sabe que se formó como marino en Cádiz, y que su bautismo de fuego fue contra los ingleses, bajo las órdenes del general Juan José Navarro, cerca de Tolón (Francia), en 1744. Ascendido a capitán de navío, se le dio el mando del Aquilón, con el que se embarcó rumbo a la Habana, para reforzar la armada allí existente. Encontrándose en la capital cubana se produjo el ataque inglés, que terminaría con la toma de la ciudad y la muerte heroica del pamplonés.
El 6 de junio se divisó la flota de invasión británica, que contaba con una fuerza muy superior a las defensas de la Habana. La falta de espacio nos impide poder contar aquí los pormenores de la batalla, con todos sus ataques y contraataques, así que diremos simplemente que la ciudad fue sometida a un furioso bombardeo desde los barcos ingleses. Vicente González fue asignado como segundo de Luis Vicente Velasco a la defensa del castillo del Morro, que con sus 64 cañones guardaba la entrada al puerto. El intercambio de cañonazos con los barcos de la flota inglesa fue terrible, pero poco a poco la resistencia del castillo del Morro fue haciéndose más débil, hasta que el 30 de julio los ingleses lo tomaron al asalto, a través de una mina que habían cavado bajo sus muros, y por la cual entraron en tropel. Fue en este momento, intentando frenar el paso de los enemigos por la escalera de acceso al castillo, cuando Vicente González Bassecourt cayó muerto, al frente de sus soldados. El castillo del Morro fue finalmente conquistado por los ingleses, que respetaron la vida de los españoles supervivientes, pero ejecutaron en cambio a todos los negros cubanos que allí se encontraban. Cosas de la guerra… y de la xenofobia.
Tras la muerte de Vicente Fermín, el rey de España premió generosamente a su familia, asignándole una renta anual y dando a su hermano menor, Francisco, el título de I Conde del Asalto. Acuñaron además una medalla conmemorativa, en la que en una de sus caras se reproducían los rostros de Luis Vicente Velasco y Vicente González Bassecourt, mientras que en el reverso se representaba una escena de la feroz batalla. Una de las medallas fue entregada a la madre del fallecido, doña Catalina Bassecourt, que como es lógico no se habría sentido en absoluto compensada…
Francisco Fermín
(1726-1793)
El tercero de los ocho hermanos González Bassecourt que vamos a reseñar aquí compartió con los otros dos la participación en el oficio de las armas, consiguiendo estar a su altura en los reconocimientos obtenidos. Es cierto que Francisco Fermín se benefició en cierto modo de la muerte heroica de su hermano Vicente, al recibir el título de I conde del Asalto, pero el resto de honores los tuvo que sudar y conseguir él, participando en campañas en Italia, Portugal y Argel. Fue así como llegó a ser comandante del Regimiento de Reales Guardias de Infantería y capitán general del ejército español. La cima de su carrera se produjo en 1780, cuando fue nombrado capitán general de Cataluña, obteniendo el mando supremo del gobierno y del ejército allí destacado. Con todo, su labor más destacada fue la de mecenas e ilustrado. Fue presidente de la Real Academia de las Buenas Letras de Barcelona, sufragó la traducción de obras literarias al castellano, impulsó la reconstrucción del Teatro Santa Cruz de Barcelona tras ser destruido por un incendio en 1787, y promovió la urbanización del barrio del Raval.
Su declive se produjo tras el motín de los rebomboris del pa (los alborotos del pan), que no pudo atajar a tiempo. Las malas cosechas de 1789 habían traído consigo una crisis de subsistencia y una hambruna considerable a Barcelona, que según la opinión popular se debía a que el general González Bassecourt especulaba en beneficio propio con el grano. Fuera o no verdad, lo cierto es que una multitud se echó a las calles y apedreó a la guardia, que cargó espada en mano, matando a algunos e hiriendo a muchos más. Finalmente el pamplonés, carente de tropas suficientes para reprimir el motín, tuvo que ceder a las peticiones de la ciudad, y ello le costaría su destitución y su traslado a Madrid.
Como conclusión, podemos decir que los hermanos González Bassecourt abarcaron tres de los principales ámbitos de la sociedad que les tocó vivir, la guerra, la religión y la ilustración, y que en todos ellos destacaron y alcanzaron fama y reconocimiento. A pesar de todo, ninguno de ellos consiguió superar la exigente reválida del tiempo, y con el paso de los siglos fueron casi totalmente olvidados. Casi.