Santiago Abascal es el penúltimo compinche que se ha granjeado Donald Trump en su viaje hacia un nuevo orden mundial. Ni en sus mejores sueños hubiera pensado el líder de Vox que estrecharía la mano del presidente de los Estados Unidos de América en la mismísima Casa Blanca. A la inversa, ni en sus más humildes arrebatos hubiera pensado el magnate que llegaría un día en que tuviera que hacer la pamplina de saludar a un político al que no conocía hasta cinco minutos antes.

De regreso a su país, Abascal no ha tardado mucho en corresponder la pleitesía con una defensa cerrada de Trump tras su encerrona orquestada al presidente de Ucrania, Volodimir Zelenski, en la que hizo saltar la banca. Tal es la sumisión reverencial de Abascal a Trump, que entre dar lustre al mandatario estadounidense a la espera de unas migajas o alinearse con la Unión Europea, no ha dudado en cargar contra el club europeo y disparar contra Ursula von der Leyen, Emmanuel Macron o Pedro Sánchez acusándolos de estar "dispuestos a que sigan muriendo ucranianos solo para tratar de desgastar a Trump".

Pero su seguidismo no le ha salido gratis a Abascal. La subordinación a Trump ha abierto una nueva brecha en Vox, una más, y ha dejado en evidencia las costuras del partido. En los últimos tiempos su listado de escisiones, fugas, dimisiones, purgas, expulsiones, limpias y demás formalidades y expresiones para la depuración no para de aumentar. Las desbandadas en la cúpula han estado a la orden del día desde prácticamente su fundación como partido allá por el año 2013, pero se han acentuado el último lustro.

El "limpiabotas" de Trump

La penúltima marcha ha sido la de Agustín Rosety, exdiputado y exgeneral del Ejército, muy crítico con la deriva internacional de Abascal. Antes de marcharse y cerrar la puerta, el influyente general llegó a afirmar que el líder de la extrema derecha española es el "limpiabotas" de Trump y engrosa la larga lista de cargos que dejan la formación de extrema derecha de manera abrupta.

Sin embargo, no es el primero en poner los pies en polvorosa y alejarse de la estela de Abascal. Antes recorrieron ese camino destacados dirigentes del partido que en su día gozaban de la confianza y el predicamento de su líder, pero que han terminado sucumbiendo ante las ínfulas totalitarias, también de puertas hacia dentro, con las que ha operado intramuros este bilbaino nacido en 1976 al que no se le conoce oficio privado alguno ya que siempre se ha beneficiado de la servidumbre política, ya sea como concejal y parlamentario del PP en Euskadi, como líder de las juventudes populares, o en fundaciones o chiringuitos vinculados a la derecha vasca y española.

Entre los que se bajaron del caballo de Abascal destacan Macarena Olona, Iván Espinosa de los Monteros o Rocío Monasterio. Espinosa de los Monteros, un político de origen judío con aires de aristócrata y visiones liberales, pagó cara su osadía de plantear la batalla ideológica en su partido. El portavoz en el Congreso de los Diputados a comienzos de esta década llevaba tiempo alejado de Abascal, quien le había apartado de las decisiones más importantes en favor del eurodiputado Jorge Buxadé, el nuevo niño bonito de Abascal, representante del sector más ultraconservador del partido de extrema derecha. Espinosa de los Monteros era entonces uno de los rostros más visibles de la formación de ultraderecha.

Está casado desde hace un cuarto de siglo con Rocío Monasterio, que ejerció de Presidenta de Vox en Madrid, hasta que se encontró con la bota de Abascal en la cara y tuvo que apearse del caballo. Monasterio también dejó su acta como diputada en la Asamblea de Madrid una vez que le quitaron el control del partido en la región y nombraron a una persona del núcleo duro, José Antonio Fúster, como líder regional. La suya fue la última baja de una guerra de poder que se desencadenó en Vox hace dos años con el sector encabezado por su marido. Espinosa de los Monteros y Monasterio eran las cabezas visibles de una desbandada en Vox que en realidad empezó en 2022 con Olona. El matrimonio se metió entre pecho y espalda un buen sorbo de su propia medicina apenas un par de años antes. Fueron el látigo, especialmente él, que puso en la calle a la hasta entonces inexpugnable Macarena Olona.

