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Auto de firmeza

Auto de firmeza

En la mañana de hoy (por ayer) se me ha comunicado el llamado “auto de firmeza”, que es una resolución judicial que constata que no se ha formulado ningún recurso contra la sentencia absolutoria de 11 de junio, y por tanto ésta es firme a todos los efectos.

Lo significativo de este hecho es que la acusación que me sentó en el banquillo, la que se encargó de alargar el procedimiento de instrucción lo más posible, la misma que se empeñó en formular reiteradas acusaciones públicas contra mi persona y propagó numerosas insidias sotto voce, no haya recurrido la sentencia que en su momento me absolvió.

Tengo para mí que durante todo este tiempo la acusación sabía que no se me podía condenar por unos hechos en los que nunca estuve implicado. Pero han utilizado el procedimiento judicial para someterme a un daño prolongado, a una “pena de banquillo” que sin duda es la represalia por las denuncias que en su momento hice sobre el asunto de Caja Navarra.

Lo que se pretendía no era que la justicia ejerciera limpiamente su labor, sino que a través de un procedimiento jurisdiccional largo y convenientemente aireado yo sufriera el mayor menoscabo personal que fuera imaginable. La prueba de que nunca me han considerado culpable es que ahora no existe un solo argumento para recurrir la sentencia que me absolvió con todos los pronunciamientos favorables.

Quien me acusaba tampoco ha tenido el coraje de reconocer ante la opinión pública que la sentencia era rotunda en mi favor y que no hay ninguna razón para que sea recurrida. Ni siquiera se lo ha dicho al periódico que ha tenido contratado a su servicio y que tan profusamente ha empleado en mi contra durante el procedimiento. Business as usual.

Es indignante que quienes todavía deben muchas explicaciones a la sociedad navarra por el expolio de la Caja hayan sido tan mendaces e inquisitoriales contra mí durante este tiempo.

Ellos, que de manera tan prepotente se niegan a responder de sus actos -consistentes en la administración desleal de una entidad financiera hasta que acabó malvendiéndose-, me han querido situar ante una culpa penal a pesar de que no existía ningún motivo legalmente consistente para ello. No pierdo la esperanza de que algunos de estos fantoches recojan lo que en justicia les corresponde.

Así finaliza una pesadilla que he sufrido durante casi 1.000 días, más de año y medio.

Agradezco infinitamente el haber contado con el incondicional afecto de mi familia; con la ayuda y el apoyo de tantísimas personas, muchas de ellas anónimas; y de un abogado, Sergio Gómez Salvador, que con su enorme talla profesional y aún mayor valía humana ha sabido siempre ayudarme en lo jurídico y lo personal con templanza y eficacia.

Ahora sí puedo decir, para siempre, que este episodio ha concluido, sin perjuicio de algunas consecuencias que aún deberá tener.

El autor es exdiputado del PP y expresidente del PPN