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El carbonero de siempre

Olentzero vuelve a congregar a miles de personas en su kalejira por Iruña, 72.000 según la organización, en un desfile en el que no se repitió el saludo en carne y hueso desde el balcón del Ayuntamiento

Miles de personas arropan a Olentzero en un desfile multitudinario en IruñaIban Aguinaga

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Fuma en pipa, su cabeza es enorme y le sobra panza: no le van los burpees ni el ayuno intermitente. Ni falta que le hace. De un año a otro Olentzero se mantiene inalterable para sorpresa de nadie. El martes volvió a descender de su refugio en las montañas y se dejó ver en kalejira por las calles de la capital navarra. El cambio más sustancial respecto a su última aparición fue que no hubo saludo desde el balcón de la Casa Consistorial. Su presencia en carne y hueso nació y murió en 2023. Este 24 de diciembre ha sido el carbonero de siempre.

A lo largo de 2.640 metros de recorrido, a la figura le acompañó de nuevo un numeroso séquito. Alrededor de 750 personas entre txistus, gaitas, fanfarres, ioaldukan y coros. Entre estos últimos se estrenó el que ha formado este año la Asociación de Amigos del carbonero.

Con Olentzero también desfilaron unos 200 animales: caballos, yeguas, mulas, burros, ponis, ovejas, ocas, cabras –debutó un grupo de ocho– y gallinas. Faltaron los bueyes porque uno de ellos, de habitual “más bueno que el pan”, andaba revuelto, seguramente porque estaba enfermo. Sus responsables decidieron con buen criterio que lo mejor era que no salieran. “Lo primero es el animal”, dijeron. Sin su carroza de la jaiotza, la Virgen, San José y el niño tuvieron que hacer el recorrido caminando.

Hípica Zahorí de Falces se encarga desde hace tres años de traer el ganado. Desde el punto de la mañana, preparan todo en la finca y cargan a los animales en tres camiones grandes y dos más pequeños. Sus caballos “están preparados. Se dedican a ir por muchos pueblos, hacen exhibiciones y trabajan en romerías, trashumancias...”, explicó Juan Carlos Ruiz, de la hípica.

El del martes era para él “un día muy bonito. Además yo soy de Pamplona, he visto esto desde crío y es muy especial, sobre todo para los pequeños”. Su caballo Tito tiraba de un carro cargado de chavales, con “la ilusión que les hará hoy contemplar el Olentzero desde ahí arriba por todo Pamplona”.

No se pierde un 24 de diciembre desde hace tres décadas. Y ahí estaba otra vez Joseba de Echarri, el castañero de San Ignacio. “El Olentzero de Iruña, además de los más antiguos, es de los más hermosos de todo Euskal Herria”, opinó. 

A De Echarri le preguntaron hace 30 años “a ver si podía aportar dinero para Olentzero. Les dije que mejor ese día cerraba y las castañas no las cobraba. Y hasta hoy. Me pareció mejor, porque entonces no había nadie que diera castaña en la cabalgata de Olentzero. De ahí palante y hasta ahora”. Con una castañera que tenía de sobra, montó entonces la carroza con la que desfila, desde la que repartió entre el público de forma gratuita –con ayuda de un pequeño ejército de críos– hasta 150 kilos de sus castañas. “Yo disfruto haciendo castañas, en el Olentzero y en mi esquina. También contando cuentos a los niños”, destacó sobre una actividad que desempeña por los colegios entre septiembre y diciembre.

Las jóvenes Oihane Ramírez y Amalur Valero formaban parte del grupo de 12 personas que acompañaba al carbonero con faroles. “Iluminamos y damos la entrada a Olentzero. Vamos delante para que la gente le vea llegar”, explicaron. Se trataba de “ayudar un poco a la kalejira, a dar la bienvenida a Olentzero, que ya se le lleva esperando mucho tiempo”. Un trabajo que, aseguraron, “te hace feliz, porque además para los niños es algo importante. Es súper bonito”.

Montados en un carro con su txalaparta, Maika Donamaria y Ion Garbayo llevan tres años, mano a mano, “celebrando Olentzero y tocando la txalaparta para animar un poco las calles”, explicó ella sobre un día “emocionante”. Este pasado martes tocaron “en honor a los niños de Palestina”, y desearon “que podamos celebrar todos muchos años las fiestas juntos”.

Por su parte, Iratxe Carmona, a la que otros años le ha tocado acompañar a cerdos, ovejas o cabras, el martes se encargó por primera vez de custodiar a las ocas en su recorrido. “Básicamente tenemos que controlar que no se salgan de su camino y que sigan el orden. Las calles estrechas son un poco más fáciles, porque la gente también les orienta un poco, pero por ejemplo en la Plaza del Castillo, que se abre más, se alborotan más”.

En cualquier caso, las ocas “se portan mejor de lo que pensaba. Son un poco gritonas, pero muy bien”, expresó. Iratxe acompaña al carbonero “desde que tengo uso de razón, cuando van los niños subidos en las caarrozas. Mi padre es el gaitero, entonces desde siempre hemos venido todos”. Y disfrutó de una tarde de 24 de diciembre “súper chula. La verdad es que me gusta un montón. Hay muy buen ambiente, muy buena gente y hoy no llueve. Así que contentos”. 

Iratxe Carmona, junto a las ocas a las que guió por el recorrido.

Participación

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Tampoco es novedad que la ciudad saliera en multitud al encuentro del personaje. La cita congregó a 72.000 personas, según los cálculos de la asociación Amigos de Olentzero. Sin lluvia –chispeó tímidamente casi al final del recorrido– y con una temperatura más que agradable para diciembre. Arrancó como siempre sobre las 18.00 horas desde Iturralde y Suit y el carbonero llegó puntual hora y media después a la plaza del Ayuntamiento (La Pamplonesa volvió a amenizar la espera), acompañado en exclusiva por el coro de Muthiko. La figura recibió a pie de calle el pañuelo festivo de manos del alcalde, Joseba Asiron, acompañado por una nutrida representación, y de todos los colores, de la corporación municipal. Desde ahí emprendieron el camino de vuelta, más ligeros y con menos presencia de público, y la kalejira finalizó a las 20.30 horas. El año que viene, más. Como siempre.

El alcalde de Pamplona, Joseba Asiron, coloca el pañuelo festivo al carbonero en la plaza del Ayuntamiento.