El resorte que lanzó a Vox a presentar su segunda moción de censura fue desvelarse, a finales del año pasado, que el Gobierno pretendía eliminar el delito de sedición y abaratar el de malversación, a conveniencia de los independentistas catalanes. A su vez, esta contrapartida se originó en la negociación presupuestaria que concedió a Sánchez el salvoconducto de un final de legislatura acorde a calendario, sin sobresaltos. 2023 se quería de mera utilidad electoral, por lo que convenía cerrar los asuntos espinosos antes de San Silvestre, y a otra cosa en el nuevo año. Pensaron los de Abascal que incrustar en esa pauta la moción de censura permitiría romper la conveniencia de socialistas y allegados, y que podría tener la utilidad adicional de azuzar una severa crítica política en un asunto que dañaba mucho al PSOE. El problema que vieron en Vox fue que ya habían presentado antes otra moción, y si se repetía la misma liturgia incurrían en el riesgo de condenarla a la irrelevancia. Así que creyeron que debían propiciar un cambio en el guion, ofreciendo el protagonismo a alguien ajeno a la sigla. Puedo imaginar que han manejado unas buenas docenas de nombres, y habrán hecho no menos de medio centenar de llamadas. Para, al final, escuchar el consejo ladino de Fernando Sánchez Dragó y situar como candidato alternativo a Ramón Tamames. Su pedigrí: pasado comunista, cierta presencia en la macedonia de la transición, tertuliano locuaz y aura de intelectual, atribuida midiendo al peso sus escritos.

Vox prefiere no disponer de referencias sociales con las que nutrir su praxis que verse desautorizado en el dogmatismo dirigente

El baldón: un personaje vanidoso, incontrolable, de ideario líquido, con notorias limitaciones físicas fruto de la edad. Se puso en juego la candidatura y los hechos posteriores ameritaron que, en efecto, el protagonista no pensaba perder protagonismo. Tan solicitado se vio para las entrevistas, que él mismo empezó a llamar a los periódicos para ofrecerse. Pista libre para decir que a los síndromes de Down es mejor abortarlos, que claro que el cambio climático es incontestable, que España es plurinacional, que Vox abusa de la bandera, y que se exagera cuando se dice que Sánchez es el peor presidente en la democracia. Un filón de acerados desafíos a lo que ha hecho de Vox una referencia política a la que votaron en las pasadas generales más de cinco millones de personas.

En Francia, la Asamblea se ha puesto frente a Macron por las pensiones. Los vecinos, al turrón; nosotros, a la astracanada

Pronosticar que la moción va a ser un esperpento no tiene mérito de analista. Primero, por extemporánea. Se le atribuye como razón de ser la necesidad de que se convoquen ya elecciones generales, en coincidencia con las del 28-M. Pero la ganancia sería mínima, sabiendo que indefectiblemente se van a disolver las Cortes a la vuelta del verano. Luego, se verá que con el candidato Tamames la alternativa que se ofrece es lisérgica, ni de Vox ni, al parecer, contraria a Vox, puesto que ellos son los que proponen el lance. La política ha pasado a otra dimensión. Igual que Internet degenera en el metaverso, una estupidez para aprovechados, la práctica de la política institucional nos lleva al tamaverso, el metaverso de Tamames, un espacio en el que desaparecen la referencias tradicionales y todo se hunde en la incertidumbre y el trampantojo. Porque, ¿qué se pide que vote el Congreso con ese candidato? Si sólo se le quisiera para convocar elecciones, valdría cualquier diputado de Vox. Si se le pone para representar algo más, el personaje es en sí contraindicado. La escaramuza demuestra también que los de Abascal han hecho oídos sordos a tantos de su entorno que les han advertido del ridículo que se avecinaba, lo que delata que como partido prefieren no disponer de referencias sociales con las que nutrir su praxis que verse desautorizados en el dogmatismo dirigente. Es decir, la política de siempre. La única incógnita del debate de la moción es cómo se desempeñará Sánchez frente a su alternativo, sabiendo que el presidente se ha asentado últimamente en la chulería y la cutrez argumental.

En Francia se ha puesto en marcha una moción de censura para contraponer el poder legislativo de la Asamblea frente a la determinación de Macron de reformar por decreto las pensiones. Aquí, el Gobierno ha aprobado también por decreto una reforma que lo único que hace es aguantar unos años más la estafa piramidal del sistema a costa de aumentar brutalmente las cotizaciones. No lo ha acordado en el Pacto de Toledo, sino en apaño con los sospechosos habituales, CC.OO. y UGT, que solo a ellos representan. Los vecinos, al turrón. Nosotros, a la astracanada.