En estos días en los que celebramos la 20ª Korrika, todos los euskaldunberris, euskaldunzahar, euskalzales o euskaldunes en general nos unimos -cada dos años- para celebrar este movimiento reivindicativo. No es un logro que pueda pasar desapercibido en este pueblo, nuestro pueblo: lograr tomar las calles, todos a una, detrás de un mismo lema. Lograr tomar las calles sea cual sea nuestro “color” de una manera conjunta. Sin duda alguna, el encuentro de nexos comunes entre diferentes colores debe de suponer uno de los retos principales de la sociedad vasca en los años venideros. Estos últimos años, cuando “el relato” anda de boca en boca, deberíamos tener muy claro que un esfuerzo tan complejo y poliédrico está obligado a sustentarse en unos cimientos firmes y compactos, sin ningún tipo de grietas: La Verdad y el Reconocimiento. Una verdad y reconocimiento por encima de cualquier color o ideología. La verdad y el reconocimiento de todas las partes.
Una vez más mis recuerdos me llevan al año 1997, inmersos en la celebración del último día de la Korrika. Bilbao, 23 de marzo, a más de un lector le vendrá a la memoria la reivindicación, el compromiso, los diferentes colores? Pero a otros, el carácter caprichoso de la memoria nos trae fragmentos de tristeza, dolor y amargura. Este año que celebramos la 20ª Korrika, a algunos nos cuesta contener las lágrimas. Este año, se cumplen 20 años desde que Josu Zabala Salegi “Basajaun”, vecino de Etxarri Aranatz, fue visto con vida por última vez. En tres interminables días nadie más lo volvió a ver. Con sus casi dos metros de alto, su pelo largo y rojizo, y una complexión corporal que no pasaba desapercibida, nadie lo volvió a ver. En tres interminables días no hizo ninguna llamada de teléfono. En tres interminables días no cogió tren, taxi o coche alguno. En tres interminables días no fue visto en casa, bar o restaurante alguno. Su cadáver apareció con un tiro en el corazón en Punta Mendata el 27 de marzo de 1997.
Relato Oficial:
Aparece el cuerpo sin vida de Josu Zabala Salegi, de 26 años, presunto miembro liberado de ETA, después de permanecer tres días en paradero desconocido. El consejero vasco de Interior, Juan María Atutxa, asegura que “va tomando fuerza la hipótesis de un posible suicidio” para explicar la muerte del etarra, y se dirige a los diferentes medios de comunicación, sin que nadie pida su comparecencia, dando por sentada esta versión: el suicidio. Antes incluso de que se redactara ningún informe técnico policial. De esta manera se da por zanjado este relato despejando cualquier tipo de duda.
En el posterior informe técnico policial o atestado, se recogen cuatro datos, que cuanto menos, deberían ser tomados en cuenta:
1- Las muestras de tierra y barro que presentaba el cuerpo en su calzado no se correspondían con las características del entorno en el que fue hallado.
2- La ausencia de marcas o rastros de sangre alrededor de un cuerpo hallado en estas circunstancias no coinciden con las características comunes en este tipo de sucesos.
3- Aunque la zona fue rastreada una y otra vez, la bala utilizada, el proyectil, nunca fue hallada.
4- El arma encontrada junto al cuerpo estaba limpia. No presentaba ni huellas, ni sangre, ni tejido biológico alguno, de la misma manera que no los presentaba el cargador.
Las pruebas forenses para esclarecer y determinar el momento del fallecimiento confirmaban que había sido próximo al encuentro del cadáver. Por lo tanto, se puede deducir que durante tres interminables días, Josu, estuvo desaparecido o aislado completamente de este mundo. Las llaves, documentación y el dinero que llevaba en el momento de su desaparición no han aparecido nunca, en ningún lugar.
