Aznar, el vigía perenne de nuestros destinos
El exlíder del Partido Popular ofreció en Pamplona un discurso con tintes moralizantes en el que no citó a Feijóo
Tiene Aznar habilidad para encestar en la opinión pública enunciados simples y perdurables. Del “váyase señor González” y “España va bien” de los noventa, a “el que pueda hacer que haga”, más intrigante y exhortativo, pero también cristalino.
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Aznar dice y hace. Su presencia en Pamplona así lo testifica. Ha cumplido 71 años. Mantiene la forma tras llevar pidiendo el voto desde hace cuatro décadas, y nadie le puede discutir su tenacidad. Ayer llamó a no ser “espectadores de la destrucción constitucional”, otra forma de reclamar acción.
Fue un discurso estructurado y binario, entre la fortaleza y la destrucción, en clave movilizadora, sin esa severidad tenebrosa que pasea a menudo. Ayer Aznar puso oficio y nervio al servicio del partido y de sí mismo, y trató de echar el lazo a votantes de UPN que estén pensando qué hacer este domingo. Así que tiró de recuerdos pasados de muñidor de las derechas.
Como el que tuvo retuvo, Aznar fue dejando destellos de lo que fue y es, en un in crescendo discursivo. Atendiendo a sus palabras, no hay derecho “a inhibirse”. España tiene “un destino”. Concentrar el voto en el PP es “una obligación moral y patriótica”, pues su partido representa en exclusiva el “constitucionalismo sano”.
Que Aznar se arremangase ayer en Pamplona se puede comparar con el papel activo que está jugando Zapatero en el PSOE, y considerarlo en este caso un servicio a la causa de un PP que necesita de todos los activos históricos para seguir alimentando la aspiración de resquebrajar al Gobierno español.
Pero Aznar en realidad se ha convertido en un alter ego de González, y viceversa. Ayer ni citó a Feijóo. El madrileño rema por llevar al PP en la Moncloa, pero puede ser inmisericorde si sus herederos no cumplen con lo que él, centinela perenne, considera adecuado. Lo demostró con Rajoy gobernando y con Casado de aspirante. Feijóo sabrá lo que le espera como no carbure.
El exlíder popular preside una fundación cuyo objetivo es “nutrir el pensamiento del centro liberal reformista”, apuesta por “fortalecer el humanismo occidental”, mientras apoya a tumba abierta a Israel en el matadero de Gaza. Aznar vive despegado del centro desde hace muchos años. Fue un hombre exitoso, llegó a presidente del Gobierno, obtuvo una mayoría absoluta. Su triunvirato de las Azores le hinchó el ego hasta la caricatura. Desde hace 20 años proyecta una mezcla de orgullo herido y mucha más amargura que templanza. Se fue en 2004, pero, como González, se quedó. En su caso de vigía de Rajoy, de Casado, de Feijóo y de todos nosotros. Queda la duda de que Aznar hubiera germinado de haber logrado el fin de ETA. Hoy seguramente impartiría conferencias sobre la paz.
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