Nacida en Iruña, en 1984, además de docente, Nerea Perez Ibarrola es investigadora del Fondo Documental de la Memoria Histórica en Navarra. Esta profesora destaca la existencia “de una especie de cultura pública respecto a la Transición” que a pesar de las nuevas aportaciones de la historiografía, se “sigue manteniendo un relato de las grandes figuras, muy desde arriba, que continúa dominando socialmente, de que la hicieron los grandes partidos, el consenso, la ejemplaridad, el papel del rey”. Esa historiografía recoge que en paralelo “en la calle estaban pasando muchas cosas también importantes para entender la Transición e interpretarla”.

Perez Ibarrola, apunta a la existencia del “miedo” en aquella sociedad. Más allá de los resultados electorales, recuerda “en qué condiciones tuvieron que afrontar muchos partidos que habían estado luchado contra el franquismo”. También la “falta de experiencia política y electoral, de muchísima gente que votó en los años siguientes que no había votado en su vida”.

Asimismo, la investigadora incide en cómo se plantearon las distintas elecciones, que no fueron municipales ni forales hasta el año 1979 (las Generales fueron en el 77), dentro de un contexto de Guerra Fría. “Las posiciones rupturistas que en el año 76, sobre todo, tenían un peso importantísimo, no interesaban en la Europa Occidental, cuya tendencia era otra”, comenta.

¿Involución ideológica?

Esta profesora dice que no se observa en general un revisionismo en el alumnado sobre Franco o el franquismo ahora que tanto se habla de involución. Ella imparte en los grupos de euskera, pero sus colegas en castellano tampoco lo han observado, al menos de momento, si bien Pérez Ibarrola, que no descarta que en cursos venideros se note esta involución. “Es una opción que yo sí que tengo en la cabeza que pueda ocurrir”.

Pérez Ibarrola, que cumplió los 18 años ya en este siglo XXI, vivió en casa el interés por esta época. Algo que “ahora eso es un poco más complicado porque la distancia es mucho más amplia”. Ahora ella tiene el placer poder conversar con sus padres desde su propio bagaje académico. “Para mí es una gozada”, afirma.

Ese intercambio fue un impulso para estudiar y mientras hacía la tesis, e incluso ahora continúan conversando en familia. “En estos temas me metí precisamente porque siempre había visto fotos e historias de entonces, y me maravillaba la gente en la calle, movilizada, en comparación con lo que yo estaba viviendo en los años noventa o dos mil, que eran muy diferentes. Me flipaba que hubiera habido un momento que estuvieran las campas de Arazuri llenas y tuvieran que correr todos porque les perseguía la policía a caballo. Es algo de lo que seguimos hablando mucho, y para mí es un placer”