“Culpa siempre tuve, me preguntaba cómo era posible que nos salváramos cuatro compañeros, fue algo brutal”
El atentado a los abogados de Atocha de 1977 ha marcado su vida, pero puede seguir contándolo. Profesor universitario jubilado, relató su experiencia en la UNAV
A Alejandro Ruiz-Huerta Carbonell (Madrid, 1947) no le gusta que le llamen ‘superviviente’, a pesar de que sobrevivió a un atentado terrible. “Yo no soy superior a nadie, ni Superman, ni nada”. Por eso prefiere considerarse ‘sobreviviente’, desde la necesidad de eliminar el prefijo ‘super’ de su biografía. Es el último que queda de los cuatro compañeros que salieron con vida de aquel despacho de Atocha. Asume una “suerte inmensa” porque los cinco disparos que recibió no eran mortales y puede contarlo. Profesor jubilado de Derecho Constitucional, con más de 30 años de docencia, el pasado jueves, en el día de su 78 cumpleaños, participó en Pamplona en la IV Jornada Contar el Terror, organizada por la Universidad de Navarra.
¿Cuánta carga y cuánta catarsis hay en usted tras un atentado así, que marca la vida de una persona?
–Pues muchísima carga, y marca a partir del instante siguiente. En mi libro Violencia, compasión y memoria (que ha publicado este año) aparece la referencia a la catarsis, que empieza también desde el primer momento.
Al principio supongo que habría rabia, dolor, no sé si culpa...
–Culpa siempre tuve. Me preguntaba cómo era posible que con ese atentado nos salvásemos cuatro, en situaciones realmente excepcionales, y la mía la que más. Tuve cuatro disparos en la pierna derecha, uno en el glúteo, más un tiro que rebotó en la pared y pegó lateralmente en un bolígrafo que llevaba en la camisa.
Ahora, por cuestiones biológicas, los otros tres ‘sobrevivientes’ han fallecido. ¿Cómo se gestiona eso?
–Es una situación muy fuerte, porque nos apoyábamos mutuamente en las irregularidades de la memoria por haber sido algo tan brutal, de intersección entre la vida y la muerte. Todo eso crea culpabilidad... Cuando uno se queda solo es mucho más duro todavía.
Aquel atentado, por brutalidad y contexto, ha tenido más memoria que otros. ¿Eso ayuda a la catarsis o se ha mitificado de forma lesiva?
–Las dos cosas, ha habido un poco de todo, y en el trabajo de los medios de comunicación también.
‘Esas manitas bien arriba’, repetían los asesinos apuntándoles en el hall del despacho.
–Era una chulería impresionante, uno hacía bailar la pistola en su mano, exhibiéndola (reproduce el gesto).
Usted desliga la legalización del Partido Comunista del atentado y del duelo manifestado en el entierro.
–Yo creo que se habría legalizado igual aunque no hubiera existido Atocha, porque era un elemento imprescindible para la Transición política española., como tantos otros.
Gobernaba entonces Adolfo Suárez. ¿Cómo se comportó aquel Gobierno predemocrático?
–El papel fundamental, más que del Gobierno, fue del Colegio de Abogados de Madrid, con su decano Antonio Pedrol Rius, que tuvo un comportamiento ejemplar. Porque no era un personaje vinculado a ninguna izquierda, sino todo lo contrario, y se volcó con nosotros. Facilitó exponer los cadáveres en el Colegio.
Qué menos...
–Sí, pero también fue su actitud personal. A mí me dio dos besos cuando me vio en el hospital. Pedrol Rius, que nada tenía que ver con nosotros... El ministro de Justicia era Landelino Lavilla. Años después estuve con él, y tuvo una actitud cercana, pero claro, casi 20 años después.
“Yo creo que se habría legalizado igual al Partido Comunista aunque no hubiera existido Atocha”
En su libro invoca la compasión, y sorprende que haya llegado a ese punto ético y psicológico.
–Psicológico no sé si he llegado, porque me cuesta mucho trabajo. La ética que Reyes Mate llama compasiva exige colocar a víctima y victimario en el mismo plano. Claro, con el paso del tiempo. Yo dolor pasé, venganza no tuve nunca, ni un ápice.
Prefiere hablar de ‘la noche de Atocha’ y no de ‘matanza’.
