Hay una metáfora que ilustra bien la guerra civil que vive la derecha navarra: la de una bola de nieve que cae por una ladera y termina convertida en un gigantesco alud que ha atrapado a las direcciones de los tres partidos –UPN, PP y Cs– en una guerra de reproches, fichajes y robo de candidaturas. Hasta el punto de que hay quien aboga por bajar la presión para no achicharrar al electorado de derechas, al que no le gusta ver a los suyos a la gresca.

En esa clave cabe entender que el sábado por la tarde, el alcalde de Madrid, José Luis Martínez Almeida, no dijera ni palabra sobre UPN en una visita que hizo a Tudela. Sin duda estaba en el guion bajar el suflé tras el encontronazo del jueves pasado entre el coordinador general de los populares, Elías Bendodo, y el presidente de UPN, Javier Esparza.

Bendodo acusó a UPN de alinear sus intereses a los del PSN y EH Bildu y el regionalista le contestó llamándole poco menos que ignorante, tildando sus palabras de estupideces y pidiéndole que, para hacer eso, deje la política. Es quizá el cruce más amargo de cuantos ha habido desde que en agosto de 2022 ya quedó claro que Navarra Suma estaba finiquitada.

Desde un año antes venía dando señales Esparza de querer desmontar la coalición, pero no fue hasta que Miguel Tellado –mano derecha de Feijóo– dijo eso de que el PP quería concurrir con sus propias siglas que no se desataron las tiranteces.

De menos a más

Al principio todo era más o menos amable. Esparza criticaba la “incontinencia verbal” de los líderes populares y todavía manejaba un lenguaje suficientemente ambiguo como para pensar que ambos partidos buscarían una alianza.

Pero cuando UPN dijo que concurriría en solitario la bola de nieve cogió velocidad. El PP le acusó de “deslealtad” y Tellado dijo aquello de que Esparza quería ser la “muletilla” de Chivite. “Tenemos la obligación de ocupar el espacio que ha dejado UPN”, decía. Y Esparza ya no rebajaba las polémicas con eufemismo o palabras amables: “Nunca hemos conocido un PP así; nos insultan y quieren premiar a quienes nos han traicionado”, se quejaba, amargo, al hilo también de los fichajes de Sayas y Adanero. 

La baza de Esparza era decir que el PP “ha pisado poco esta tierra”, que son ajenos e insignificantes. Pero todos sus ataques tenían respuesta. “Esparza solo piensa en Esparza, que no apele al votante de derechas para regalarle los votos al PSN”, le contestaba Tellado. Y el remate llegó la semana pasada con las controvertidas palabras de Bendodo en Pamplona. “Es una ignominia, una estupidez”, contestaba Esparza. En el comunicado, recomendaba a Bendodo dejar la política, acusaba al PP de fichar tránsfugas y ridiculizaba las incorporaciones de Zarraluqui y Kutz a los populares, insinuando que eran altas de poco nivel. Una guerra a calzón quitado, vaya.

No es lo mejor para unas elecciones clave para la derecha. Pero no siempre se elige cómo se llega a los comicios. En Navara, UPN y PP lo hacen en plena bronca. Y las consecuencias que esto puede tener son inciertas. 

Marginación y purgas de 6 minutos: la gestión que sangra al regionalismo

La guerra con el PP está agriando la vida interna de UPN. Y Esparza tiene motivos para la zozobra. El PP tiene hoy casi un centenar más de afiliados. La mitad vienen directamente de UPN. A los populares se han pasado ex altos cargos como consejeros –Luis Zarraluqui o María Kutz–, representantes en pueblos –en Berriozar, Berrioplano, Villava...– o exparlamentarios –como Mónica Doménech–, además de Sayas, Adanero y la senadora Goñi. Y veremos más caras conocidas hacer el mismo camino. Cunde también el nerviosismo entre los que se quedan y empiezan los codazos para asegurarse un puesto entre los 12 primeros puestos de la lista al Parlamento.

Para algunos, la motivación habrá sido el despecho o la esperanza de medrar. Pero hay otros que se han marchado por sentirse marginados.

Lo dijo Zarraluqui, extitular de Fomento y exparlamentario con Esparza: se ha arrinconado al que no comulga absolutamente con la dirección. Lo dijo también el alcalde de Fustiñana, que se marchó decepcionado con Esparza. Exactamente lo mismo que acaba de decir la alcaldesa del Valle de Egüés, tercer municipio de Navarra. Amaya Larraya, que en el congreso apoyó a Sayas, dijo antes de ayer en este periódico que se había sentido “decepcionada” con la dirección, que la echó en una reunión de última hora –y que duró seis minutos– sin darle más explicaciones.

Así se entiende un caso como el de la Cendea de Cizur, donde el alcalde ha dicho que prefiere “aislarse del ruido” y concurrir con una plancha independiente. Será otra alcaldía que ya no tenga UPN. Y el motivo será una gestión interna que amenaza con pasar factura.