La trampa del Monumento a los CaídosUnai Beroiz
Nada justifica su presencia en el espacio público. Ni tiene valor patrimonial ni puede dejar de ser lo que es. Con aforo completo, el salón de actos de Condestable acogió el pasado martes una charla de José María Durán y Daniel Palacios, en el marco de la campaña impulsada por Contigo/Zurekin titulada¿Se puede resignificar el Monumento a los Caídos? Francamente No. En una entrevista junto al edificio, estos dos expertos advierten de la trampa del concepto mismo de monumento y del debate sobre su resignificación.
¿Qué les parece el edificio?
–José María Durán: Una copia mala de la basílica de San Pedro del Vaticano, porque no guarda proporción alguna. Desde un punto de vista histórico artístico, tiene una relación entre la horizontalidad del estanque y la verticalidad de la basílica. En la tradición artística occidental se construyen las jerarquías en base a elementos piramidales. En el punto de arriba es Dios padre en el trono, la figura de Jesús, el Pantocrátor, etc. Está planteado para someterte como público por la masa y las jerarquías simbólicas que se establecen.
–Daniel Palacios: Yo veo esa jerarquía y el agravio comparativo de esta estructura en contraste con los pequeños memoriales que se han construido a las víctimas. Memoriales que han implicado trabajo de décadas de familias, activistas y militantes, con mucho trabajo voluntario y recursos personales. En contraste tenemos aquí un monumento de grandes dimensiones que se traga miles de euros de dinero público en su mantenimiento y se los quiere tragar en el proyecto futuro para que se conserve. Es un agravio comparativo terrible. La gran presencia de los Caídos en el espacio urbano en Pamplona, y la injusticia urbana espacial que sufren los colectivos a los que precisamente reprimieron y asesinaron, y a la ciudadanía, que sufrió las consecuencias del régimen que aquí se glorifica.
Hay quienes apuestan por transformar este monumento en un lugar de memoria.
–Daniel: Eso habla de la supervivencia de ciertas estructuras sociales y económicas, pero también ideológicas, por las cuales sigue siendo legítimo que el fascismo tenga un monumento de estas dimensiones en Pamplona.
En la charla usted dijo que el concepto del monumento es una trampa. ¿Por qué?
–Daniel: Porque es un concepto que aunque pensamos que es natural a la existencia humana y que puede venir desde los menhires, tiene un origen trazable y concreto en la Italia del siglo XV. Es el momento en el que la burguesía naciente empieza a interesarse por recuperar las estéticas y valores de la antigüedad romana imperial y griega, y los utilizan para legitimarse a sí misma. Empiezan no sólo a plantear la idea de que hay que proteger y conservar los monumentos de la antigüedad, como objetos que hemos heredado del pasado, sino a construirse otros nuevos con estéticas que se asemejan a las de la antigüedad. Cosimo de Médici, siendo un burgués, se representa como un emperador romano para legitimarse en el presente utilizando estéticas del pasado, creando una temporalidad fraudulenta en la que su poder parece convertirse en eterno e inevitable. Es exactamente lo que hicieron posteriormente la mayor parte de estados nación en Europa y lo que hicieron las dictaduras fascistas en España, Italia o Alemania, creando estructuras que parecieran mucho más antiguas de lo que en realidad eran. Este es un pastiche de mal gusto que pretende aparentar ser del siglo XVIII, en un contexto imperial español, y que sin embargo se construye en los años 40. ¿Para qué? Para que parezca que siempre ha estado aquí, que la historia del fascismo español forma parte de la historia del imperio español, del imperio colonial. Y es una manera de perpetuarse en el tiempo. Ellos lo construyen con la idea de que se vuelva eterno, que se quede para siempre y sea inamovible. Que aunque su régimen desaparezca, su memoria quede presente en el territorio. Es la trampa que crean con la idea de monumento.
