“He estado con personas de la Ribera que sabemos que han sido detenidas y torturadas pero prefieren no tocar ese tema. Primero porque no lo han trabajado, han pasado muchos años y piensan que sacar todo eso les va a retrotraer a aquellos años. Han pasado muchos años y ninguno somos la persona que éramos antes, muchos incluso no pensamos igual, pero eso no quiere decir que la experiencia que pasamos no sea una salvajada. Necesitamos de una forma u otra hablar de esto y de una forma terapéutica, sacarlo”. Quien así habla es Anika Gil, tudelana detenida la madrugada del 28 de febrero de 2002 en el Casco Viejo de Pamplona y torturada durante 5 días.

“El relato individual es el que va a hacer el relato colectivo. Somos conscientes de que en la Ribera habrá muchos más casos que los que están registrados, pero ni siquiera somos capaces de llegar a los 50 que hay a día de hoy. Queremos tratar de explicar la importancia del relato individual ya que con él se construye el relato colectivo y eso nos puede acercar lo más posible a los datos reales de lo que fue una realidad cruel y salvaje: La práctica de la tortura durante 50 años”. Jorge Txokarro fue detenido la madrugada del 28 de febrero de 2002 en el barrio de San Juan de Pamplona y torturado durante 5 días.

"Es la oportunidad de hacer un relato que se nos ha negado y mostrar una realidad cruel y salvaje"

Jorge Txokarro - Red de Personas Torturadas

Ambos están integrados hoy en la Red de Personas Torturadas de Navarra que ha colaborado en la realización del Proyecto de Investigación de la Tortura y Malos Tratos en la Comunidad Foral de Navarra entre 1960-1978 y en la Investigación sobre la Tortura y Otros Malos Tratos en Navarra desde 1979 a la Actualidad, llevados a cabo por el Instituto Vasco de Criminología, de la Universidad del País Vasco en los años 2019 y 2022, con un nutrido equipo de investigadores y psicólogos que en los próximos meses van a tratar de profundizar más en la Ribera para analizar los casos que se produjeron en esta comarca.

Las cifras de la ribera

Como explica una de las redactoras de los trabajos, Laura Pego, doctora en Derecho, investigadora del Instituto Vasco de Criminología y profesora de Derecho Penal y Victimología, “seguimos trabajando en todo Navarra porque siguen apareciendo casos, pero en el caso de la Ribera tenemos menos datos y queremos dedicar un impulso especial a esa zona. Tenemos interés porque vemos que hay menos datos de esta zona que de otras y no porque no haya habido casos, sino porque igual hay una dificultad mayor de llegar hasta esas personas”. En esa labor la Red está siendo de gran ayuda para acercarse a los afectados.

La intención es sacar a la luz una práctica que en todo Navarra fue “habitual”, una palabra que, quienes han trabajado en el tema, prefieren usar en lugar de “sistemática”, aunque la cifra de los afectados en Navarra entre 1960 y 2015 llega a 891, si bien los casos de tortura alcanzan los 1.068. “Hasta los 80 y 90 era mucho más que habitual. Incluso Amnistía Internacional llamaba la atención sobre la importancia del numero de denuncias, que era muy alto en comparación a otros contextos. Para decir sistemático habría que analizar esos datos desde un punto de vista más científico, pero se podría decir que no era algo ocasional, se podría decir que el numero de casos es preocupante y era práctica habitual”.

“Mucha gente no te cree o lo justifican, una amiga me dijo ‘quien juega con fuego se quema’”

Anika Gil - Miembro Red de Personas Torturadas

Anika Gil hace comparaciones con la Guerra Civil para destacar la importancia de que salga a la luz, “imagina que no hubiera testimonios de las burradas de la Guerra Civil y se mantuviera el silencio. Con esto pasa lo mismo. Hasta ahora se ha escondido y es un trabajo que a nivel individual es duro pero viene muy bien, y a nivel social también para que salga a la luz”.

Según los datos de la Euskal Memoria Fundazioa en estos años que abarcan los estudios hubo en la Ribera 92 personas detenidas, de las que 44 sufrieron torturas. Sin embargo, a raíz del trabajo del censo que está realizando la Red han salido nuevos casos o personas torturadas que estaban censadas en otros pueblos y que ahora viven en la Ribera o viceversa, por lo que las cifras que se manejan actualmente, y que podrían aumentar, son 50 personas torturadas y 54 casos.

