Las elecciones vascas, tal y como se preveía, tendrán lugar el 21 de abril una vez finiquitada toda la producción legislativa que le quedaba en la línea de salida al Ejecutivo vasco. El lehendakari Urkullu reunió ayer al Consejo de Gobierno para comunicarle la fecha de los comicios y la confirmó en una rueda de prensa posterior, lo que pone el broche final a una secuencia de acontecimientos que dejaba ya poco o ningún margen para la sorpresa.

Los objetivos del mandato se daban por cumplidos. El Parlamento aprobó la semana pasada las leyes de Infancia y Adolescencia, Cooperación y reforma de la Ley Trans, las últimas que se encontraban en una fase de tramitación avanzada como para rematarlas en el pleno; el cómputo total de la legislatura se eleva a una cifra muy poco habitual de 59 iniciativas aprobadas, se han ido alcanzando otros objetivos fijados por Urkullu sobre las listas de espera en Osakidetza o las ayudas a la emancipación juvenil; y ha entrado en su fase final y resolutiva la negociación de las tres competencias urgentes que tiene que ceder el Gobierno español, los trenes, la convalidación de títulos universitarios extranjeros y la acogida de migrantes.

Objetivos cumplidos

Urkullu dio ayer por cumplidos sus tres criterios para convocar las elecciones (cumplir el programa de gobierno comprometido con la sociedad, dejar “el mejor legado posible” al próximo lehendakari y defender el interés general de la ciudadanía), y se mostró “esperanzado” en que lleguen pronto las transferencias, incluso en el caso de los migrantes, donde admitió que el clima es “mejor” con el actual Ministerio de la Seguridad Social, una alusión implícita a los convulsos tiempos con Escrivá.

La fecha parece escogida para evitar cualquier interferencia de la política estatal en la campaña vasca y para hablar en exclusiva de los problemas de la ciudadanía de la CAV. El 21 de abril llegará dos meses después de las elecciones gallegas, y se supone que para entonces el debate público no seguirá centrándose en los efectos que habría tenido esa convocatoria sobre los liderazgos de Sánchez y Feijóo.

Se evitará así la tentación de convertir las elecciones vascas en otro banco de pruebas en ese mismo sentido; y la fecha se aleja igualmente de las europeas del 9 de junio, donde se avecina una estatalización aún más evidente. A Urkullu se le preguntó si trataba de evitar la coincidencia con las europeas, y reveló que los líderes de PNV y PSE, Andoni Ortuzar y Eneko Andueza, coincidieron en su reunión del lunes en Ajuria Enea en que las elecciones deberían celebrarse en una fecha que permita “hablar de las cosas que afectan exclusivamente a Euskadi”. Y apostó por “dar normalidad” a que las legislaturas duren cuatro años, y ahí recordó que en 2020 las elecciones también tendrían que haber sido en abril .

El Consejo de Gobierno tendría que haberse producido el martes para presentar el decreto del euskera en el sector público, pero tuvo que posponerse por el delicado estado de salud de la ama del lehendakari, quien falleció ese mismo día por la tarde.

La convocatoria se publicará el martes en el Boletín Oficial del País Vasco para que comience a correr la cuenta atrás de 54 días y se disuelva de inmediato el Parlamento.

Pugna PNV-Bildu

Las encuestas apuntan a un posible empate entre PNV y EH Bildu, aunque los jeltzales seguirían sumando una mayoría absoluta con el PSE y, si se toman como referencia las declaraciones de Eneko Andueza, por ahora a los socialistas les parece prematuro embarcarse en un acuerdo de gobernabilidad con una izquierda abertzale que no habría completado el recorrido ético y que no tendría un perfil de partido institucional.

El PNV se enfrenta a la amenaza de la abstención, que ya le pasó factura en las elecciones municipales y forales del año pasado. De todos modos, el PNV siempre ha ganado en porcentaje y número de votos en las elecciones autonómicas, y solo fue superado en número de escaños por los socialistas en 1986 tras la escisión de EA. Con estos antecedentes, los jeltzales no contemplan la hipótesis de no ser primera fuerza. No se pone en duda la victoria, pero lo que parece claro es que ya no se van a dar las amplias distancias de 2020 y 2016, donde el PNV aventajó en diez escaños a EH Bildu, en buena medida porque el espacio que orbita en torno a Podemos todavía gozaba de cierta fuerza y le restaba apoyos a una izquierda abertzale que ahora, con toda probabilidad, va a recuperar esos respaldos.

A esta contienda no se presentará Iñigo Urkullu, tras la decisión del EBB, refrendada por las bases, de presentar a Imanol Pradales para que lidere una etapa con vocación de durar dos o tres legislaturas y mirando hacia 2035. En el panorama general, la renovación es casi total y, de entre los principales partidos, solo repite como candidata Miren Gorrotxategi por Podemos. Por parte de EH Bildu, se presenta Pello Otxandiano, Eneko Andueza por el PSE, Javier de Andrés por el PP, y Alba García por Sumar.

Perdón

El lehendakari hizo balance de sus más de 11 años en el Gobierno, desde que el 15 de diciembre de 2012 juró su cargo, y lo hizo reafirmándose en su acuerdo con el PSE. En este balance, por razones evidentes, hubo muchos toques personales. “Jamás había imaginado un honor mayor”, dijo, para añadir que siempre ha defendido “los intereses de la sociedad vasca por encima de todo”. “He dado lo mejor de mí”, sostuvo.

De hecho, más allá de la reivindicación de este legado y de defender que Euskadi ha “avanzado” y se ha rebajado el paro, quiso tener un gesto de humildad con la prensa y con la ciudadanía, a quienes pidió “perdón” por los errores que haya podido cometer, y recordó a las víctimas del coronavirus, a las mujeres asesinadas, y muy en persona a los dos trabajadores que perdieron la vida en el colapso del vertedero de Zaldibar, a los que mencionó por su nombre, “Joaquín y Alberto”. También citó uno a uno a los consejeros de PNV y PSE que lo han acompañado en estos años.

“Mi primer reconocimiento es a la sociedad vasca. Hemos vivido momentos de gran dificultad”, defendió, para reivindicar también que el sentido de la política es el “diálogo entre diferentes, la estabilidad, tratar de representar de la mejor manera la diversidad del país”. Recordó, por otro lado, que “ETA ha desaparecido de nuestras vidas para siempre” pero aún queda que los sectores que la apoyaron reconozcan “la injusticia que jamás se debió producir y jamás se deberá repetir”. Para Urkullu, la Euskadi actual es “más avanzada y justa, asentada en los valores del respeto”.