–Una palabra que tiene que ve con el cerdo. Alguien del público en el juicio de Atocha, en 1980, dijo: cinco cerdos (por los cinco asesinados). Pero es el término que más ha funcionado en los medios... Ha sido muy complejo, me vienen las escenas sucias del atentado, al ver la sangre acumulada en el suelo. Todo eso es muy duro.
Y llegará el 50 aniversario y los periodistas le abordaremos.
–Ya lo sé, y el Gobierno de España prepara una acto y una exposición.
¿Qué sintió según ETA, la organización terrorista que más atentados cometió, golpeaba una y otra vez?
–Me dolía muchísimo. Yo he vivido todos los atentados que se han producido en España como si hubieran sido el de Atocha. Es una empatía total con las víctimas, así que ha sido muy duro hasta el final.
Parte de la juventud tiene tentaciones hacia lo autoritario y una visión nostálgica del régimen franquista.
–Sé por mis compañeros de la Facultad de Derecho de Córdoba, donde trabajé hasta que me jubilé en 2017, que se está produciendo una colocación hacia la extrema derecha muy significativa en los alumnos, vinculada a Vox, sobre todo, en línea de lo que pasa en muchísimos sitios en el mundo. Desde Trump hasta los Bolsonaro o los Milei, que son más que nada payasos, creo yo. Para mí es clave de dónde les viene a los jóvenes españoles vincularse a Vox. No solo que su futuro se les está poniendo muy crudo, sino también que buscan la información en las redes sociales. Eso está haciendo mucho mal. Yo he tenido amigos también en Córdoba que se han hecho de Vox de repente. Y les he dejado de mirar después de echárselo en cara. ¿Pero tú de qué vas? ¿No has sido socialista y comunista? Te lo justifican enseguida y te dicen que es un rollo temporal. Pero está ocurriendo muchísimo. Es una cosa tremenda. Y a mí me da un miedo terrible y a la vez no lo entiendo. Nunca aceptaré que el fascismo que vivimos en este país durante tantos años se mantenga desde la perspectiva de Vox, que no será el mismo, pero es muy parecido, de eso estoy convencido.
“He vivido todos los atentados que se han producido en España como si hubieran sido el de Atocha”
Todo esto, al menos a corto plazo, tiene una solución compleja. Estamos ante un fenómeno extendido, bastante global y estructural. ¿Cómo se puede revertir?
–Con educación. Hay una responsabilidad educativa tremenda. Yo ya estoy un poco lejos de eso, pero...
Que una facultad de Derecho observe esa deriva en su alumnado...
–Una vez me enteré que el delegado de clase estaba en Fuerza Nueva y que en su móvil, cada vez que le llamaban, sonaba el himno nacional. Hablé con él a las claras. Que sepas que yo soy una persona herida por las huestes de tus ancestros o de tus amigos. Se quedó de piedra y me dijo que iba a venir a la proyección de la película Siete días de enero, en la Facultad en Córdoba. A la salida me lo encontré y me abrazó el facha (sonríe). Así me ha pasado muchas veces.
Esas experiencias son las que supongo le han alimentado la esperanza en el ser humano.
–En Madrid me pasó eso con los del PP poniendo una placa en un pueblo del norte de Madrid, los concejales del PP me dijeron: Alejandro, que sepas que estos muertos de Atocha son también nuestros muertos. Me lo han dicho una vez en la vida, porque no todos los concejales del PP te dicen eso, ni mucho menos. Pero esas cosas te dan alas a la esperanza.
“Hay que vivir desde el corazón más que desde la cabeza, el lado emocional es el que se mantiene en mi alma”
¿Qué mensaje final le gustaría dar en esta entrevista?
–Trabajar con corazón. Con intensidad, mucho más que de la frialdad de la cabeza.
Pero su corazón podría haberse podrido por odio...
–No, la emoción es la consecuencia del odio, que nace de la cabeza. Yo creo que el corazón siempre lo tenemos abierto. Hay un dicho de Averroes en mi libro, de que a la violencia se llega a través de la ignorancia, que lleva al miedo, y el miedo al odio. Hay que vivir desde el corazón, más que desde la cabeza. Tienes que mantenerla también porque si no se te va la olla. Es el equilibrio que debes mantener, pero siempre desde el corazón. Yo soy un escorpio típico, y el lado emocional es el que se mantiene en mi alma. Soy poeta, he publicado ya dos libros de poesía y espero seguir.
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