Relato no oficial:
En el contexto de las celebraciones del último día de la 10ª Korrika, Josu Zabala Salegi está citado con un “contacto” en el bar “La Tortilla” del casco viejo de Bilbao. La persona responsable de la seguridad de esta operación, I.B., advierte movimientos extraños de varios individuos en los alrededores -dos personas en chándal y otras dos trajeadas-. Inmediatamente se dispone a poner sobre aviso a Josu. Nunca más lo volverá a ver con vida. Josu no se ha presentado al encuentro con el contacto. No aparece en el piso franco utilizado por el comando. Aun teniendo infraestructura, económica y material, no la utiliza en ningún momento. Al día siguiente, el grupo armado ETA se pone en contacto tanto con la familia como con diferentes medios y responsabiliza con total firmeza a las Fuerzas de Seguridad del Estado del secuestro de Josu. Las siguientes líneas las escribo con letra cursiva pues quiero dejar claro que hoy por hoy no hay ninguna prueba que demuestre que lo relatado a continuación ocurriera de este modo: Josu es secuestrado por alguno de los cuerpos policiales operativos en la CAV -guardia civil, policía nacional, ertzaintza- o como resultado de la coordinación entre estos. Durante tres interminables días es torturado. El tercer día es llevado a un bosque en un convoy de coches todoterreno. Haciéndolo bajar de uno de ellos por su propio pie -aún con vida-, allí mismo le pegan un tiro en el corazón. Allí quedarán su rastro de sangre y el proyectil. De ese bosque son los rastros de tierra y barro que posteriormente se encontrarán en su calzado. Después de esto, su cuerpo es trasladado a Punta Mendata. Una vez eliminada toda prueba del arma homicida, esta y el correspondiente casquillo son dejados junto al cadáver. Al día siguiente el cuerpo de Josu, sin rastros de sangre alrededor, con muestras de tierra que no corresponden con el lugar y con un arma carente de huellas dactilares, es encontrado por unos montañeros. La familia recoge el testimonio de un vecino de la zona que recuerda como la noche anterior vio varios 4X4 en los alrededores y que le extrañó sobremanera pues, normalmente, los “baserritarras” no andan por esos caminos a esas horas y menos en grupo.
He aquí dos relatos totalmente contrapuestos. Usted, lector, sabrá a qué versión del relato se le ha ido el corazón y la razón. O si el corazón ha tomado un camino y la razón otro. Usted sólo sabrá lo que se ha movido en su interior. Usted solo sabrá qué se ha movido dentro en ese corto, profundo y solitario instante, antes de poder llegar a dar su opinión con el disfraz de las palabras.
“En una guerra la verdad es la primera víctima”. En este pueblo, en general, en vez de anteponer la coherencia del contenido y la miga de un relato, nos hemos acostumbrado a dar prioridad al emisor. Tal vez contaminados por los tiempos oscuros que nos ha tocado vivir o por no querer contaminarnos más. Pero en este nuevo tiempo parece intuirse el final de la oscura noche, pues creo sentir los primeros rayos del amanecer: es el tiempo de la Verdad. Últimamente observo un interés desmedido a la hora de hacer un relato cuando los cimientos en los que debe sustentarse este relato no están del todo firmes. Tengo la extraña sensación de que estamos empezando la casa por el tejado. Un tejado en el que cada teja es una lágrima y con cada lagrima se ha formado un triste reguero. Pero es curioso que solo advierto canalones en un lado del tejado. ¿Y por qué?, me pregunto. En primer lugar porque todas esas tejas, las que veo, se sustentan sobre una verdad y un reconocimiento, doloroso pero incuestionable. Una verdad cruel, una verdad triste, una verdad condenable, una verdad que puede ser incluso repudiada? pero verdad al fin y al cabo. Y por la calle de la verdad llegaremos a la plaza del reconocimiento, y desde esta plaza se podrá lanzar un relato digno a la totalidad del pueblo. Nunca al revés. Si empezamos por el relato difícilmente llegaremos a la Verdad. ¿Pero alguien ha percibido algún tipo de movimiento en el otro lado del tejado? Un pueblo donde en los últimos 80 años se han producido miles de denuncias de torturas y cientos de casos de desaparecidos, ¿hay alguien que se haya responsabilizado de alguno de ellos? Los que no sabemos necesitamos hablar, y los que saben necesitan callar. ¿Existe acaso la misma voluntad por ambas partes en profundizar sobre la búsqueda de la verdad y el reconocimiento? ¿Dónde está la verdad? ¿Quién se responsabiliza de las tejas de la parte más sombría del tejado? ¿Acaso se quiere construir una de esas casas con tejado de una sola caída? ¿Para qué tantas ponencias, grupos, dinamizadores, interventores internacionales para garantizar la paz, cuando en esta casa, nuestra casa, ni siquiera la verdad está garantizada? Muchas preguntas para aquellos que quieren un relato rápido y “pret a porter”? tal vez demasiadas. ¡Qué grande tiene que ser pedir cuentas a uno y otro lado para aquellos que vuelan sobre el bien y el mal, protegiendo sus inmaculados cuerpos con un sedoso manto de dignidad y rectitud. A mí también me gustaría tener ese tipo de certezas. Pero todos los cuerpos, hasta los más inmaculados, muestran alguna mancha de la que avergonzarse, por mucho que se protejan debajo de esa brillante capa. En Euskal Herria y en cualquier lugar del mundo donde se ha sufrido algo parecido a lo que se ha vivido y sufrido en este pueblo. Y cuando digo todos los cuerpos, quiero decir todos.