–José María: No es casual que los monumentos proliferen en toda Europa en el siglo XIX. Y aparece la teoría del monumento, la teoría de la patrimonialización. En base a una supuesta justificación histórica, viene a legitimar los monumentos y la estatuomanía. No en abstracto, es el contexto del estado nación dentro del proyecto imperial capitalista. De hecho, muchas de las estatuas que se producen se refieren a héroes del pasado. Es justificar y legitimar a través de una ocupación en el espacio público el proyecto imperial capitalista.
Y luego a ver quién es el guapo que tira esas moles...
–José María: De ahí la eternalización, en base también a una justificación teórica, académica, conceptual del patrimonio, el monumento como algo histórico, del pasado, etc...
–Daniel: De hecho, la inscripción habla de una idea fetichizada de España; de una España eterna, de una cruzada que no deja de ser la cruzada contra el islam, contra el bolchevismo, contra la antiespaña que representaban las identidades que no se correspondían con la España castiza. Es un monumento a la España fascista imperial que quería construir el franquismo.
¿Por qué rechazan la idea de la resignificación?
–José María: No podemos entender la resignificación como una alternativa teórica válida a cualquier forma de monumento. En los últimos años aparecen, tanto en la Europa occidental como en las américas, movimientos como el Black Lives Matter, anticoloniales en Sudamérica... que empiezan a derribar monumentos. Cuando aparece una masa social crítica que quiere derribar esos símbolos del imperio nacional capitalista, son las fuerzas del orden las que vienen con esa alternativa teórica: ‘¿Por qué no los resignificamos? ¿Qué necesidad hay de tirarlo? Hagamos una intervención artistíca, convirtámoslo en una sala de exposiciones...’ ¿Es el monumento a los Caídos un lugar adecuado para una sala de exposiciones? No. Es un trampantojo ideológico que significa ‘mantengamos estas estructuras como están precisamente porque estamos temerosos de que esa masa crítica las derribe’.
Por eso ustedes afirman que la resignificación es una treta para usurpar el verdadero debate.
–Daniel: Exacto. Es una práctica común por parte de élites académicas y gobernantes, con mucho más capital social, económico, cultural y posibilidad de incidencia en el debate público. En momentos en los que surgen debates muy relevantes para la sociedad, como la demanda de la demolición, se roban el debate. El debate nunca fue la resignificación. Era por qué tenemos que seguir destinando recursos públicos y manteniendo en el espacio público un monumento fascista. Y cuando se plantea un ‘vamos a demolerlo’, las élites sacan la idea de la resignificación. Una estrategia ideológica por la cual un problema estructural se convierte en un problema lingüístico.
Los defensores de esa postura opinan que derribar el monumento es derribar la historia, que debe conservarse para no repetir el pasado...
–José María: Es un problema de discurso. La memoria se construye de muchas maneras y en muchos frentes. Derribar un monumento no quiere decir que no haya, por ejemplo en las escuelas, una educación sobre lo que ha pasado con el colonialismo en Latinoamérica o el fascismo en España. Se construye en textos académicos, documentales, filmes, con el trabajo de las asociaciones y el tejido asociativo a este respecto. Que destruyas un monumento no significa que estés borrando la memoria. La memoria está viva en muchos elementos sociales.
–Daniel: Al contrario. Lo que estás destruyendo es la manipulación de la historia. Porque estos monumentos se utilizan para crear una imagen falsa de la historia por la cual los asesinos se convierten en caídos. El perpetrador se vuelve héroe. Es hasta keynesiano. Mantenemos con dinero público el monumento a los Caídos, y como está ahí el fascismo, tenemos que educar en que está ahí el fascismo. Está ahí porque se está permitiendo que siga ahí.
Se habla de mantener el edificio para educar a los niños sobre lo que aquí sucedió.
