La socialista Rafaela Romero (Quintana de la Serena, 1972) desnuda su biografía en Hasta que me mates, un libro , editado por Alberdania, y presentado de momento en San Sebastián, Gasteiz y Pamplona. Las biografía se adentra por los años más duros de la política vasca, y por episodios vitales previos que Romero comparte en aras de denunciar la realidad de un machismo opresivo, repasando momentos muy duros que recoge con humanidad y a la vez con claridad la periodista Ana Erostarbe.

“Mi infancia fue soledad, vergüenza, culpa y miedo”. No es habitual en el ámbito político hacer públicas vivencias tremendas.

–Encontré a una persona como Ana, que es una gran contadora de historias, pero sobre todo tiene una capacidad de escucha muy importante. El libro quiere transmitir que después del dolor hay superación y supervivencia, y quitar los miedos.

Habla de la violencia de un padre maltratador, el suyo.

–Recuerdo el miedo, y lo que acompaña a muchas mujeres cuando sufren la violencia machista: dolor, culpa, soledad y vergüenza, lo mismo que sufren con otro de los episodios que cuento, quizá en ese caso todavía más oculto, que es la violencia sexual. Tengo una portavocía pública, por estar ligada al Partido Socialista y a la lucha contra el terrorismo. Creía que debía también utilizarla en favor de una lucha casi más intensa y tiene más cómplices y más fuerza, que es la violencia machista. Hay tanto miedo todavía en las casas de Euskal Herria, de España y de Europa, que si levantáramos las alfombras pasaríamos mucha vergüenza. No podemos seguir normalizando algo que nos viene tan grande. Lo primero es reconocer la entidad de esta violencia. En la de ETAestaban los que nos mataban, nos perseguían, los que les jaleaban, los que les apoyaban políticamente, los que callaban... Esas complicidades también existen aquí. Todos los violentos utilizan la misma estrategia: quitarte la autoestima, dejarte sola, apartarte.

Acostumbrarse a vivir con ello.

–Sí, y cuando te tienen aislada golpean, y si pueden te matan, y si no te anulan. El enemigo es poderoso y no es tan visible, no se identifica o se le señala tanto como con la violencia terrorista. La violencia machista se dirige por el hecho de ser mujeres. A lo mejor ya contamos a las personas que son asesinadas, pero contamos de contar. Seguimos apareciendo en las páginas de sucesos, pero esa violencia tiene perfil y significación política propia. No soporto que se le llame lacra social y no déficit democrático. Modestamente, quiero aportar mi experiencia para decir que no aguantamos más, que estamos cansadas de denunciar una violencia que nos supera a nosotras y a la sociedad. Ningún terrorismo tiene tantos cómplices directos o indirectos, voluntarios e involuntarios como tiene el machismo. Ahora vemos, encima que se está en riesgo de un retroceso. De una involución que asusta.

El primer paso para comenzar a desanudar el trauma fue el divorcio de su madre.

–Consigues expulsar a esa persona de tu ámbito, y ya no hubo miedo. Eso sí que fue empoderamiento para toda la familia. Quiero destacar que nosotros en Euskadi tuvimos una red social y política, un sistema que nos dio la igualdad de oportunidades para poder seguir adelante. Si no hubiera habido una política de becas como la que tenía yo en ese momento, o una política de asistencia social mediante Cáritas u otras organizaciones, que formaron parte afortunada de mi vida, no hubiéramos salido adelante en igualdad de condiciones. Pero no todas viven en un lugar con una red para poder avanzar con un mínimo de igualdad.

Ha mencionado el capítulo de la violencia sexual y los abusos.

–Con eso hay mucha vergüenza, yo creo la violencia que más sufrimos las mujeres es la sexual. Me acuerdo de cuándo lo contó Maddalen Iriarte. Casi todas las mujeres hemos tenido algún episodio de acoso o de abuso o presión en torno a nuestra sexualidad. Pero eso nos da mucha vergüenza y culpabilidad contarlo. Más que lo demás. Tenemos que dejar de exigir una prueba de fe a nuestros niños y niñas cuando denuncian acoso y abuso. Están indefensos en muchos ámbitos judiciales. Yo esto no lo había contado nunca, ni a mi madre ni a mi marido. A nadie, se lo juro por mi vida. Hasta ahí llega una violencia como la sexual. Una de las más íntimas. Y como seguimos educadas en esa cultura de escondernos, creo que la vergüenza y la culpabilidad es mayor. Por eso lo cuento. 

