Ciudad de méxico - De chaval, Miguel Mari Urrutia (Eratsun, 1983) jugaba en el frontón de su pueblo haciendo pareja con el hijo pródigo del lugar, con la leyenda de la pelota a mano, con Julián Retegui. “¡Y no nos ganaba nadie!”, confiesa con una mezcla de humor, nostalgia y orgullo. Ya han pasado cuatro años desde que el exremontista, bicampeón del Individual (2008 y 2009) y una vez del Parejas (2005), se fuera a vivir a Ciudad de México por razones tanto laborales como sentimentales, pero mantiene bastantes de las costumbres de su época de pelotari. Juega a pala tres veces a la semana, y luego le encanta tomar algo con los compañeros: comer, charlar y echar una partida de mus o dominó. “A veces quedamos a las siete de la mañana para jugar. No me da ninguna pereza”. Disfruta con el simple hecho de jugar. Antes, cuando era profesional, también. Se lleva fenomenal con Ezkurra, Zeberio II, Olazar, Urriza y Uterga, por ejemplo, y comentan la jugada en un grupo de WhatsApp que comparten. También mantiene una “muy buena relación” con sus exjefes de Oriamendi 2010, “con Kike Elizalde, Joxean Agerre, Barrenetxea y demás”. Pero ahora mismo no volvería, aunque sólo tenga 32 años. Eso sí, regresa a casa todos los veranos por un mes e intenta hacer alguna otra visita en época de carnavales o en temporada de caza. Goza de su familia y se le cae la baba al hablar de sus dos niños: Mikel y el recién nacido Julen. “A Mikel le hablo todo en euskara”. En ese idioma transcurre esta charla con Urrutia en su lugar de residencia, Ciudad de México.
En un cartel que anuncia partidos de pala, le nombran como Mikel. ¿Así es como le llaman aquí?
-No. Yo también me he sorprendido al verlo, la verdad. Sólo dos personas me llaman Mikel. Ha sido casualidad... Aquí casi todos me llaman Miguel. No saben decir Miguel Mari. Me han dicho Miguel Marín, Miguel Mario, señor Marín? (risas). Allí soy Miguel Mari, pero aquí Miguel.
Hay unos cuantos frontones en Ciudad de México. ¿Se habría venido si no los hubiese?
-Sí, sí. Mi mujer ha nacido aquí y, aunque su padre sea de allí (Elizondo, Navarra), él lleva ya 48 años en México y dirige una empresa. Le dije que, si me daba trabajo, me venía contento, y me contestó que me viniese.
Saldias tiene 120 habitantes y Gorraiz, donde vivió durante unos años antes de venirse aquí, no es mucho más grande. En Ciudad de México, en cambio, viven unos 20 millones de personas.
-El cambio fue brutal, sí. Nací en Eratsun y con 4-5 años me fui a Saldias, de donde es mi padre. Allí viví hasta casarme. Luego nos fuimos a Iruñea y aquello ya fue un cambio para mí (sonríe). Elegimos Gorraiz, compramos un piso y vivimos allí. Piensa lo que es venir de un lugar como aquel a Ciudad de México? El inicio fue muy estresante.
Antes ya había estado de vacaciones?
-Sí, vine por primera vez en el año 2007 y, hasta instalarme definitivamente, visité Ciudad de México una o dos veces cada año. Pero cuando me vine a vivir el cambio fue muy grande. Recuerdo que me sorprendía el tráfico, la cantidad de horas que pasas atascado en él; o cómo, al llegar a casa, al sonarme los mocos, observaba que tenía los mocos negros; o que tenía los ojos enrojecidos y que me picaban? Fue un cambio radical para alguien como yo, que soy casi casi de caserío y lo único que tenía alrededor era monte.
¿Fue duro el principio?
-Sí. Los primeros ocho meses no lo pasé bien. Hasta que te sientes cómodo en un entorno, pues? Echaba de menos la familia, la pelota, las cenas posteriores a los partidos de los jueves? Lo pase mal y mi mujer me dijo: “¿Nos volvemos de nuevo?”. Yo le dije que no, que quería aguantar.
¿Cuestión de orgullo?
-Bueno? Quería probar, ver si me acostumbraba a la vida de aquí. Mi mujer veía que no lo estaba pasando bien y me planteaba volver; además, ella vivía contenta allí. Pero en un corto período de tiempo le di la vuelta a la situación.
