- El experiodista Yair Lapid, cara visible del centrismo liberal israelí con Yesh Atid (Hay Futuro) y ferviente opositor a Benjamin Netanyahu, consiguió in extremis formar un gobierno que, de aprobarse finalmente, expulsará del poder al que ha sido primer ministro doce años seguidos, Benjamin Netanyahu.

Lapid ha logrado aglutinar en su animadversión por Netanyahu a aliados tan difíciles como el islamista árabe, Raam, y el ultranacionalista Naftali Benet, quien ocupará la jefatura los dos primeros años para pasar el testigo de la legislatura al experiodista, en un atípico pacto de gobierno negociado hasta casi el último minuto.

Este Ejecutivo estará constituido por una extraña mezcla de partidos, incluyendo a ultraderechistas e izquierdistas, religiosos y laicos, y hasta un partido islamista, algo que será insólito en la historia del país.

La decisión estuvo en manos de tres personas: el propio Benet -que tras coquetear durante meses con Netanyahu anunció el domingo su apoyo a Lapid-, el derechista laico Guideon Saar, líder de Nueva Esperanza, y Mansur Abás, líder del islamista Raam.

El documento fundacional del nuevo Ejecutivo consiguió al filo de la medianoche cuando expiraba el plazo dado por el presidente de Israel, Reuvén Rivlin, a Yair Lapid, contar con la firma de todos sus miembros restantes y tras arduas negociaciones los casilleros para las de estos tres líderes estamparon sus rúbricas, una vez atados los flecos sueltos y logrado el equilibrio de fuerzas deseado por sus respectivos partidos dentro de ese eventual gobierno. Los otros integrantes de la coalición serán el ultraderechista Israel Nuestro Hogar, el centroderechista Azul y Blanco, el centroizquierdista Partido Laborista y el izquierdista Meretz.

Una de las principales disputas fue la designación de los miembros del comité de nombramientos judiciales, en el que Ayelet Shaked, número dos de Yamina, pretendía ocupar el lugar que estaba asignado a la líder laborista, Merav Michaeli.

Shaked, exministra de Justicia (2015-2019), fue una de las voces más fuertes de la campaña de los partidos derechistas para limitar los poderes del Tribunal Supremo y reformar el sistema judicial en su conjunto. Precisamente, su presencia en este comité, que entre otras tareas designa a los jueces del Supremo, otorgaría una mayoría al ala de derechas del nuevo Ejecutivo. Otro de los obstáculos era la exigencia de Abás, líder del partido Raam, de derogar una ley de 2018 que, argumenta, dificulta la construcción en las comunidades árabes, algo que chocaba con la política que ha llevado en este terreno tan sensible para la sociedad israelí el conservador Naftali Benet.

Estas diferencias ponen en evidencia las limitaciones de una alianza basada únicamente en la voluntad de desbancar a Benjamin Netanyahu, que ocupa el cargo de primer ministro desde hace 12 años y que, tras ser el primero en recibir el mandato para formar un Ejecutivo, no logró establecer la coalición derechista que pretendía.

Una vez que los partidos opositores lograron ponerse de acuerdo, Lapid informó al filo de la medianoche al presidente, Reuvén Rivlin, que cuenta con los apoyos necesarios para hacerlo.

El siguiente paso será la jura del Gobierno en la Knéset (Parlamento), que tendrá lugar en los próximos 10 días. No obstante, hasta ese momento, e incluso ese mismo día durante la ceremonia en el Parlamento, nada estará cerrado y todo puede cambiar, ya que los acuerdos que alcancen los partidos son de carácter político y no los comprometen legalmente, según explicó el abogado Tomer Naor, miembro del Movimiento por un Gobierno de Calidad en Israel. Una circunstancia que, según los analistas políticos, tampoco sería tan descabellado, dada la extraña alianza y la fragilidad con que a priori se presenta est elenco de partidos de casi todo el arco ideológico, incluido uno árabe, y con poco en común.

Desacuerdo. Las diferencias entre Israel y el grupo palestino Hamás de cara a la tregua alcanzada el pasado 20 de mayo en Gaza han frustrado hasta ahora la visita de una delegación del movimiento islamista a El Cairo para reunirse con los mediadores egipcios. Demandas como la devolución por Hamás de presos y desaparecidos israelíes, el levantamiento del bloqueo sobre la Franja de Gaza o el fin de la amenaza de desahucio de familias palestinas en Jerusalén Este retrasan la llegada de la misión de Hamás.