Este domingo los lectores de Diario de Noticias podrán adquirir por 13,95 euros más el periódico un ejemplar de ‘El despertar de Navarra’, una historia sintética de la Gamazada y su legado, ahora que cumple su 130 aniversario. El libro está publicado por Mintzoa y escrito por María del Mar Larraza Micheltorena, profesora titular de Historia Contemporánea de la Universidad de Navarra y desde 2012 directora de la Cátedra de Lengua y Cultura Vasca. Larraza subraya “la fuerza” de esta “respuesta masiva” de fuerismo. “Por lo que representa”, y “por la permanencia del legado” de un "acontecimiento que no ha perdido vigencia y forma parte de nuestra memoria histórica e idiosincrasia”.

Ha condensado esta historia en un centenar de páginas. 

–Fue un despertar popular a la sensibilidad por los fueros, que eran patrimonio de las élites. Presenta un pueblo unido más allá de las diferencias políticas o sociales. Y tiene muchísima trascendencia política.  

La Gamazada activó la indignación en Navarra.

–Los historiadores no podemos perder de vista el contexto más amplio en el que suceden las cosas. Fue un despertar popular de una conciencia. Era un tiempo de reafirmaciones regionales en el que surgen o se terminan de definir los nacionalismos periféricos y empiezan las primeras voces regeneracionistas contra un el sistema político español que era caciquil y oligárquico.

Y en ese contexto estalló la Gamazada en 1893.

–Tras el trallazo del decreto de Gamazo, que pretende extendernos las contribuciones indirectas de las que estábamos exentos por la ley de 1841, hubo un rechazo inmediato en los periódicos. Entiendo que las fuerzas vivas (políticos, intelectuales, prensa, dirigentes de sociedades), fueron perfectamente conscientes de lo que significaba, y crearon un espíritu de resistencia. Que les secundasen muchísimos ayuntamientos, quiere decir que ese sentimiento también existía más allá de las élites. La vivencia de una magna manifestación en Pamplona con miles de personas, nunca hasta entonces conocida, hizo que se sintieran protagonistas de lo que estaban defendiendo.

Un combinado de energías...

–Sí, el ascendiente de unas élites, y una fuerza que estaba ahí y se despertó con la pasión. 

Así que también hubo empuje de abajo a arriba.

–Fue el momento de tomar conciencia de que el sistema foral es algo importante y que todos podemos prestarnos a defenderlo. En esa respuesta masiva, multitudinaria y unitaria, a la que se le quiere dar una dimensión apolítica y legal, se define una conciencia de identidad colectiva o comunitaria en torno a los fueros. Ese es el legado más importante de la Gamazada.

A la manifestación del 4 de junio acudieron 20.000 personas. Más allá de la demografía y de los medios de locomoción del momento, alguien podría pensar que tampoco fue para tanto.

–Esas 20.000 personas eran muchísimas, y de toda la geografía; gente que pasó la noche caminando o que llegaron por otros medios. Fue una cantidad tremenda, teniendo en cuenta además que las mujeres físicamente no estuvieron entre los manifestantes. Estaban en los balcones, pero no participaron físicamente. Aquella cifra fue un porcentaje enorme. Todo el mundo estaba por voluntad propia, fuera cual fuera su motivación. Esa asistencia fue el gran argumento e los navarros, por masiva, unitaria, y no levantisca, sino desde la legalidad y el apoliciticismo. Esa fue una carta que jugó la Diputación ante Madrid y en casa, dejando sin sentido otras posibles alternativas. De hecho hubo un pequeño levantamiento de tres soldados y cuatro civiles en Puente la Reina, que quedó desacreditado. La idea primordial era que se tenía razón, que no se necesitaba recurrir a la violencia, ni se habían echado al monte. Pero es que después se escribió el llamado 'Libro de honor de los navarros' con ciento y pico mil firmas, en este caso también de mujeres, aunque con un proceso de recogida hinchado.

“Las fuerzas vivas crearon un espíritu de resistencia, pero ese sentimiento también existía más allá de las élites”

Esa cohesión de la que hablaba fue importante...

–Las movilizaciones en buena medida acabaron dirigidas por la Diputación. Integrada en su mayoría por liberales, aunque también había algún carlista. Fue la institucionalización de la Diputación como representante del pueblo. Lo que primó y les unió, fue el fuerismo de todo el mundo, en distinta medida e interpretación. Defendían la ley de 1841, el modo en que Navarra se reinterpretó y cambió de naturaleza y pasó de reino a provincia foral, perdiendo sus instituciones pero guardando aspectos administrativos y hacendísticos dentro del anclaje de Navarra en el nuevo Estado, para encajar en la nueva España de la monarquía liberal. Toda la defensa foral y las manifestaciones se hicieron en favor de esa ley, porque el gran argumento para oponerse al razonamiento económico de Gamazo fue legal: que se estaba conculcando la ley del 41, producto de un pacto político o negociación, y eso no se podía romper unilateralmente. 

Hubo una paradoja llamativa.