–Daniel: ¿En qué queremos educar a los niños? ¿En que respeten el fascismo? ¿Que lo reconozcan como una cuestión tan legítima como para que tenga un monumento de estas dimensiones en el espacio público? Habría que preguntarse qué labor educativa puede tener esto.
–José María: Uno de los elementos más importantes en el debate son las fosas comunes. El fascismo actúa creando esos lugares de la memoria que son las fosas comunes. Y en el contexto político europeo y mundial que vivimos, con el resurgir del fascismo, el debate adquiere una importancia política cada vez más urgente. No se puede reducir a la sociedad navarra o la ciudad de Pamplona. Somos conscientes de que están llegando al poder y van a llegar. Y cuando lleguen esto se va a estructurar de otra manera. Estamos en la coyuntura política de qué hacemos con el edificio, porque nos vamos a enfrentar con la posibilidad de que vuelva a ser un elemento central en la ciudad.
Quizá por eso existe la sensación de que el futuro del edificio se debe resolver esta legislatura.
–José María: Es evidente que en esta coyuntura histórica existe esa urgencia. Y existe también la responsabilidad política de qué hacer con ello.
¿Qué les parece el ejemplo de resignificación que puso del director general de Memoria y Convivencia, con un edificio fascista de Mussolini en el que se intervino con una cita de luz led que dice ‘nadie tiene derecho a obedecer’?
–Daniel: Quizá sea uno de los ejemplos más torpes, que pasa por cierto complejo de inferioridad con respecto a Centroeuropa que tienen las élites progresistas en este país. Y es extremadamente torpe porque ha apostado por la conservación de un edificio fascista en el cual, tomando estas referencias a estéticas de la antigüedad, Mussolini aparece montado a caballo en el centro, en un friso histórico en el que se cuentan diversas hazañas, incluida la intervención de la Italia fascista en el apoyo a la sublevación de Franco en España. Y además es un ejemplo nefasto, porque es una luz que se enciende por la noche, cuando el monumento se resignifica con una cita de Hannah Arendt. ¿Qué implica? ¿Que de noche somos demócratas y por el día podemos seguir siendo fascistas? No hay que olvidar que en Italia por el día, cuando se vota, ha salido en las urnas un gobierno neofascista.
–José María: ¿Y qué es ese ‘Nadie tiene derecho a obedecer’, dentro del propio pensamiento de Hannah Arendt? Quizás a mí no me representa en absoluto y esa libertad a la que se refiere la vemos día tras día violentada cuando las masas sociales críticas subalternas derriban monumentos y son multadas por el aparato del estado que quiere proteger esos monumentos. Esa libertad es una patraña. No existe.
¿Existen ejemplos de resignificaciones acertadas?
–José María: Si uno se pone a pensar va a encontrar ejemplos, ya no de resignificación, sino de recontextualización de monumentos en el espacio público. Imagínese si yo a este monumento le pico la inscripción a las cruzadas con toda la intención y monto una tecno/disco. Sería una resignificación del monumento, lo utilizas de una manera que no tiene nada que ver. Pero la resignificación esconde esa trampa, que es hacer algo pero mantenerlo tal y como era.
–Daniel: Cuando llegan las tropas aliadas a Alemania, dinamitan los monumentos fascistas. No abren el debate de si la sociedad derrotada de los nazis podía votar con respecto a mantenerlos o no. Llegan y bombardean, lo tienen clarísimo. La cuestión aquí es por qué no está clarísimo. La resignificación tiene un carácter reversible. Si hacemos una actuación inteligente, como dicen los expertos, unas proyecciones led en la fachada; mañana viene un gobierno fascista, apaga el interruptor de la luz y esto vuelve a ser un monumento fascista. El peligro de la resignificación es que no altera lo permanente del monumento.