En lo que al relato se refiere, tengo la triste y desagradable sensación de que estamos convirtiendo el ser víctima en un “privilegio” macabro. Tengo la extraña impresión de que a una de las partes se le podrán echar una interminable lista de atrocidades en cara, se le podrá condenar, maldecir e incluso injuriar por haber causado un mar de sufrimiento inútil; pero nadie podrá decir que no se hayan responsabilizado de sus acciones y que no hayan reconocido su autoría. Incluso en sus acciones más brutales y de consecuencias tristes y dolorosas que todos conocemos. En mi humilde opinión, responsabilizarse de los actos cometidos es la primera y principal condición para que una víctima, si así le corresponde, pueda ser reconocida y aceptada como tal por la totalidad de un pueblo; con la dignidad que se merece, con la dignidad y apoyo absoluto que requiere por parte de la sociedad. Muy a mi pesar observo con una muestra de perplejidad e impotencia que en la otra cara de esta maldita moneda todos los medios y esfuerzos se dirigen precisamente a evadir responsabilidades de cualquier acto, incluso a enterrar si es posible -literalmente en algunos casos- cualquier prueba al respecto. Cuando algún caso ha logrado salir a la luz mediática y ha podido llegar incluso a esclarecerse ”medianamente”, ha sido por el paso del tiempo y/o por la incansable labor de unos pocos día tras día, y en la mayoría de estos tampoco se ha encontrado un responsable. Nunca, jamás por un “mea culpa”. A lo mejor, no sé, esta puede ser una de las razones por la que algunos muestran tanta prisa en realizar un relato. Mientras tanto, aunque algunos no asumen responsabilidades de ciertas accione -aunque las exigen a los cuatro vientos- y mientras al relato oficial se le observan, cuanto menos, lagunas y manchas oscuras, muchas familias llevan trabajando 20 años, y más, intentando encontrar una verdad lógica y coherente con la realidad de aquella oscura y aciaga época. Un arduo trabajo día tras día durante 20 largos años a la espera de un derecho simple pero fundamental: Verdad y Reconocimiento. Aún a día de hoy, no ha dado ningún fruto.
Si es verdad que en una guerra la verdad es la primera víctima, la mentira deberá ser la primera en ser eliminada en tiempos de paz. Las heridas que se cierran sobre mentiras nunca traerán paz. Queremos la verdad, que cada cual tenga el reconocimiento que se le debe, pues estas son las condiciones y únicas semillas que posibilitarán un relato digno y firme. Este pueblo necesita y quiere la paz? la paz, la Verdad.
Dedicado a todas esas familias que durante estos largos años han trabajado sin descanso para encontrar la verdad, y en especial a la familia y amigos de Josu Zabala “Basajaun”: Pronto todos nos calentaremos al calor de la hoguera de la paz, donde arden las raíces de la verdad? en el lado más sombrío de la casa.