“La violencia machista tiene cómplices; hay que reconocer su entidad, nos supera a nosotras y a la sociedad”

Usted era amiga de Isaías Carrasco.

–Le mataron en 2008, tras un proceso de paz fallido en la T4. La solidaridad en Mondragón tardó en disolverse lo que la manifestación por el asesinato. 

Y sin embargo, ya se percibía que ETA estaba cavando su propio fin.

–Absolutamente de acuerdo, el terrorismo de ETA se estaba deslegitimando, principalmente porque ellos mismos acabaron con la legitimidad social que tenían entre mucha parte de la ciudadanía vasca, que vio que la violencia se perpetuaba a pesar incluso de que un Gobierno se sentara con ellos para poner fin a este terror. Hubo una pérdida de legitimación de determinados colectivos que social o políticamente seguían dando aval a la violencia de ETA. El reconocimiento del daño tiene mucho que ver con mirarse al espejo y preguntarse para qué y por qué tanto daño absolutamente gratuito e innecesario. 

Fue meritorio colocar una antena de diálogo con alguien del otro lado.

–Conseguir una complicidad con una persona con la misma voluntad de decir que ahí acababa la historia de violencia. Eso existió en la figura, por ejemplo, de Arnaldo Otegi y algunas otras personas más. 

Y esa antena la colocó su marido, Jesús Eguiguren.  

–Claro, y ellos encontraron en él a alguien que en el lado del Gobierno de España pudiera decirle a España que tenía que acabar con el principal problema de su democracia. 

¿Por qué lo hizo, y por qué se implicó hasta el punto que usted describe en el libro?

–Porque Jesús, como se dice en El olvido que seremos, es principalmente un hombre bueno. Él sabía que podía contribuir al final. ¿Idealista? Lo es mucho. Creo que en determinados momentos yo perdí el idealismo, pero él no lo perdió de nunca. Estaba conjurado únicamente a a acabar con la violencia que sufríamos, que se le pudo llevar por delante, pero lo consiguió. Supo ponerse en la cabeza de los otros. Por eso llegó desfondado y gravemente herido emocionalmente al proceso final. Cuando todo el mundo encendió las luces de la paz, en mi casa se apagaron. Y desde entonces muchas noches se le aparecen los amigos a los que ETA asesinó.  Creo que hoy sigue llorando a todas aquellas víctimas que en su día tuvo que hacer como que no lloraba. España ha sido muy poco generosa para un gran patriota en términos de ciudadanía, y un gran español, como es él. Español en el sentido no de las banderas, sino de derechos y libertades. 

¿Y cómo vivieron ese proceso abierto en familia? Cuenta que su madre le cogía el teléfono a Rubalcaba. 

–O mi hija María, que pequeñita, no sabía decir Rubalcaba. Si Jesús a lo mejor no había hecho todo lo que le decía Rubalcaba y no se ponía, nuestra hija decía: ¡Aitaaa, Rudalcaba que te pongas!

¿Qué vio Eguiguren en Otegi y cuál es la consideración que de él tiene?

–Un cómplice para lograr el objetivo de poner fin a tantos años de violencia. Porque en el fondo sabía que había personas que estaban sufriendo en su país. Eso no quiere decir que toda la izquierda abertzale fuera como Otegi. Había un proceso de reflexión interna, derivada del acoso policial y judicial. Una creciente ruptura del silencio por parte de la sociedad vasca, y un despertar al acompañamiento a las víctimas. Ese proceso con una organización terrorista tocada, junto a la cada vez más delicada legitimación social de la actividad terrorista, dio a personas como Arnaldo Otegi la posibilidad de tirar adelante. Yo no idealizo a nadie, solo digo que fue un cómplice necesario, y un actor fundamental a la hora de que todos lográramos el final. Sé que eso puede no traerme cosas buenas, pero ha llegado un momento en mi vida que no lo digo para quedar bien con nadie ni para ajustar cuentas con nadie. 

En un proceso de construcción de convivencia, pasa por desbrozar.