–Esa ley no gustaba a todos, pero se reafirmó al invocarse frente a Gamazo, y eso hizo que de alguna manera triunfase la tesis de los liberales. Para los carlistas e integristas la ley era un hecho inevitable pero no el ideal. La aspiración era una vuelta a una integridad foral, a que Navarra conservara todas sus leyes e instituciones. Estaban también los euskaros, grupo de intelectuales que redefinieron un poco el pasado de Navarra, resaltaron el carácter vasco del primitivo reino y defendieron un fuerismo a secas. Esos navarros que escribían Nabarra con b querían recuperar los fueros no para separarse de España, sino para que se reconociese en toda su personalidad jurídica y política, en contra de una lectura de España centralista y uniformizadora. 

Pluralidad dentro de la unidad.

–Los liberales entendían la ley del 41 como la última palabra en cuestión de fueros, y quienes consideraban lo contrario, carlistas y euskaros, defendían más bien una vuelta al pasado. La Gamazada contó también con la presencia testimonial de Sabino Arana y de su hermano Luis que confeccionaron una bandera en representación de unas poquitas personas que vinieron de Bizkaia a recibir a los diputados navarros cuando regresaron de Madrid. Nos situamos en el momento en el que Sabino Arana está gestando su doctrina, que no es la ley del 41. Para él los fueros son expresión de la soberanía de un pueblo que fue independiente. Vio que la Gamazada era una manifestación contra Madrid, que él con el paso de los años interpretará en clave independentista. En aquella Navarra, liberales, carlistas y euskaros admiten una cultura vasquista. La politización o la dimensión política de eso iba a surgir a partir de entonces, por eso la Gamazada está en un límite.

“La vivencia de una magna manifestación en Pamplona con miles de personas les hizo sentirse protagonistas”

Incluso cronológico, de fin de siglo.

–Fue un momento de efervescencia, entusiasmo y esperanza. Desde 1841 en el conjunto de España se había implantado una monarquía, había tenido lugar una segunda guerra carlista, se abolieron los fueros de las Vascongadas, aunque les quedaron los conciertos económicos, se retocó el de Navarra en lo que respecta a la contribución directa... Se percibía una monarquía liberal cada vez más centralista y unitaria, un nacionalismo español más evidente que tenía menos en cuenta las peculiaridades de las distintas regiones. En esa segunda guerra los carlistas habían sido derrotados, y existía una visión crítica desde Madrid respecto al papel de estos territorios. En la Gamazada vuelve a recordarse la realidad foral, pero fugazmente. 

El título de su libro se inspira en una expresión del momento.

–De Hermilio de Olóriz, un euskaro que después evolucionó hacia el nacionalismo vasco. Era cronista de la Diputación, y escribió una crónica sobre los hechos, conocida como cartilla foral, para las escuelas. Fue un hombre que se sintió feliz. Llegó a gritar ¡Viva Gamazo! porque entendía que el ministro les había unido y despertado a las esencias y a la verdadera identidad de Navarra, dividida entre carlistas y liberales. Él aspiraba a un fuerismo compartido y en ese camino, unirse con las Vascongadas, para defender y recuperar muchas cosas del pasado. Ese ‘despertar de Navarra’ tuvo su momento, pero la vieja política volvió a ensoñorearse de la vida.

Al final de su libro habla de la Gamazada la Transición y la actualidad.

–Este es un libro histórico. Mi planteamiento ha sido contar los hechos y las reflexiones de políticos e intelectuales de aquellos tiempos. Y rastrear cómo ha sido recordado y traído ese episodio, no solo en nuestra memoria histórica, sino al compás de las polémicas de la identidad. 

“En esa respuesta masiva, multitudinaria y unitaria se define una conciencia de identidad foral colectiva”

¿En qué sentido?

–Porque es verdad que en esta tierra la historia es muy importante para la conformación de una identidad. Me interesaba ver, sobre todo rastreando la prensa, cómo en distintos momentos históricos se ha visto o reinterpretado la Gamazada desde distintas ópticas políticas. Hay quienes consideran que fue un movimiento en defensa de nuestros fueros, que habían sido sellados mediante un pacto, dentro de una idea de la particularidad de Navarra dentro de España. Pero otros, sobre todo de un mundo nacionalista, y últimamente de forma especial lo que se llama ‘izquierda abertzale’, plantean una historia de Navarra no tanto en clave de pacto, como de conflicto. La Gamazada ha pasado a formar parte de un relato histórico en esa coordenada: expresión de un pueblo soberano que reivindica sus derechos frente a una nación, la española. Hablamos de marcos de resistencia, de movilización o de victoria, aunque pírrica, porque luego las cosas cambiaron. 

¿Cómo ve el panorama actual?

–Nos encontramos un deseo de las fuerzas políticas no sé si de monopolizar, pero sí de constituirse en las más legítimas representantes y herederas de la Gamazada, que todos consideran que es suya. La estatua de los Fueros de Pamplona es lo más representativo; para todos es símbolo de una manera de entender Navarra, pero cuyos fueros pueden ser entendidos en clave autonomista, como particularidad que permite la singularidad de Navarra dentro de un Estado mayor, o en clave soberanista, como el instrumento para reivindicar una independencia.