De esa cantidad 5 han rellenado el formulario y se han hecho socios o socias, a 4 se les ha entregado la carpeta para que escriba su relato pero no la han entregado porque tienen resistencias, otras 4 no quieren tomar parte, 12 están identificadas, pero no han podido contactar con ellas y de las otras 25 solo tienen sus nombres pero no pueden acceder a ellas por lo que no están identificadas. De todos ellos el 99% de las detenciones y de las torturas se produjeron entre 1970 y 1990 y por localidades son de Tudela 34, Fitero 1, Villafranca 5, Cascante 4, Murchante 1, Valtierra 1, Cintruénigo 1, Carcastillo 1 y Cadreita 2. La gran mayoría de las torturas se produjeron a manos de la Policía Nacional (32) y de la Guardia Civil (15).

Para la psicóloga Jeanette Ruiz, colaboradora también de estos informes, “una de las cosas que más hacen que las personas se revictimicen es que no les crean. Para muchos eso es peor que los días que pasaron incomunicados. El Protocolo de Estambul no garantiza al 100%, pero da un grado de credibilidad en sus alegaciones. El hecho de que no les hayan creído y que el Protocolo diga que lo que dicen es verdad les deja bastante tranquilos. Hemos encontrado personas que han abierto la caja de los truenos y se han empezado a sentir muy mal porque no habían hablado a nadie de ello y otras que se han quedado más tranquilas porque han dicho, ‘tengo una prueba científica de que lo que he dicho es cierto’”.

Una de las conclusiones del último de los informes realizados en 2022 señala que con los casos de tortura analizados “nos encontramos ante una violencia negada, no investigada y, en consecuencia, no castigada. Todo ello ha generado un sentimiento de desconfianza en las víctimas hacia las instituciones y al sistema de justicia”.

Dos experiencias

De hecho, tanto Anika Gil, como Jorge Txokarro han sufrido la incredulidad de sus denuncias por torturas tanto de instancias judiciales como personales. Anika no llegó a estar imputada por ningún cargo, tras haber estado en prisión varios meses, y Jorge fue condenado a 14 meses de prisión, que no cumplió porque había estado dos años, por tentativa de colaboración con banda armada, “no existe esa figura jurídica pero aceptar eso era la única manera de salir de allí”.

Después de que Anika pasara 5 días incomunicada, recibiendo torturas “psicológicas, físicas y sexuales”, y sin haber recibido alimentos, todos los que fueron detenidos ese mismo 28 de febrero de 2002 tuvieron visita con su abogada y familiares pero a ella no se lo permitieron, “todos habían podido relatar que habían sido torturados menos yo y en prensa salió que no había sido torturada, pero simplemente es que nadie había tenido contacto conmigo”.

La tudelana contaba los días de incomunicación por las apariciones del forense, una al día, y, conociendo que la incomunicación era de cinco días, “cuando ya llevaba cuatro, dije ‘esta es mi ultima oportunidad de denunciarlo’. Se lo dije al forense pero dio aviso, vinieron después, empezaron a dame de nuevo y se cebaron”. Cuando terminó su declaración ante la juez le dijo “ahora quiero hacer un relato de las torturas que he sufrido psicológicas, físicas y sexuales. Me miró y me dijo ‘¿solo va a declarar lo que usted desee?’. No me dejó decir nada más. Lejos de tener alivio lo que tuve es una sensación de que era una mierda, un cero a la izquierda y de que no valía nada”. 

Dos meses después, cuando salió de prisión, donde escribió en papel detalladamente todo lo ocurrido en esos días de incomunicación en el calabozo, se dio cuenta de que necesitaba sacar todo lo que había sufrido. Su testimonio en la película de Julio Medem, La piel contra la piedra, fue uno de los primeros que se hicieron públicos sobre torturas. “Fue la primera cosa que se hizo de como había sido la tortura. Hasta entonces nadie hablaba. A raíz de ahí la gente fue hablando pero hasta entonces no porque había todavía mucha gente dentro de las cárceles y no podían acceder a realizar esos testimonios”. Tras la película tuvo que ver cómo en tertulias televisivas se negaba y se burlaban de su testimonio lo que le revictimizó de nuevo, “hay mucha gente que no te cree o incluso lo justifica. Una amiga me dijo ‘quien juega con fuego se quema’”.

Por su parte, Jorge recuerda cómo cuando entró a testificar en la Audiencia Nacional con el juez Ismael Moreno llevaba un forro polar que le pusieron por la cabeza, “entré y me dijo el juez, ‘se le puede quitar al detenido el forro de la cabeza’, aunque luego añadió, ‘bueno, mejor que no. Mejor que declare así’ y me volvieron a poner el forro polar tapándome la cabeza y declaré tapado. Entonces dije ‘quiero declarar que he sido salvajemente torturado’ y me dijo, ‘si, ya lo sé’”. En los meses que estuvo en la cárcel escribió su relato, “no había pasado mucho tiempo y lo intenté hacer lo más detallado posible. Con el tiempo me di cuenta que no puse ni una cuarta parte de todo lo que había pasado. Poco a poco, con los años, te van viniendo cosas y vas haciendo un relato completo. Perdí el conocimiento varias veces y no era fácil encadenar los recuerdos, me despertaba tirado en el suelo, desnudo o con una manta encima.. tenía muchas lagunas”.

