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La fortaleza de Vox complica el ciclo electoral al PP pese a su clara victoria en Extremadura

Feijóo se encuentra con menos margen de maniobra del que esperaba y, lo que es peor, con un socio incómodo al alza

La fortaleza de Vox complica el ciclo electoral al PP pese a su clara victoria en ExtremaduraJavier Lizón

Las elecciones autonómicas del pasado día 21 en Extremadura han dejado un mapa político tan previsible en su resultado general como inquietante en sus consecuencias. María Guardiola volvió a ganar, el PSOE se hundió como nunca antes y Vox salió reforzado hasta convertirse, una vez más, en la llave imprescindible para la gobernabilidad y con más fuerza. Pero el verdadero mensaje que dejó la primera noche electoral que Feijóo ha impuesto a sus barones territoriales deja un mensaje de lo más preocupante para Génova: el Partido Popular arranca el ciclo electoral de 2026 con un socio incómodo al alza y con menos margen de maniobra del que esperaba.

Guardiola adelantó los comicios con una apuesta clara: lograr una mayoría absoluta que le permitiera liberarse de la dependencia de Vox tras el fracaso de las negociaciones presupuestarias. No lo consiguió. El PP no solo se quedó lejos de ese objetivo, sino que además perdió cerca de 9.000 votos respecto a las autonómicas de 2023. El resultado es una paradoja política: ganar sin avanzar y necesitar de nuevo a un aliado que sale mucho más fuerte del envite.

Mientras tanto, Vox capitalizó una campaña de alto voltaje, con la presencia constante de su líder, Santiago Abascal, y un discurso frontal contra el PP y el PSOE. El balance para la formación ultra es contundente: 40.000 votos más y seis diputados que le permiten elevar el precio de su apoyo. Un aviso claro que resonó al filo de la medianoche desde la sede del partido en Madrid, cuando Abascal dejó claro que no habrá cheques en blanco para la investidura de Guardiola.

La otra gran protagonista de la noche fue la debacle socialista. El PSOE extremeño, con Miguel Ángel Gallardo como candidato, firmó su peor resultado histórico, perdiendo más de 100.000 votos y quedando muy por detrás del bloque de derechas. Gallardo llegaba a la cita electoral lastrado por su procesamiento judicial por la contratación del hermano del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, un asunto que tanto PP como Vox explotaron sin tregua durante la campaña.

La derrota era esperada, pero no de esta magnitud y que obligó –no había otra salida– que la dimisión inmediata de Gallardo que, eso sí, prefiere conservar por si las moscas el escaño de diputado. No obstante, desde Ferraz se ha insistido en descartar por ahora daños colaterales para Sánchez.

En contraste, Podemos fue la única fuerza que celebró avances en la izquierda. La candidatura conjunta con Izquierda Unida pasó de cuatro a siete escaños y sumó más de 50.000 votos, un crecimiento que los de Ione Belarra no tardaron en reivindicar en un momento especialmente tenso de las relaciones entre el PSOE y Sumar en el Gobierno.

Pero la mirada de Génova estaba puesta en algo más que en Extremadura. La noche electoral fue seguida con atención por Alberto Núñez Feijóo, acompañado en la sede del PP por el presidente de Aragón, Jorge Azcón, quien también ha adelantado elecciones ante la imposibilidad de aprobar los presupuestos. La imagen funcionó como un ensayo general de lo que vendrá el próximo 8 de febrero, cuando los aragoneses acudan a las urnas.

Aragón, Castilla y León y Andalucía conforman ahora el siguiente tramo del calendario electoral. Azcón aspira a frenar el ascenso de Vox con una mayoría absoluta que confirme la estrategia del PP: presentarse como la única alternativa viable a un proyecto socialista que dan por agotado y erosionado por los escándalos de corrupción. No lo logró en su día Alfonso Fernández Mañueco en Castilla y León, y el precedente planea como advertencia.

Y mientras el PP celebra el resultado como el primer paso de una cadena de triunfos que llevarían a Feijóo a La Moncloa, Vox recuerda que su papel será determinante en cada uno de ellos. Extremadura no ha cerrado una etapa. La ha abierto. Y lo ha hecho dejando claro que, en el nuevo ciclo electoral, nadie regalará nada. Menos aún quien sabe que tiene la llave.

GOTEO DE DIMISIONES, CESES...

Denuncias. Vox se enfrenta a una grave crisis interna. Dimisiones como la del exvicepresidente de Castilla León García-Gallardo, acusando que “acabar con las oligarquías dentro de los partidos es una quimera” fue una de las muchas caras que han abandonado este año a Santiago Abascal. A eso hay que añadir las purgas internas. La última hace escasos días con la expulsión de Javier Ortega Smith de su Comité Ejecutivo Nacional para ser sustituido Júlia Calvet, evidenciando el control absoluto que quiere imponer Abascal en el partido de ultraderecha. A todo ello hay que añadir el control de la asociación juvenil Revuelta que destapó una guerra sucia de audios, denuncias, despidos y traiciones.