El twerk es una danza que nació de la cultura africana; en concreto, en el mapouka de Costa de Marfil. Se trata de un movimiento de caderas que servía como un medio de comunicación entre mujeres. Después, durante la época de esclavitud, los africanos que emigraron hasta América llevaron consigo los motivos que erigían su identidad cultural. Con el paso del tiempo, esta danza se mimetizó con su nuevo entorno –su raíz directa se remite a cuando la población gay afrodescendiente de Nueva Orleans en los años noventa salían bailando a la calle a mover el culo a modo de reivindicación–. De una manera u otra, la agrupación ANERK quiere preservar estos valores que la sociedad ha olvidado. Porque ahora el twerk se concibe como algo “hipersexualizado y estigmatizado”, reconoce Maitane Viltxes, una de las miembros del grupo.
El 'twerk' como herramienta de autoconocimiento
Todo comenzó con Nerea Arizkuren –de hecho ANERK hace referencia al nombre artístico que se puso cuando era pequeña: “La A es de Arizkuren; N, de Nerea y ERK, de twerk”, explica–, cuando la vecina de Aoiz de 25 años tan solo tenía 14 y decidió aventurarse en el mundo del baile. Con los años, y después de regresar de Madrid a Pamplona, pasó a ser profesora en una escuela de la capital navarra “en la que no había mucha gente, pero todo estaba muy estigmatizado y apenas se podían generar vínculos con el resto de personas”, cuenta. Como no se reconocía en los valores de la escuela –grababan cada mes a las alumnas para subir los vídeos a sus redes sociales y, a su modo de ver, “no se generaban espacios seguros”, decidió salirse del centro –en el que conoció a Maitane, quien también se fue– y decidieron emprender un nuevo camino. Uno con el que recuperar los valores originales del twerk y que sirviera como “algo hecho por nosotras, para nosotras y entre nosotras. Que sea una herramienta de autoconocimiento y de expresión, de construcción de redes, con el que nos abrazamos a nosotras mismas”, apunta Cristina Beltrán, de 32 años y también bailarina del grupo.
A pesar de que ellas tengan esta concepción de la danza, la sociedad les juzga “sin saber” y critican que realicen este tipo de movimientos porque, según dicen, son poco feministas y cosifican a la mujer. “En cuanto se ve un culo, la gente ya se pone nerviosa. A mí me recuerda mucho a lo que en su día se vivió con la estigmatización de la danza del vientre. Había gente que desalentaba a las madres a apuntar a sus hijas porque las estaban sexualizando. Parece que tenemos que justificarlo como baile, como si solo fuera mover el culo, pero no es así”, reconoce Cristina.
“La realidad es que se hipersexualiza cualquier cosa que hagan las mujeres. Se piensan que lo hacemos para provocar a los demás, que esto es para ellos, pero tan solo lo hacemos para sentirnos a nosotras mismas. Casi que da igual lo que transmitimos al resto. También hay hombres que bailan en la calle sin camiseta y no creemos que los están haciendo pensando en que va a atraer ese baile”, añade Ainhora Agós, bailarina de la Rotxapea de 38 años.
Rechazo al enfoque comercial del arte y del baile
En ese sentido, también perciben que el mundo, desde una perspectiva empresarial, es muy “consumista”. Lo que mueve en el mundo artístico es el tema de crear y generar vídeos para tener alcance. Y las clases en la escuela en la que estaban se convertían en un proceso para llegar a un producto final. Es decir, que había que grabar una coreografía al mes para que ese contenido funcionase y, de alguna manera, las alumnas pasaban a ser un producto para el beneficio de la empresa.
“Nosotras no estábamos de acuerdo porque el twerk va más allá de eso. De hecho, queremos romper con el estereotipo del cuerpo y de que sea algo para alguien. Que no, que simplemente lo hacemos para nosotras”, recalca Nerea.
En este ejercicio de comunión con una misma y con la compañera, nacen la amistad y la sororidad. Y todas las críticas a los cuerpos, los juicios y las etiquetas desaparecen. “Buscamos la expresión más humana, un lenguaje más poético y artístico, pero que funcione como una herramienta para el autoconocimiento”, sostiene Maitane. Y, también, como un instrumento que va de la mano del feminismo, “pero sin nunca olvidarse del colectivo LGTBIQ+. Al final, el twerk es un baile que viene de donde viene, por lo que nosotras queremos abrazar también esa diversidad a través de esta danza”, apunta Nerea.
De esta manera, todo cuanto resuena en ANERK se comprende a través de una palabra: validación, que comienza con el shake, una basculación de pelvis en anteversión y retroversión, y que continúa con el hallazgo de una misma, de la sororidad y de la unión.