Quedan medio centenar de comparecencias en la comisión parlamentaria que investiga adjudicaciones de obra pública en Navarra. Pero lo esencial sobre Belate, el primero y más caliente de los expedientes, ya está dicho.

Esta semana han terminado las declaraciones de los ingenieros, los cinco miembros más importantes de la mesa de ocho funcionarios –los otros tres eran letrados– que adjudicó las obras.

Ellos fueron los encargados de evaluar las siete ofertas que concurrieron a la convocatoria, de hacer las valoraciones técnicas y de emitir las puntuaciones que después justificaron la adjudicación a la unión temporal de empresas entre Acciona, Servinabar y Osés, las dos primeras en el foco de la justicia desde el informe de la Guardia Civil que en junio envió a Santos Cerdán a prisión.

Sin duda, la comparecencia más explosiva fue la primera, la del ingeniero jefe, Jesús Polo Soriano. Tras año y medio de acusaciones, de un “relato” en el que él decantaba la adjudicación con un voto postrero movido por intereses políticos y empresariales, negó todo. Dijo haber votado en tercer lugar, y no en último; no haber cambiado sus votos una vez recibió los del resto de ingenieros; y rechazó cualquier injerencia política o empresarial.

Es decir, negó la tesis de la ilegalidad sobre Belate creada y alimentada por “políticos, organismos y medios de comunicación”, como él mismo denunció durante su primera intervención en el Parlamento el pasado 14 de octubre. Desde entonces, el resto de ingenieros han avalado el fondo de su declaración, más allá de desencuentros personales o roces fruto de la magnitud del proyecto.

Los cinco ingenieros han dejado claro que sobre la parte técnica de la mesa no hubo presiones, que el informe final elaborado por Polo contó con el visto bueno de todos, que los rumores sobre la adjudicación no afectaron a su trabajo, y que el proceso no fue distinto a otros anteriores.

Es decir, que todo fue bastante normal. Como normales fueron, coincidieron, las quejas de los letrados, que tienen derecho a emitir su opinión –y así quedó plasmada en votos particulares y reparos que no afectaron al fondo de la adjudicación–. De ellos, los ingenieros han dicho –todos, también Polo– que son excelentes profesionales. Simplemente, pedían unas aclaraciones técnicas que ya estaban suficientemente acreditadas, y en esto coincidieron todos los ingenieros. El problema se enquistó y ya no hubo forma de enderezar la mesa, que terminó con choques personales.

Lorenzo Serena, secretario de la mesa de Belate, durante su comparecencia. Javier Bergasa

La votación de Polo es la clave de la polémica alimentada por la oposición. Según este relato, Polo votó en último lugar y decantó la adjudicación por intereses políticos y empresariales. Él mismo lo negó: votó el tercero de cinco, dijo, y después no cambió su valoración una vez conoció el resto de puntuaciones. Ninguna de las comparecencias después de la suya pudo rebatirle.

Lorenzo Serena, el letrado cuyo voto particular puso el foco sobre el caso, concedió que él no tiene “elementos para dudar” de que Polo diga la verdad cuando asegura que no votó el último. “Si lo dice, será verdad”, dijo. Vallejo, el siguiente en declarar, aseguró que los técnicos no tienen pruebas de que Polo votara el último.

López añadió que no tiene ninguna prueba de una posible “manipulación” de Polo con el voto. González dijo que no tiene importancia quién votara el último. Ansorena fue el único con una versión algo distinta: dijo que no le extrañaría que Polo hubiese votado en último lugar, pero lo enmarcó en una “práctica habitual” en este tipo de procesos. De hecho, Vallejo sostuvo que todos los ingenieros dieron su visto bueno al informe final elaborado por Polo y López comentó a la comisión que es “imposible manipular a cinco personas para cambiar el resultado”.