El 4 de marzo se cumplieron cuatro años desde que se instaló en Ciudad de México. Bien, de acuerdo, su mujer es mexicana, pero, además de eso, ¿qué fue lo que le empujó a tomar la decisión de venirse a México?
-Una de las razones fue que el remonte estaba, poco a poco, yendo hacia abajo: menos apuestas, cada vez menos gente en las gradas, reducción de sueldo desde que empezó la crisis? Veía que iba a ir a peor y quería un futuro tanto para mí como para mi familia. Esa fue la principal razón.
Ha hablado de la reducción de sueldos. ¿Desde que usted fue campeón del Individual en 2008 y 2009 hasta 2012, año en que se retiró, en qué porcentaje se redujeron?
-Pues a la mitad o algo más.
Es mucho.
-Así es, y veía que iban a bajar más. Nosotros los remontistas fuimos unos privilegiados.
Antes de venir sabía que iba a trabajar en una empresa de zapatos, pero no sabía a qué se iba a dedicar exactamente. ¿Qué es lo que hace?
-Mi suegro tiene una cadena de zapaterías llamada La Luna y básicamente estoy aprendiendo junto a él. Hago de todo: contratar gente, ver modelos para hacer los pedidos, ir a las tiendas y supervisar? Me estoy adentrando en el mundillo poco a poco.
4 de febrero del 2012: su retirada como remontista en el frontón Galarreta de Hernani. En la cancha, los mejores delanteros y zagueros del momento: Zeberio II-Urrutia, 40; Ezkurra-San Miguel, 27. Le homenajearon, le obsequiaron con un reloj, le regalaron un cuadro en el que aparecían usted y su hermano, le pasaron un micrófono para que dijese unas palabras? ¿Qué le viene a la cabeza?
-Se agolpan los sentimientos en mi mente. Jugué nueve años como profesional y me sentía joven todavía. Tenía 28 años, 29 para hacer, y mi ciclo se acababa. Estaba contento en el momento, porque había tomado la decisión medio año antes y la tenía asumida. Bueno, estaba triste y contento. Mis padres, sobre todo mi madre, lo pasaron mal, ya que su hijo se iba a 11.000 kilómetros de distancia. Sufrí por ella?
28 años y dice que su ciclo había terminado.
-Bueno? Se había acabado lo de vivir del deporte. Nunca se me pasó por la cabeza que sucedería eso, porque pensaba que con 40 años también seguiría ahí?
En el verano de 2012 volvió para jugar.
-Sí. Antes de venir aquí tenté a los de la empresa diciéndoles que, si seguía en forma, a ver si podría jugar mano a mano en verano. Me dijeron que sí. Por lo tanto, al llegar a México seguí entrenándome por mi cuenta y cuidándome.
¿Y por qué no ha vuelto más veces?
-No juegas durante todo el año y es difícil. A algunos de mis amigos remontistas, además, no les hizo excesiva gracia. Ellos están en activo, juegan dos veces por semana, y voy yo allí retirado y? En aquel caso le gané a Juaristi, que estaba jugando. Contra San Miguel iba ganando 24-8? Ellos no se sintieron cómodos. Es normal. Les di toda la razón. Yo tenía ilusión por jugar, pero luego lo pensé, y sí, igual actué mal?
Ahí siguen Ezkurra y Zeberio II, nacidos en 1973 y 1974, respectivamente.
-A Ezkurra le suelo decir que ya está hecho un abuelo, que lo deje (risas). Para mí, Ezkurra ha sido el mejor de la historia. Un gran profesional: se ha entrenado y se ha cuidado con absoluta dedicación. Siente que el cuerpo le responde y ahí sigue.
Oriamendi 2010 entró hace seis años a regir el remonte, pero la disciplina como espectáculo lleva muchos años en crisis, a pesar de que se busquen alternativas para su reflote.
-Los remontistas del cuadro están siendo muy profesionales. Cobran mucho menos dinero, pero aun así se preparan, van al frontón, lo dan todo y se esfuerzan. La mayoría tiene un trabajo aparte del remonte. Antes era el remonte y, si tenías trabajo, pues tenías otra fuente de ingresos. Ahora es al revés: tienes un trabajo, si es que lo tienes, y el remonte es un extra. Se están esforzando en fomentar partidos en frontones cortos. Es muy bonita esa modalidad. La pelota es más lenta, más pequeña, bota menos, y salen partidos muy bonitos. Yo jugaba muy a gusto en frontones pequeños. Creo que es una buena manera de fomentar la afición al remonte.