El revés sufrido en las elecciones autonómicas andaluzas de junio de ese año está en el origen de su salida del partido. La lucha de egos acabó con su buena estrella y terminó cortándole el paso ascendente hacia el liderazgo de Abascal, que puso a Javier Ortega-Smith que sigue en el partido, pero su peso e influencia han quedado difuminados como brazo ejecutor de su salida definitiva del partido. Todas estas tensiones sostenidas en el tiempo durante los últimos cuatro años se han desparramado por toda la geografía del Estado español.

El partido enfrenta una crisis territorial que ha sacudido varias de sus delegaciones territoriales. Madrid, Andalucía, Extremadura, Baleares y, más recientemente, Castilla y León y Navarra. Las dimisiones y expulsiones en los cuadros medios y de base, pero también en los superiores, reflejan el creciente desgaste del partido en su estructura autonómica. Cuestionan no tanto la deriva ideológica como la falta de democracia interna en la formación y el control que ejerce la dirección estatal sobre todo el partido.

Desgaste autonómico

Estas tensiones alcanzaron su cénit con el anuncio de dimisión de todos sus cargos de Juan García-Gallardo a principios de febrero. El hasta entonces portavoz de Vox de las Cortes de Castilla y León y vicepresidente de la Junta presentó su renuncia y justificó su decisión con motivos personales, pero también habló de la división interna en el partido, evidenciando así las costuras rotas entre la dirección estatal y algunos sectores críticos en los territorios. Detrás de la mayoría de las dimisiones y expulsiones de Vox siempre aparece la mano de Buxadé, el número tres del partido. Es el fontanero de Abascal para limpiar las tuberías del partido. De momento, va ganando la partida, a tenor de las salidas más sonadas de Vox. Pero tiene otras misiones de enjundia, como estrechar las relaciones del partido con fuerzas políticas amigas en Europa. Para esta tarea se nutre de su experiencia parlamentaria en Bruselas.

Buxadé, el ejecutor

Desde su entrada en el Parlamento Europeo en 2019, Buxadé ha sido el encargado de establecer la relación con estas y otras formaciones ultraconservadoras en el Parlamento Europeo. Es uno de los principales valedores de Abascal en el exterior, a quien ha acompañado en diversos encuentros con otras fuerzas políticas europeas. Buxadé también fue una de las caras visibles en la organización y desarrollo de la Cumbre de Madrid, que congregó a fuerzas ultraconservadoras y "patriotas" de Europa. Buxadé tiene entre manos otra encomienda de gran calado. Abascal le ha puesto al mando de una operación para cambiar de aliados en el Parlamento Europeo. En ello está trabajando desde hace casi un año para sustituir la alianza con la primera ministra italiana, Giorgia Meloni, por el primer ministro húngaro Víktor Orbán. La decisión de aliarse con el mandatario prorruso amigo de Vladimir Putin en lugar de Meloni ha sacudido los cimientos internos de la tercera fuerza parlamentaria en el Estado. La decisión de Vox de abandonar el ECR el grupo de Meloni tras las elecciones de 2024 para unirse a Patriots for Europe refleja un reposicionamiento estratégico que revela cambios en sus principios y que están en la base de las purgas y dimisiones de históricos del partido. Esa deriva húngara explica la insólita foto de Abascal con Trump.

Reposicionamiento de Vox

Viraje Con Orbán, pero sin Meloni. La decisión de Vox de abandonar en el Parlamento Europeo el grupo ECR liderado por Giorgia Meloni, antaño aliada de Abascal, hasta que este decidió unir sus fuerzas a Víktor Orbán, refleja un reposicionamiento estratégico del partido que acarrea cambios incluso en sus principios básicos. Desgaste estructura autonómica. La formación que lidera Santiago Abascal enfrenta una crisis territorial que ha sacudido varias de sus delegaciones territoriales. Madrid, Andalucía, Extremadura, Baleares y, más recientemente, Castilla y León, han sido escenario de tensiones, dimisiones y expulsiones que reflejan el creciente desgaste del partido en su estructura autonómica. Buxadé el fontanero. El número tres de Vox ha sido uno de los principales valedores de Santiago Abascal en el exterior y diseñador del viraje del partido en la búsqueda de aliados en Europa para ganar peso en la UE, pasando de alinearse con Meloni a hacerlo con Orbán. Es el representante del sector ultra de la extrema derecha del partido.