A los dos les han quedado en el inconsciente sonidos que despiertan recuerdos, “los gritos, pasos sobre el techo de mi celda, los cerrojos metálicos… acababas pensando ‘que no sea el mío, que no sea el mío…’ sin pensar que iban a por otro. Es el instinto de supervivencia”.

De hecho, una de las técnicas de tortura más empleadas, según explica la psicóloga Jeanette Ruiz es oír el sufrimiento de otros compañeros. “El sentimiento de culpa que se tiene no es tanto por no haber podido ayudar, que sí se da en algunas personas, sino por haber dado el nombre de alguien conocido. Se dan casos incluso de personas que se sienten culpables porque se quitan la ropa cuando se lo mandan, en lugar de esperar a que se la quiten. En muchos casos hay sentimiento de culpa por ‘no haber aguantado’ y haber dado nombres, pero ¿qué es aguantar?”, apunta.

“Se dan casos de personas que se sienten culpables por quitarse la ropa cuando se lo piden”

Jeanette Ruiz - Psicóloga redactora del informe de la UPV/EHU

De cara al hecho de acercar más el foco a la Ribera Jorge y Anika, de la Red lo ven como una oportunidad “de hacer un relato, que se nos ha negado, con un estudio independiente y científico. Quienes han querido participar les asaltan los recuerdos al compartir experiencias y es una auténtica terapia. No queremos usar el verbo convencer para llamar a la gente, es una oportunidad de superación personal y social para que no vuelva a pasar y no van a estar solas. Luego su testimonio se guarda o no si ellos quieren, no hay ningún compromiso”, explican. En ese sentido ambos apuntan que para que Navarra avance en claves de convivencia “y tengamos un mismo suelo ético y moral es muy importante que estas personas dejen constancia de su relato. No significa que participen, sino que se sientan cómodos, crear lugares de encuentro o si necesitan ayuda psicológica”.

Respeto a la participación

Pego, una de las personas que ha elaborado los informes, muestra todo su respeto hacia “aquellas personas que quieren participar pero no se ven capaces. Cada persona es un mundo y es un proceso personal. Porque no quieres revivir todo eso que ocasiona tanto dolor”. Dentro de los casos analizados explica que en muchas ocasiones “cuentan lo que les pasó, dan muchos datos y luego te dicen que eres la primera persona a la que han contado todo de esa forma. Igual solo lo saben los más cercanos, pero no con tanto detalles”. Por eso asegura que quienes dan el paso de contarlo “dicen que ha sido un alivio, aunque puede tener sus repercusiones negativas. Días antes lo pasan mal, hay que prepararse y recordar. En general los comentarios son positivos, por poder hablar de ello. Se sienten reconocidas y sirve como una parte de reparación”.

“Hay menos datos de esta zona, porque igual hay más dificultades de llegar a estas personas”

Laura Pego - Doctora en Derecho e Investigadora de la UPV/EHU

Desde el Instituto Vasco de Criminología ponen un teléfono y un email a disposición para que desde el propio centro se pongan en contacto y envían la documentación a rellenar. En los documentos se pregunta si quieren prestar su testimonio en audio, vídeo o por escrito y si están dispuestos a hacer el protocolo de Estambul. “Nos acercaremos a la Ribera a recoger testimonios” asegura Pego, al tiempo que agradece la labor que están realizando personas como Anika y Jorge, “facilitan esa documentación a las personas torturadas, nos la entregan y somos nosotros quienes recogemos el testimonio. Garantizamos la protección de datos y estamos sometidos a todas las normas de confidencialidad”.

Como primer paso el 30 de junio a las 18 horas en los cines Moncayo de Tudela se emitirá la película Carpetas azules que hace un recorrido por el trabajo de los profesionales en este informe. Más allá de los testimonios de las personas, los propios profesionales explican por qué hacen este trabajo y por qué dan credibilidad a lo que se dice. “Desde la Red de Personas Torturadas nos vamos a volcar en esa zona de Navarra porque es necesario, porque no les vamos a dejar solos y vamos a hacer lo que esté en nuestras manos para hacer ese viaje de forma colectiva que es lo que más les va a sanar”