–José María: Hay muchas estructuras fascistas que sirven y eran una buena arquitectura. Leni Riefenstahl era una buena documentalista y una muy buena fotógrafa, una cosa no quita la otra. En Berlín el estadio olímpico, que es fascista, digamos que se resignifica en tanto en cuanto le retiras los símbolos del fascismo, lo sigues utilizando como estadio de deporte y es válido. No es el caso, este edificio no se puede utilizar para nada, a no ser que esté continuamente significando lo que es. Y ahí se convierte en un objeto que no es válido en el sistema de democracias en el que queremos vivir.
¿Cómo se debe afrontar este debate y el futuro del edificio?
–Daniel: En primer lugar, dejando de normalizar que es un patrimonio con un valor intrínseco o algún tipo de carácter como testimonio histórico o evidencia de la historia, porque no lo tiene. Tampoco tiene valor artístico, porque precisamente está creando un falso arquitectónico para intentar legitimarse. Cualquier debate que pase por considerar que es un patrimonio histórico, cultural y artístico y tiene un valor por sí mismo, es caer en la trampa de los arquitectos fascistas que lo diseñaron.
Los partidos apelan a un consenso en torno a los Caídos que parece imposible con posturas tan enfrentadas.
–José María: ¿Por qué no establecemos el consenso alrededor del tejido social, de las asociaciones que están excavando para encontrar a los represaliados y asesinados por el fascismo? Por qué no son esos los lugares de consenso? ¿Por qué tiene que ser este el lugar de consenso? De nuevo estamos cayendo en la trampa del discurso que ellos mismos crean. Esto habría que tirarlo porque es obvio que no es ningún lugar de memoria. Y creo que a nadie le iba a importar. De la noche a la mañana esto desaparece y la gente va a continuar con su vida igual.
–Daniel: El consenso existe. Son las asociaciones de memoria que, como han planteado en el manifiesto, dicen que solo hay una posibilidad, el derribo.
Las asociaciones memorialistas apelaban a la valentía política para afrontar el futuro del edificio y pedían que no se resuelva por una cuestión de miedo.
–Daniel: La valentía la tuvieron las mujeres que fueron en los años 40 a llevar flores a las fosas comunes. La tuvieron las vecinas activistas y militantes que en los años 70 empezaron a hacer exhumaciones con sus propias manos y levantaron sus propios monumentos, pese a la represión de los fascistas, del Ejército, de la Policía. Esas personas fueron valientes porque estaban completamente desposeídas y aún así desafiaron la memoria del régimen para crear otro relato. Hacerlo desde la institución y desde el Gobierno no es valiente. Es un deber.
Biografías:
Daniel Palacios González es Doctor en Historia del Arte por la Universidad de Colonia, especializado en cuestiones de memoria y patrimonio monumental. Doctor por la Universität zu Köln, trabaja actualmente en el Departamento de Historia del Arte de la UNED. Es autor del libro `De fosas comunes a lugares de memoria' (CEPC, 2022), que ganó el Premio al Primer Libro 2023 de la Memory Studies Association, y recientemente ha definido 'Monument' para la The Palgrave Encyclopedia of Cultural Heritage and Conflict, editada por Springer-Nature. Ha sido investigador postdoctoral en el Birkbeck College de la University of London y forma parte del proyecto de investigación NECROPOL: Del giro forense a la necropolítica en las exhumaciones de fosas comunes de la Guerra Civil en la Universitat de Barcelona.
José María Durán, Doctor en Filosofía por la Universidad Libre de Berlín, imparte clases de Estudios Culturales en la Hochschule für Musik Hanns Eisler Berlin. Ha escrito extensamente sobre arte y economía política. Entre sus libros destacan Iconoclasia, historia del arte y lucha de clases (2009), La crítica de la economía política del arte (2015) y ha editado los escritos políticos tardíos de William Morris, William Morris: trabajo y comunismo (2014). Es editor junto a Daniel Palacios del libro (Anti)Monumentos. Teorías materialistas y prácticas radicales de próxima aparición.
Daniel Palacios y José María Durán, frente al monumento a los Caídos.