¿Para sacarlo del Galarreta?
-Eso es. Hay que buscar alternativas. Se programan partidos en pueblos pequeños para que la gente conozca a los pelotaris, para que la gente se aficione.
Cuando jugaba, su peso era motivo de comentario. Después de que se calase la txapela del Individual de 2008, se reivindicó con unas declaraciones. Algún entendido decía que con 10 kilos menos sería usted “la bomba”.
-Siempre he tenido ese problema: me tenía que cuidar mucho, si no, engordaba. Cuando debuté, pesaba 92 kilos (mide 1,84 metros), por lo que me sobraban 5-6 kilos. Luego, durante el año, estaba en 95-96 kilos, y para el mano a mano bajaba 3-4 kilos. Pero incluso así me sentía bien conmigo mismo, ágil, aunque es verdad que se decía que con 10 kilos menos jugaría mucho más? No me cansaba en la cancha, disfrutaba, tenía mucha agilidad para mi complexión, y el peso no fue obstáculo. Fui el mejor zaguero en su momento, campeón dos veces del Individual, llegué otro par de veces a la final, y me sentía en forma.
Se le ha achacado, a su vez, que no tenía espíritu ganador.
-Pues no sé? Yo, juegue a pala, a pádel, a tenis, a cualquier deporte, quiero ganar siempre, no me gusta perder, aunque sepa hacerlo. Hace poco jugué aquí a pádel contra Imanol (López, expuntista ahora residente en México), nos apostamos algo, y a fuego... ¡Me hice daño en la rodilla!
Aquí, en México, empezó a jugar a pala, y al poco tiempo, en 2014, jugando con la selección mexicana se colgó la medalla de bronce en la modalidad de paleta cuero en el Mundial.
-Después de haber vivido aquí durante dos años, y ya que mi mujer es mexicana, tenía derecho a la nacionalidad. Me la dieron, gané por parejas varios torneos nacionales y me clasifiqué para el Mundial de 2014, disputado en México. No olvidaré nunca la semifinal contra Francia. Y es que me pasó algo inusual para mí en el frontón: estaba nervioso perdido. No llevaba los rebotes? Y me preguntaba a mí mismo: “¿Cómo es posible? ¡Si has sido profesional durante nueve años!”.
Comenzó de chaval jugando a mano en el club Txaruta, en Irurita; después destacó como remontista y también tiene éxito con la pala. ¿Cree que tiene un talento innato para los deportes de frontón, o sus logros en México como palista tienen que ver con que los contrarios tienen un nivel inferior?
-Creo que, a decir verdad, puede tener algo que ver con el talento innato. El nivel aquí es bueno; hay tres o cuatro que juegan mucho: los primeros dos, de ascendencia vasca, Patxi Mendiburu y Pello Txikuri, y también Rodrigo Ledesma. Creo que he tenido cualidades, habilidad para los deportes que se practican con una pelota; pero, para jugar al fútbol, en cambio?
Su primer entrenador de remonte fue otro grande, Iñaki Lizaso, en la escuela de Doneztebe. Siete u ocho años después de que cogiese el remonte por primera vez, vence al maestro en la semifinal del Individual de 2006.
-Aprecio muchísimo a Lizaso, es muy amigo mío. Me ayudó a dar los primeros pasos y, luego, en Iruñea, seguí con Miguel Ángel Errea. Yo, como zaguero, me fijaba en Lizaso y en Jon Eizagirre. Éramos parecidos Eizagirre y yo en las posturas, en la manera de jugar, mientras que Lizaso no tenía tanto golpe, pero colocaba mucha pelota, llevaba pelotas difíciles. En aquel partido el dinero salió 100 a 20 a su favor y comencé perdiendo 2-9 o 3-11, no me acuerdo bien. Pero le di la vuelta y le gané. Tenía yo 22 años? Nos dimos un gran abrazo y le dije algo así como “ya lo siento?” (con humor).
Alguna vez ha dicho que la vida va por etapas. ¿Intuye a dónde le llevará la siguiente?
-Ahora estoy aprendiendo, preparándome para ser un buen empresario, para seguir trabajando en la empresa de mi suegro. Le augura un buen futuro a su empresa y cree que entre su hijo y yo la cuidaremos, seguiremos en ello. Pero bueno, a mí también me gustaría abrir alguna tienda.