Cómo los de arriba manipulan lo que se enseña en el colegio: "Hay que dejar de educar en valores"
El historiador Emilio Castillejo Cambra investiga las estrategias de manipulación de las élites en la escuela desde antes del franquismo
Las élites siempre han querido manipular a las masas. Cómo lo llevan a cabo es lo que ha investigado Emilio Castillejo Cambra (Cadreita, 7 de enero de 1958) en La enseñanza de la historia como articulación de las masas, editado por Catarata. Doctor en Historia y profesor de la pública durante toda la vida, ahora mata el gusanillo docente en la UNED –donde imparte asignaturas de Historia Moderna– y con la publicación de libros.
Emilio Castillejo: "Los centros escolares deberían abordar el cuerpo como una fuente histórica más"
Castillejo investiga cómo los discursos dominantes han querido teledirigir la imagen del mundo que recibían las masas a través de los libros de texto. Su propuesta aboga por aparcar la enseñanza en valores y apostar fuerte por los hechos, por el análisis de la realidad a una sana distancia de las ideologías, que lo acaloran todo.
¿La forma en la que enseñamos la historia configura la idea del mundo que tienen las masas?
–Existe un megarrelato elitista sobre la Historia ya desde los sumerios. En ese relato, las masas son incultas, incontrolables, peligrosas, irracionales. A las masas, según esa lógica, hay que darles un pasado y una identidad para evitar que se desmanden, y sobre todo para evitar que las arrastren líderes poéticos, revolucionarios. Las élites han procurado proporcionarles un proyecto que varía: de la doctrina social de la iglesia al progreso, por citar dos ejemplos. El proyecto que sea, pero a las masas hay que darles un horizonte.
¿El Estado siempre ha querido controlar a las masas?
–Las élites lo primero que hacen, siempre, es ofrecer un pasado a las masas, un tótem. Esas identidades son el cristianismo, la nación, el europeísmo, hay muchísimas. Serán los manuales los que te digan qué élites son las adecuadas para llevar a cabo ese proyecto. Parto de cuatro visiones: la integrista, la conservadurista, la liberal-humanitaria y la del partido de la ciencia. La integrista tendrá como referentes a los papas y a los grandes señores medievales. El conservadurismo se fija en los líderes de la restauración, Antonio Maura es un icono. El discurso liberal-humanitario cree en líderes democráticos. Y el partido de la ciencia, muy minoritario, trata de acercarse a los hechos desde la búsqueda de la verdad historiográfica.
¿De dónde nace esta visión?
–Nació en la Transición. Rafael Altamira, el historiador español exiliado en México, ya esbozó la idea que, a grandes brochazos, voy a resumir así: que no hay que educar en valores, porque son cambiantes. Lo que hay hacer es enseñar la verdad historiográfica.
¿Cuál es el discurso del partido de la ciencia?
–El que contra viento y marea, contra saberes hegemónicos, busca la verdad. Este es un discurso que no puede despreciar a las masas ni identificarse con élites, sino que tiene que ser consciente del porqué de las revoluciones, analizar sus causas, y mantener una pose de distancia sobre los hechos. En el libro me apoyo mucho en Pierre Bourdieu y en su maestro, Norbert Elias, que hablaba de “compromiso y distanciamiento”.
¿Puede resumir en qué se basa este partido de la ciencia?
–Por ejemplo, el partido de la ciencia trata de hacer ver, de una puñetera vez, que el arte no es inocente, que la iglesia y los poderosos lo han usado para manipular a las masas. Este partido no se conforma con explicarse las revoluciones como alzamientos violentos de analfabetos, sino que trata de analizar las causas. El partido de la ciencia no puede identificarse con ninguna etiqueta, ni con ningún proyecto, ni con ningún mito fundacional de cualquier nación.
El preámbulo de la constitución de Bolivia habla de que en un tiempo inmemorial alguien, no se sabe quién, erigió montañas, desplazó ríos y formó lagos para crear el país...
–Y hay manuales del franquismo que dicen que Adán y Eva son españoles –ríe–. El nacionalismo comunitarista está lleno de tópicos que llaman la atención, pero el nacionalismo liberal, el más consolidado, también tiene lo suyo. Destruir un mito es más difícil que dividir un átomo.
La derecha política todavía niega la existencia del nacionalismo español.
–Pocas veces verás el término nacionalismo español en manuales de historia escolar. Solo vas a encontrar nacionalismo para hablar de nacionalismos periféricos. Es una estrategia del nacionalismo español para protegerse. Nunca dirán que son nacionalistas, solo patriotas.
¿Las élites han sabido mover tentáculos para meter a cañón a los pobres una forma de ver el mundo?
–El pensamiento conservador ha usado dos estrategias: la contención, para lo que se apoyó en la moral católica; y la distinción, para asignar educaciones distintas a distintos grupos sociales. El Bachillerato, hasta la Ley General de Educación de 1970, está concebido para que las élites se distancien de la masa.
¿Crees que sigue habiendo sectores molestos con la democratización de la educación?
–La derecha, probablemente influenciada por la iglesia, ha creído tradicionalmente que solo somos iguales en el bautismo. La caridad solo es una manera de aliviar las aristas más importantes de las desigualdades, pero siempre que se mantenga la jerarquía
Temas
Más en Política
-
Imputada la mujer del presidente de Quirón Prevención en el caso del novio de Ayuso
-
Sánchez reclama dejar "la crispación en el perchero" ante la escalada de tensión de la Conferencia de Presidentes
-
El Gobierno vasco denuncia la "falta de respeto" hacia el euskera de Ayuso y otros presidentes del PP
-
El Supremo se declara incompetente en la demanda del exjuez García Castellón contra Belarra