Seis pisos, seis colores, seis emociones: rojo –ira–, amarillo –alegría–, azul –tristeza–, verde –asco–, naranja –ansiedad– y gris –aburrimiento–.

Leire Martínez, Ignacio Lezaún, Francisco Hermida, Yerome Castro, Fermín Echeverría y Saioa Martínez son alumnos de la UCE (Unidad de Currículum Específico) del colegio Teresianas de Pamplona que durante el primer trimestre trabajaron los sentimientos con un bizcocho de colores – La tarta de las emociones– que se ha llevado un concurso de cocina del Basque Culinary Center.

“Llegar a la final ya fue una victoria y ganar ha sido maravilloso porque les empodera. Es muy importante que estos chavales se desarrollen en contextos sociales que no solo sea el escolar”, afirman María Iturri y Mariví Mayor, profesoras de pedagogía terapéutica en Teresianas. 

El 13 de diciembre, los alumnos y las dos profesoras pusieron rumbo a los fogones del Basque Culinary Center y vivieron todas las emociones a la vez. Nada más llegar a las instalaciones, experimentaron el nerviosismo y tiraron un árbol “gigante” de Navidad. Entrada triunfal. “Nos dio la suerte para ganar”, se ríen María y Mariví, que explican que uno de los objetivos del proyecto era inculcar a los alumnos y sus familias que cualquiera puede tener un mal día, equivocarse o realizar una acción que disguste a un compañero o ser querido.

De izquierda a derecha: Ignacio Lezáun, Saioa Martínez, María Iturri, Francisco Hermida, Fermín Echeverría, Mariví Mayor y Yerome Castro posan sonrientes con los seis pisos que conforman la tarta de las emociones. Iñaki Porto

Estos chavales tienen mucho miedo al fallo porque quieren complacer a los demás para sentirse aceptados. Pero cuando nos confundimos, no pasa nada. Es importante que se equivoquen para que aprendan por ellos mismos”, reivindica María, que pide a la sociedad que no caiga en el “error” de sobrepoteger e infantilizar en exceso a estas personas. 

Saioa, Yerome y Fermín prepararon en directo la tarta de las emociones y apareció la ansiedad. “No era capaz de mantener la calma porque pensaba que íbamos a perder y que el bizcocho saldría fatal”, recuerda Saioa. Todo lo contrario.

Echaron en un bol los huevos, harina, levadura, mantequilla y esencia de vainilla; revolvieron los ingredientes y vertieron la mezcla en seis moldes diferentes. “A cada uno le pusimos su colorante” señala Fermín. Los tres chefs introdujeron los moldes en el horno –25 minutos a 180 grados–, unieron los seis pisos y decoraron la tarta con crema de queso, azúcar glas, lacasitos y fideos de colores. 

Victoria. Y llegó la felicidad. “Fue una locura, nos pusimos muy contentos y estábamos súper emocionados”, relata Saioa. Francisco, Ignacio y Leyre, que habían animado a sus compañeros sin parar, también saltaron de alegría. “Ha ganado la clase entera. Se cuidan mucho entre ellos. Es una familia. El aula es un hogar”, destacan las profesoras.

Al regresar a Teresianas, el colegio les recibió como campeones. “Nos hicieron un pasillo, nos aplaudieron y vitorearon. Fue muy bonito”, confiesan.

La familia UCE está muy agradecida por el apoyo que han recibido de todo Teresianas y por la ayuda de Pablo González y Asier Caillagua, alumnos de 1º de Bachiller que les grabaron mientras preparaban las tartas de las emociones en clase. “Había que presentar un vídeo al concurso y nos echaron una mano. Nos han vuelto famosos”, bromean. 

Durante este trimestre, los alumnos de UCE, mientras elaboraban bizcochos, contaban a las profesoras qué les hace felices o qué les molesta: a Saioa le enfada que su padre ponga Jugones o Todo es Mentira en la televisión, la canción favorita de Ignacio es Nochentera de Vicco, a Francisco le molesta que sus hermanos le chinchen y a Yerome le encanta bailar, cantar y escuchar heavy metal.

“Es imprescindible que sepan qué les gusta o cómo se sienten y que lo comuniquen porque les aporta independencia y autonomía”, defienden María y Mariví. Con estas herramientas, los alumnos aumentan su sociabilidad, se desenvuelven en el día a día y gestionan mejor sus problemas. 

El premio, un curso

En mayo, los alumnos de la UCE disfrutarán de un curso en el Basque Culinary Center y cocinarán para 30 compañeros del colegio. La familia se enfrenta a un gran reto, aunque están entrenados porque todos los viernes tienen taller de cocina y en los cumpleaños elaboran el plato preferido del cumpleañero: Yerome –croquetas–, Saioa –cualquier dulce–, Francisco –sushi–, Fermín –ensalada– y a Ignacio le chifla el brócoli. “Nos encanta cocinar”, aseguran. 

Los alumnos, acompañados por los profesores, compran los alimentos en los supermercados para adquirir habilidades sociales –cómo tratar a los empleados– o practicar matemáticas “puras y duras” cuando pagan en la caja. “No es una suma de dos más dos, que no les aporta nada. Es un aprendizaje significativo”, resaltan.

Las profesoras, con este método, pretenden que los alumnos trasladen a la vida cotidiana lo que aprenden en el aula y les han enseñado a coger la villavesa, andar en bici, cómo ir a casa solos, entrar a una cafetería a comprar el pan... “Les damos las herramientas para que se desenvuelvan en el mundo sin miedo”, finalizan.