Vallejo y Ansorena añadieron, además, que según ellos no existían motivos para recusar al presidente de la mesa por sospechas de manipulación, porque nadie tenía pruebas. “Ninguno de los ingenieros de la mesa las teníamos [las sospechas]”, aseguró el ingeniero Pablo González durante su intervención, en la que defendió que para hacer una acusación así hay que tener pruebas. “Si no, no vas a ningún lado”, zanjó.

Esa manipulación, según el relato construido por la derecha, nació de intereses políticos. Es algo que han negado todos los técnicos. Polo dijo que no recibió instrucción política ninguna y que a él se le antoja “imposible” –como a López– que alguien pueda manipular a ocho funcionarios.

Vallejo dijo que él no recibió ninguna presión para cambiar su voto, ni siquiera tras aquel incidente que tuvo con Polo a cuenta de las puntuaciones. Ansorena dijo que él tampoco fue presionado y que no sintió ninguna injerencia política. Lo mismo que el propio Serena, que negó injerencias políticas y empresariales y reconoció que hizo sus votos particulares “con total paz y libertad”. Igual que Pablo González, que dijo que nadie le hizo “ninguna sugerencia” para cambiar sus votos. López fue un poco más allá: no detectó “ningún tipo de interferencia externa de nadie ni en la motivación ni en la valoración” de las ofertas.

Y eso que existían rumores. En una parte de su voto particular, Serena dijo que varios empleados del departamento le hicieron saber que había “comentarios” sobre qué empresa iba a resultar elegida. “Cotilleos”, los denominó Polo, quien dijo que el trabajo de los funcionarios precisamente consiste en no atenderlos. Los rumores forman parte de todos los procesos.

Esta vez sonaron muy fuerte, aseguró Ansorena. Conscientes de ello, extremaron todavía más las precauciones. “Quisimos ser más escrupulosos si cabe”, dijo Vallejo, una idea que al día siguiente recuperó Ansorena cuando afirmó que debido a la trascendencia del proyecto y a los rumores que lo rodearon, actuaron “con una prudencia mayor que la acostumbrada”. “Los rumores siempre están ahí, pero nosotros hacemos nuestro trabajo con lo que tenemos de verdad”, aseguró González. “Son ruido de fondo, siempre están ahí. Lo mejor es no prestar atención”, dijo.

Los rumores son normales. Como el proceso seguido en Belate, han asegurado los técnicos. “El proceso se desarrolló con total normalidad, siguiendo el procedimiento de siempre”, indicó López. El proceso consiste en una evaluación técnica y un sistema de votación individual que luego recoge el presidente. No hay sobres cerrados ni plicas, aunque este sistema tampoco sea infalible, como dijo el mismo Polo durante su comparecencia. De hecho, nunca hasta ahora se había “puesto en cuestión” el método, que ha sido “el de siempre”, subrayó González durante su intervención. Vallejo dijo que el de Belate fue “un procedimiento normalizado”. Ansorena sostuvo, a preguntas de los parlamentarios, que el proceso de valoración fue el habitual. “Nunca se ha puesto en cuestión este método, que es el de siempre”, subrayó González.

La "guerra" entre Polo y Serena

El paso de los técnicos por el Parlamento también ha dejado otra cosa clara: aquella mesa terminó como el rosario de la Aurora. Puede que Polo o el mismo Serena trataran de quitar hierro a las disputas delante de la comisión, pero es innegable que lo que empezó como un encargo profesional terminó en una tirantez personal evidente, con una buena colección de reproches y episodios casi surrealistas fruto de la tensión.

Pablo González, el último ingeniero en declarar, habló directamente de “guerra” entre Jesús Polo y Lorenzo Serena, cuyas discrepancias bloquearon la mesa y prolongaron hasta lo anormal una mesa que debió resolver en mucho menos tiempo. La adjudicación, de hecho, superó los 80 días, mucho más de lo normal, según Comptos. Hasta el punto de que, en un momento dado, el consejero de Cohesión Territorial de aquel entonces, Bernardo Ciriza, preguntó qué ocurría en aquella mesa para que los trabajos tardaran tanto. “La guerra fue entre Jesús y Lorenzo, fue eso lo que bloqueó la mesa”, aseguró González.