–Hasta que no empecemos a desbrozar lo bueno de lo malo, lo mejor de lo peor, no vamos a poder seguir adelante. Aquí no hay malísimos y buenísimos, hay víctimas, personas que fueron sus victimarios, pero personas también que han contribuido a finalizar esta situación. Creo que es un ejercicio de generosidad democrática que debemos de poner en valor.  

¿Cuál fue la aportación de Rubalcaba y de Zapatero? 

–No me olvidaré de la frase de Zapatero: la paz no tiene precio político, pero la política puede contribuir a conseguir la paz. Se empeñó, y lo consiguió. Rubalcaba era un gran orador. Un socialdemócrata de casta, creo que mucho mejor ideológicamente armado que Felipe González. Uno de los mejores que ha tenido el Partido Socialista, pero ciertamente también tenía su parte atractivamente enredadora. En el tema del final de la violencia tenía muchas más desconfianzas como ministro del Interior. Menos mal que estaba Josu Jon Imaz. Rubalcaba se fiaba más de él que de Jesús, y siempre servía mucho como interlocutor a la hora de avanzar.

Se van a cumplir 40 años de una mayoría absoluta histórica de Felipe González. Sobre él sobrevuelan las dudas sobre la llamada ‘guerra sucia’. 

–Yo creo que Felipe fue tremendamente más grande que lo que está siendo la gestión de su madurez. Felipe González está acabando con la memoria de muchos de sus grandes logros que como presidente del Gobierno y secretario general del PSOE tuvo. Me parecen tremendamente graves muchas de las manifestaciones que ha hecho sobre la violencia de los GALy otras organizaciones terroristas, porque frivolizan un hecho insalvable para una democracia. Una violencia organizada por el Estado es siempre mucho peor que cualquier otra, porque el Estado está para protegerte. Yo no tengo pruebas para manifestarme sobre aquellos años, pero desde luego las manifestaciones que, pudiendo decir otra cosa, ha hecho después, no me parecen de recibo de un expresidente del Gobierno de España. 

Parece que el PSOE, fuera de la CAV y de Navarra, no puede con el ruido que sobre ETA hace la derecha. 

–Porque para mí, no nos han cuidado lo suficiente. No es solo un reconocimiento a los socialistas vascos. Es el  mimo debido y un reconocimiento a todas las personas que murieron, fueron extorsionadas y perseguidas por la libertad de todos los españoles y las españolas. Yo creo que no se lo ha tomado en serio.  

Pero hay una política de memoria, auspiciada también por el Gobierno Vasco y el Gobierno de Navarra. 

–Sí, aquí sí, porque creo que sin prisa pero sin pausa vamos construyendo memoria. Me refiero a nivel español.

“La violencia que más sufrimos las mujeres es la sexual, y nos da mucha vergüenza contarla” 

Hace días, en el debate previo a la aprobación en el Senado de la Ley de Memoria Democrática, el PP la calificó de “traición a los españoles”.

–Es tremendamente doloroso. Hablo mucho de los deberes que hay que hacer con la gente de la izquierda abertzale. Ellos piden a España la legislación ordinaria en política penitenciaria, que debíamos de haber hecho antes. A lo mejor había dudas incluso cuando existía la excepcionalidad, pero ahora desde luego. Yo pido el reconocimiento debido y que no se ensucie la memoria de las víctimas. Esas palabras suponen una traición y una humillación para las víctimas del terrorismo, que raya lo inadmisible. Porque si revictimización es que te hagan un ongi etorri, humillación también es que a personas que han luchado frente al terrorismo se les diga que son cómplices y desleales con ellas mismas. Eso no se puede tolerar. El PP tendría que tener un recuerdo más grato de todas las personas que dieron su vida en Navarra y Euskadi para que España saliera adelante en términos democráticos. 

¿Y el Partido Socialista entonces en qué tiene que avanzar en memoria?

–Voy a criticar a los míos. Tardamos mucho en acordarnos de quienes siguen en la cuneta. No digo que en la Transición no tuvieran que producirse acuerdos para avanzar en España, pero eso no tenía que pasar por encima de los derechos humanos de las víctimas como se pasó. Todavía seguimos con fosas comunes sin localizar ni exhumar, que es una responsabilidad de Estado. Creo que el PSOE no debe de hacer como la Transición y debe avanzar en el reconocimiento, por encima de lo que el Partido Popular siga diciendo, a las personas que resistieron y ganaron a ETA.

