Las elecciones del próximo 28 de mayo ofrecen muchos marcos de interés. Está en juego el próximo Gobierno de Navarra. De la presidencia a la conformación de mayorías en el Parlamento. Si hay o no Gobierno de coalición y qué peso tiene cada partido en la nueva estructura del Ejecutivo foral. Y, por supuesto, qué escenario queda en los ayuntamientos, especialmente en Pamplona. Lo que ocurra en la capital puede condicionar todo el mapa posterior.

Sin embargo, está siendo por lo general una precampaña de perfil bajo. Más allá de los mensajes que empieza a esbozar cada partido y de una mayor presencia mediática de sus candidatos, el debate se mantiene en términos previsibles y alejados de la crispación habitual en estos casos. Quizá sea porque no se esperan grandes cambios en el resultado final. O porque el debate político se ha convertido en una campaña permanente en la que resulta difícil distinguir el grano de la paja.

Hay en cualquier caso una disputa, pública y encarnizada, que destaca sobre el resto. La recomposición de la derecha tras la ruptura de Navarra Suma se ha traducido en movimientos hacia uno y otro lado en las listas electorales, especialmente en dirección al PP. En torno a un centenar de antiguos miembros de UPN y Ciudadanos se han pasado a las filas populares que, a falta de estructura y tradición en Navarra, ha apostado por pescar en las filas regionalistas. A fin de cuentas, el PP es quien menos tiene que perder en toda esta operación, básicamente porque parte de cero y todo lo que pueda sumar queda en el lado de las ganancias.

Las encuestas, sin embargo, no auguran un resultado especialmente bueno para el partido de Feijóo en Navarra. UPN mantiene su implantación territorial y todo apunta a que va a seguir siendo la referencia en el espacio de la derecha. Sobre todo en los ayuntamientos, donde ser primera fuerza facilita mucho lograr el poder. El proceso recuerda en cierto modo al que prosiguió a la ruptura de 2008, y no parece que el resultado esta vez vaya a ser muy diferente.

Más allá del ruido, el PP no ha conseguido romper UPN. Todas sus incorporaciones han sido de dirigentes de segunda fila que se habían quedado relegados en las candidaturas. Ninguna referencia institucional, más allá de los dos diputados que fueron expulsados del partido hace ya más de un año, y desde luego nadie que pueda representar una corriente crítica o una referencia ideológica dentro de la formación regionalista. En estas circunstancias, es difícil prever un trasvase de votos importante.

Preparando el día después

Pero tampoco es ese el objetivo. Al menos no el único. Más allá de la batalla electoral, en la derecha navarra hay también una disputa soterrada que mira ya al escenario que pueda surgir después del 28-M. Y ahí, el goteo de fugas, las críticas al liderazgo en UPN y la sensación de desánimo que empieza a cundir entre la militancia regionalista sí que pueden ser determinantes a medio plazo.

El CIS daba esta semana cero escaños a UPN en las elecciones generales previstas para finales de año. Es cierto que con muy pocas encuestas –apenas un centenar–, por lo que el dato tiene un valor muy relativo. Pero que sirve para recordar las consecuencias que pueden tener estas elecciones para la formación regionalista si no conserva una hegemonía clara.

Es por lo que apuestan algunos de quienes han cruzado a las filas del PP cuestionando abiertamente la gestión de Javier Esparza al frente del partido. Tras dos legislaturas consecutivas en la oposición será difícil que pueda continuar si las urnas vuelven a dejar a UPN lejos del Palacio de Navarra. Y hay quien apunta ya a una futura recomposición de la derecha en Navarra ya sin el agoizko al frente del partido. Que quienes se han pasado al PP no se hayan afiliado al partido e integren las listas como independientes resulta bastante significativo.

En este contexto hay que interpretar también la candidatura de UPN al Parlamento, copada por fieles de Esparza y sin el alcalde de Tudela, Alejandro Toquero, que podría haber representado una alternativa interna en el día después. Queda un mundo todavía y es difícil augurar lo que puede pasar dentro de UPN. Pero ocho años en la oposición han dejado a muchas víctimas por el camino y no todas se han pasado al PP.

Y esta es una contienda que va más allá de las siglas. El resultado electoral va a condicionar mucho el futuro tanto de UPN como del PP. No solo en cuanto a representación institucional. También su capacidad para marcar el paso en un espacio político que ahora mismo está lleno de dudas, y en el que Esparza se ha convertido para muchos en el objetivo a batir.

El resultado final dirá si la estrategia de liquidar Navarra Suma ha sido acertada o no. Y determinará si UPN puede –y quiere– fijar un rumbo propio alejado de su vinculación histórica al PP. Dicho de otra forma, si deja de ser la franquicia regional de la derecha española y si apuesta realmente por ser un partido regionalista abierto a pactos puntuales y de gobierno, aunque sea desde la oposición. Aunque ello implique la ruptura definitiva de una derecha en la que todos empiezan a tomar posición ante la batalla de verdad. La que comienza el 29 de mayo.

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