Polo situó el arranque de esa “guerra” tras la presentación del informe de valoración adjudicatario, es decir, del informe que elaboró Polo tras recoger las notas y apuntes del resto de ingenieros. “No sé, no sé si no le gustó o yo qué sé qué le pasó, pero el caso es que a partir de ahí, ya hubo problemas”, dijo. Serena negó la existencia de ninguna guerra. Dijo que no tiene problema personal con ningún miembro de la mesa. El trato “de compañeros y de aprecio mutuo” lo extendió a Polo. A su juicio, aquí hubo un problema de tipo profesional, ya está. Lo que pasa es que “se ha sacado de contexto todo”.

Las "patadas" durante la discusión de Polo con Vallejo

Esa supuesta guerra tuvo conflictos adyacentes, podríamos decir. Uno de ellos ha sido muy polémico estas semanas. Tiene que ver con un episodio que ocurrió en el despacho de Jesús Polo entre el presidente de la mesa y el vocal Guillermo Vallejo. Al parecer, en un momento de la reunión hubo gritos y patadas. Polo fue preguntado por esto el primer día. Admitió que el tumulto existió, pero lo situó fuera de la mesa: como un conflicto personal con Vallejo sin repercusiones en la mesa. La sorpresa vino cuando Vallejo, durante su turno, rebatió al presidente: el conflicto sí que estuvo motivado por algo relacionado con la adjudicación.

Concretamente, por las puntuaciones del vocal. Vallejo dijo a la comisión que Polo le invitó a repensar sus votos. Vallejo no se lo tomó como una presión, porque para entonces ya había puesto las notas y dijo que no cambió una milésima de sus puntuaciones. Según Vallejo, entonces Polo le reprochó cierta querencia por la constructora Mariezkurrena. Vallejo lo negó y se hartó. “Pensé que hasta aquí”, explicó. Por lo que contó él mismo, no era la primera vez que le hacía un reproche parecido. Así que Vallejo elevó el tono y le dijo que nunca más le acusara de eso, porque era mentira. Y al marcharse dio una patada a la puerta.

Esta revelación compromete mucho la versión de Polo, que no ha dicho nada desde que habló Vallejo. ¿Una invitación a repensar votos es una presión? Vallejo dijo que no se sintió presionado: “Presión para cambiar, no. He explicado lo que pasó y presión, ninguna. Ya somos mayorcitos para tener presiones”.

El comentario casual de Polo a Ansorena

Al día siguiente, otro vocal, Patxi Ansorena, desveló una conversación casual donde la oposición vio otro intento de manipulación por parte de Polo. Ansorena le quitó importancia y explicó todo muy bien. 

Sucedió lo siguiente: un día, dijo Ansorena, durante “una conversación como otras muchas” que pudo tener con Polo, el presidente le “dejó caer” que “había una empresa que él en su momento, hacía muchos años, en su actividad profesional anterior, había tenido una mala experiencia”. Polo sacó su oposición a finales de los ochenta y pronto se cogió una excedencia para montar una consultoría propia en la que trabajó 25 años. Polo, en esa conversación, le dijo algo así como que prefería que esa empresa no saliera.

“Yo ahí, en ese sentido, corté rápido, le dije: me parece muy bien, es tu opinión, fantástico, yo me voy a dedicar a lo mío y voy a valorar las ofertas”. Ansorena también dijo, como Vallejo, que él nunca se ha sentido presionado: “Yo en ningún momento, pero en esta licitación ni en ninguna, nunca he recibido un comentario en el sentido de usted tiene que valorar esta o tenemos que conseguir que… Esto no me ha pasado nunca porque, además, no lo hubiera aceptado y si fuera necesario hasta me apartaría definitivamente de las mesas de licitación, porque esta no es mi manera de funcionar”.