Eneko Goia Laso (1971), el alcalde de Donostia de los últimos diez años, dice agur en el espacio en el que ha sido su segunda casa en esta última década, el Salón de Plenos del Ayuntamiento de la capital guipuzcoana. Nacido y criado en el barrio de Amara, sus primeros años transcurrieron entre la populosa Avenida de Madrid, la ikastola Ikasbide y Barandiaran Lizeoa. En estos centro se formó antes de dar el salto a la universidad y estudiar la Licenciatura de Derecho en la EHU, que completó con una Diplomatura de Derecho Comunitario en Deusto.
Su trayectoria laboral comenzó como profesor de Derecho, Comercio Exterior y Derecho Laboral en el Instituto Superior de Marketing del País Vasco, puesto que desempeñó desde 1996 a 2005. No obstante, el gusanillo de la política le venía de antes, ya que con 20 años ya militaba en las filas de la organización juvenil EGI. Por tanto, el salto a la política no fue sino un paso más en ese ámbito, apoyado siempre por su esposa, Leire Caridad, y sus cuatro hijos.
De Gasteiz a la Diputación
Fue elegido en 2005 como parlamentario en la Cámara de Gasteiz hasta que dos años más tarde Markel Olano, quien había sido elegido diputado general de Gipuzkoa, le llamó para hacerse cargo de la cartera de Infraestructuras Viarias, responsabilidad que asumió hasta 2011 en una época en la que la red de carreteras de alta capacidad diseñadas para vertebrar el territorio y conocidas como la rotonda de Gipuzkoa empezaba a tomar forma y se ejecutaban hitos como el túnel de Arlaban entre Gipuzkoa y Araba.
En el año 2011, y con la proyección que logró como portavoz del Gobierno foral, fue el elegido para que el PNV recuperara Donostia. No lo hizo tras su primera elección. Después de los 20 años de gobierno de Odón Elorza (PSE), Juan Karlos Izagirre dirigió la ciudad, por mucho que socialistas, que descabalgaron a Elorza, y PP insistieran en 2011 al propio Goia y al PNV en sumar sus votos para impedir que el candidato de EH Bildu, el más votado, se hiciera con la Alcaldía.
Un "eslabón más"
El PNV rechazó entrar en cualquier operación de este tipo y esperó a que llegara su momento. Fue en 2015 cuando la formación jeltzale accedió al bastón de mando de la capital casi 30 años después de que lo dejara Ramón Labayen.
“Soy de los que creen que las cosas no empiezan cuando uno llega”, confesó entonces Goia, que se autocalificó como un “eslabón más” de la cadena que comenzó con los alcaldes del PNV Jesús Mari Alkain y Ramón Labayen, y continuó luego de la mano de Xabier Albistur, Odón Elorza y Juan Karlos Izagirre.
Con la capitalidad cultural de 2016 a las puertas, el aspirante jeltzale fijó tres grandes prioridades para aquel mandato: la oportunidad "histórica" de la proyección internacional que suponía este hito, el reto de afrontar las consecuencias de la crisis económica y la convivencia sobre la base del respeto a los derechos humanos.
Los grandes proyectos
Tras renovar su mandato como alcalde en 2019 y 2023, con apoyo de los socialistas, Goia ha llevado adelante una "transformación de la ciudad" como la adquisición de los terrenos que hasta ahora ocupaban los cuarteles de Loiola que permitirá construir 1.700 vivienda públicas bajo diferentes regímenes de protección, en una ciudad que tiene el acceso a la vivienda como uno de sus principales retos.
También la pronta finalización de las obras del Topo y su extensión hacia el Centro de la ciudad, que tantos quebraderos de cabeza ha dado al equipo de Gobierno, o la expansión de los espacios empresariales de Miramon o Eskusaitzeta, así como las obras que han permitido casi olvidarse de los desvelos nocturnos por las inundaciones de Txomin y Martutene.
Ahora, Goia dirá adiós tras el Pleno de Política General tras confesar que nunca ha pretendido perpetuarse como regidor y que todos los ciclos deben tener un principio y un final. Un final que tiene fecha ya: el próximo 16 de octubre.