Cuartos presupuestos de la presidencia de María Chivite, en tiempo y forma. Aunque se diga que se trata de la ley más importante del año, la realidad no es tan exagerada. Un presupuesto es en sí mismo una autorización de gasto, que luego podrá ejecutarse o no, incluso manejarse con cierto grado de flexibilidad administrativa. Además, en el nivel de la comunidad apenas surte efectos sobre las grandes magnitudes económicas que condicionan la vida de la gente (inflación, crecimiento, empleo), que se conectan en espacios más elevados. Como todavía no ha nacido el que tenga las narices de plantear a los navarros un cambio en la secular inercia del gasto y el ingreso –en el estilo de proponer una limitación cabal de su alcance, un déficit cero acompañado de un esquema de reducciones fiscales–, lo que ha llegado al Parlamento foral es un instrumento político de los tradicionales, poco más de lo mismo.

Lo que sí tiene el presupuesto de importante es, además de conocer si hay nuevos agraciados por partidas hechas en la sastrería, identificar cuál es la mayoría parlamentaria que va a aprobar las cifras. Se cumplió el guión, y EH Bildu se agrega un año más a un espacio de institucionalidad que tiempo atrás hubiera parecido blasfemia dentro de su estirpe. Las cosas han cambiado, afortunadamente. Aunque no en todos los predios. Tenemos a Javier Esparza que lo único que ha necesitado para salir al atril es saber de la formalización del acuerdo, y así contarnos que “el PSN se siente bien con EH Bildu de la mano”. Algunos hemos hecho un análisis demasiado simplón de esta dialéctica de mentar permanentemente a los abertzales, pensando que este proyecto de líder no daba más de sí. Pero tal vez haya algo más. Lo reveló el propio Esparza en alguna entrevista de semanas atrás, cuando rotundamente sentó el principio de que “el PSN no va a tener otra opción que facilitar que yo gobierne en 2023”. Si esto lo afirma el mismo que se ufanaba por disponer de una encuesta que le daba 17 paupérrimos parlamentarios, es que algo bizarro ronda su cabeza. En efecto, lo que está deseando este personaje es que la segunda fuerza política de Navarra sea EH Bildu, soñando con que un PSN relegado al tercer lugar tendrá que elegir dicotómicamente que gobierne alguno de los precedentes. Idéntico mecanismo que el que facilitó la alcaldía a Maya. En efecto, amigos, es patente el interés de José Javier Esparza Abaurrea porque crezca todo lo que pueda la coalición liderada por Sortu, y de ahí que se haya convertido en su mayor propagandista. Ha encontrado por fin la fórmula para llegar al sitio al que debe arribar so pena de reingresar al aula donde impartía. Dentro de la ecuación, cree el de Aoiz que para conducirse al éxito basta con que su partido mantenga como pueda la primera posición, y que los de Chivite paguen, aunque sea un poco, el pasivo que les endose Sánchez o el que los aguerridos Remírez y Alzórriz corroen por aquí. Si junto a todo ello los de Laura Aznal avanzan un par de escaños, el tablero será óptimo. Hay que pellizcarse para aceptar que UPN, justo UPN, está hoy cifrando todas sus esperanzas en que Bildu aumente adhesiones, se asiente en un mayor número de escaños, obtenga el éxito de ser segunda fuerza. Pero es así, justo así. El eterno aspirante está convencido que con esa foto en el anochecer del 28 de mayo las cosas podrán volver a su ser, con un socialismo que tendrá que hacer penitencia, caerse del caballo ofreciéndole el óbolo de su investidura. Para qué construir una propuesta política acorde con una parte relevante de la sociología navarra, la de la foralidad constitucionalista. Solo se necesita esperar, esperar un poco más, sin que importe mucho gastar algo del colchón de votantes, porque en esa espera llegará la conjunción planetaria. Alimentar a EH Bildu, la estrategia de una UPN que nunca pudo llegar a menos. Esparza y sus cuates son incapaces de imaginar siquiera que ese PSN que creen que les va a dar la presidencia ya ha tomado una opción. Igual que en esta semana se ha formalizado un acuerdo presupuestario de nada fácil equilibro, el mismo grupo de firmantes hará lo necesario para que este cenizo no recupere para los regionalistas el cetro. Como tampoco parece ser capaz de entender José Javier que la ley ya establece que si se produjera un bloqueo por imposibilidad de investidura, el reloj condicionará unas nuevas elecciones. Pero ahí sigue el perfecto incapaz, alentando los avances de Bildu.