La legislatura de Pedro Sánchez pasa por uno de sus momentos más complicados. Podemos y sobre todo Junts per Catalunya están poniendo a prueba el manual de resistencia del presidente español para sujetar el Gobierno y evitar su caída y el consiguiente adelanto electoral. Su liderazgo internacional en la respuesta al genocidio de Israel en Gaza le permite durante un tiempo desviar el foco y tomar oxígeno político, también con los casos de corrupción en su partido y en su familia que le han traído de cabeza durante los últimos meses.
Con ese viento a favor, el efecto Junts puede echar por tierra todos sus intentos por evitar la convocatoria anticipada a las urnas que podría llegar en el caso de que no se aprueben los Presupuestos Generales del Estado para 2027 y tenga que prorrogar las cuentas públicas una vez más. Los posconvergentes ya han avisado de que las cosas no van bien con Sánchez y han instado a su militancia “a prepararse para un nuevo ciclo que puede comenzar muy pronto”.
El partido liderado por Carles Puigdemont avisa de que, si no se cumplen los acuerdos pendientes -como la oficialidad del catalán en la UE, el cumplimiento efectivo de la amnistía para el expresident, y la transferencia de competencias en inmigración-, está dispuesto a votar en contra de los Presupuestos del Estado y otras iniciativas clave. Por sus manos pasa buena parte del futuro de la legislatura.
En próximas fechas arrancará la negociación de los Presupuestos de 2026, la auténtica prueba de fuego. Junts ya ha advertido que no se sentará a esa mesa mientras haya carpetas abiertas: inmigración, amnistía, catalán en Europa. Podemos, en paralelo, se ha atrincherado en su discurso de regularización masiva de migrantes, en las antípodas de la agenda de Junts.
El choque de trenes está servido. Y sin cuentas la legislatura de Sánchez es una quimera. A pesar de su afán de seguir adelante contra viento y marea, cada vez tiene más estímulos internos y externos para apretar el botón electoral. El último, el ascenso creciente de Vox a costa de un menguante PP, como dictan las encuestas. La demoscopia puede ser una de las claves para que el líder socialista se decante por precipitar la convocatoria electoral sin esperar al fin de la legislatura en junio de 2027. Además, la agenda judicial de Sánchez va a empeorar y también invita a un escenario electoral el año que viene antes de que se dicten las sentencias de los tribunales. No podrían volverse a convocar elecciones hasta el 29 de mayo. Es en esa fecha cuando se cumple un año de la disolución de las Cortes. Aunque también podrían optar por la moción de censura, y en ese caso se tendrían que juntar PP, Vox y Junts.
Mientras tanto Sánchez seguirá caminando en el alambre. Tiene un problema que amenaza con hacerle caer, ya que la mayoría parlamentaria del bloque de investidura es muy limitada y basta con que uno de los socios falle en varias votaciones en el Congreso para que la legislatura finiquite. Y Junts parece que es el más dispuesto a que esa posibilidad se haga real. Los de Puigdemont también se la juegan en esta partida porque en los últimos meses sienten en el cogote el aliento de Aliança Catalana que, según las últimas encuestas, se sitúa a menos de un punto y medio de los posconvergentes y ya capta a uno de cada cinco votantes de Junts.
El ascenso de Aliança Catalana
Según las últimas encuestas electorales, Aliança Catalana se situaría a solo dos escaños de alcanzar a Junts. Con el 12%, la ultraderecha independentista lograría 19 escaños frente a los 21 de Junts, que obtendría solo el 13,3% de los sufragios. El partido de Sílvia Orriols actualmente cuenta con dos escaños en el Parlamento catalán frente a los 35 que obtuvo Junts en 2024 y que, según las encuestas, hace peligrar la situación de los postconvergentes como primera fuerza de la derecha independentista, cuando faltan menos de dos años para las municipales y tres para las autonómicas.
El ascenso de Aliança Catalana y su discurso contra la inmigración y la clase política obliga al partido de Puigdemont a endurecer su perfil para evitar una fuga de apoyos en el electorado soberanista. El expresident catalán, consciente del terreno que está perdiendo por ese flanco, ha endurecido su discurso en los últimos meses en materias como la oficialidad del catalán o en inmigración exigiendo que Catalunya recupere las competencias en políticas migratorias, una reclamación que busca parar la fuga de votantes hacia Aliança Catalana.
En el seno de Junts, el malestar es creciente. Algunos sectores internos critican que Puigdemont esté hipotecando el relato del partido para recuperar votos por la vía de la imitación del discurso de Orriols, mientras otros temen que esta deriva pueda provocar una fuga aún mayor hacia opciones más coherentes con ese ideario. Además, esta semana se ha publicado en el diario La Vanguardia que varios alcaldes de Junts quieren reunirse con el presidente y líder de su formación para expresar su preocupación por la situación del partido y pedir un cambio de orientación y de discurso político. Estos regidores aprecian cierta desconexión con la ciudadanía en su proximidad del día a día. Junts no es un bloque monolítico y aúna a personas de distinta sensibilidad política que, en algunos casos, abogan por un partido pragmático.
En este contexto, Junts exhibe músculo para exprimir a Sánchez, pero un adelanto de las elecciones le situaría ante el espejo catalán en el que podría perder la mayoría en el espacio independentista ante el empuje de Aliança Catalana. Ese es el dilema de la manta corta: si cubres la cabeza quedan al aire los pies y si los tapas queda la cara al descubierto.