Y a víctimas del GAL, de torturas...

–Exactamente, la violencia puede tener diferencias en los victimarios, pero la víctima no ha buscado ser víctima. Todas las motivaciones de los victimarios son incomprensibles cuando creas un daño así, pero si es en el nombre del Estado es peor. Eso a mí no se me va a olvidar nunca. Y eso se lo puedo decir a todos los de la izquierda abertzale con una afirmación rotunda. Espero que ellos alguna vez me lo digan a mí también con idéntica rotundidad y sinceridad. 

Aboga en el libro por la ilegalización de Vox. Terreno siempre pantanoso y tal vez contraproducente.

–Ya, ya lo sé, pero hay cosas que en una democracia no se pueden permitir. El retroceso en la vida de las mujeres y en los derechos de las mujeres no se deben admitir. Me costó mucho entender el posicionamiento de la Ley de Partidos y la ilegalización de Batasuna. Yo creía que eso no iba a ser un elemento que contribuyera a acabar con la violencia. La ilegalización de posicionamientos políticos siempre da un cierto rubor democrático. Pero entendí que a lo mejor cualquier idea en democracia no se puede defender. ¿Se puede defender que las mujeres son inferiores a los hombres? Lo han llegado a decir los de Vox, y que las mujeres víctimas de la violencia son un obstáculo para la construcción de familias. Hay cosas que no se pueden decir ni defender. Yo no estoy a favor de una ilegalización porque sí, estoy a favor de que se abran tantos expedientes como se abrieron a aquellos que eran cómplices con matar por una determinada ideología de país. ¿O las víctimas del machismo son de segunda? El poder judicial debe investigar si eso supone una vulneración de los derechos humanos o una discriminación.

“Quiero que los chivatos sepan el daño que nos han hecho”

Hay quien observa en el episodio del colegio mayor de Madrid la demostración de un magma existente en la sociedad. 

–Eso no es sano en una sociedad democrática, tampoco que ellas respondan que es normal. ¿Qué responsabilidad tenemos? Luego nos extrañamos de las conversaciones que vemos en los móviles de gente joven. No damos la alarma suficiente. ¿Pero qué hubiera pasado si en vez de los de este colegio mayor hubiera sido un centro de menas? ¿Dirán lo mismo esas chicas? ¿Dirían lo mismo los medios de comunicación? ¿O estaríamos hablando de expulsiones? 

“Al contrario que en Cataluña, en Euskadi se ha escrito una historia demasiado idílica sobre la llegada e integración de los inmigrantes durante la dictadura”, escribe en su libro.

–Exacto. Yo creo que hay historias que merecen ser contadas. No hemos tratado cómo eso ha influido en nuestro desarrollo como pueblo, y a lo mejor tenemos que volverlo a mirar, sin rencor y sin venganza, simplemente para entender cómo todavía no podemos socialmente cohesionarnos en unas mejores condiciones.

Hace una referencia a los chivatos y chivatas que hubo en los años de plomo en Euskal Herria.

–Quiero que sepan el daño que nos han hecho. Porque con Isaías (Carrasco) hubo un chivato. No les habrán condenado, pero seguro, seguro, seguro que no duermen como yo. Estoy convencida. 

Conoció a Ibon Etxezarreta, uno de los asesinos de Juan Mari Jauregi. 

–Mi voluntad no está en tener que perdonar a nadie. Yo hago las paces conmigo misma, que me ha tocado mi tiempo. Fuimos vigilados por su comando. Nosotros le dijimos que esto ya estaba acabado y que siguiera viviendo lo mejor que pueda. Está cumpliendo su condena, ha hecho su proceso interno de llegar hasta aquí, y a mí me conmovió, por eso sé que sí hay personas que han reconocido el daño. Ibon Etxezarreta ha hecho llegar a mí y a mi familia y a más víctimas el reconocimiento del daño que nos causó. Ese trabajo de Ibon está poco reconocido. 

¿Cómo ve a Pedro Sánchez?

–En un momento muy difícil reanimó y rearmó electoral, social y políticamente al PSOE. Es un gran presidente, pero como siempre lo veremos, como en nuestros políticos y políticas locales, a tiempo pasado.