"El sol sale bailando en la mañana del día de San Juan", esta es una creencia ancestral del pueblo vasco, que nos remite a un momento primordial del calendario tradicional, como era el solsticio de verano, fecha que cristianizó el culto a San Juan Bautista. Es el gran período del sol, cuando brilla en el cielo con todo su esplendor con una fuerza potente y telúrica. Es entonces cuando el astro rey nos susurra, casi imperceptiblemente, que el día es más largo y la noche más corta, pero que, a partir de ese momento, la luz comienza a perder la batalla frente a la oscuridad, acortándose paulatinamente los días. Esta situación se revierte en el solsticio de invierno, la otra gran fecha de nuestro calendario tradicional. Es el tiempo de realizar una serie de ritos para aportar energía extra a ese sol que comienza a decaer, como son el encendido de las hogueras de San Juan, entre otros arcaicos rituales. Esta energía especial que derrocha el sol en este momento del año no pasó desapercibida para quienes nos precedieron, gentes muy acostumbradas a observar la naturaleza, de la que eran parte indisoluble. El sol en la tradición vasca, es visto como un numen de género femenino, hermana de la luna e hijas ambas de la Ama Lurra, la Madre Tierra, a cuyo seno acuden diariamente tras su periplo por la superficie terrestre. “Iguzki”, “Eguzki”, “Ekhi”, “Ekheerri”, “Iki”, “Eguzkibegui”,… son diferentes formas de denominar al astro rey en varias zonas de Euskal Herria.

Entidad profundamente sagrada, vista como un ahuyentador de los genios malévolos que pululan a sus anchas por la noche. Cuando se retira, esas características preventivas pasan a uno de sus representantes en la tierra: el “eguzkilore”, la flor del sol, que debemos colocar en las puertas de las casas para evitar que estos seres malévolos entren en la misma. 

FICHA PRÁCTICA

  • ACCESO: Llegamos al Centro de Atención al visitante del Parque Natural de Urbasa y Andía por la carretera NA-718, bien desde Olazti, o desde Lizarra.
  • DISTANCIA: 7,6 kilómetros.
  • DESNIVEL: 400 metros.
  • DIFICULTAD: Media.

El sol era tan importante que se le dirigían saludos cuando se pierde por el horizonte, por ejemplo: “Euzki amandria / Juan da bere amagana / Bihar etorri da / Denbora ona bada”. (La abuela Sol / ha ido hacia su madre / Vendrá mañana / si hace buen tiempo).

Hacia el sol bailarín

Una bella forma que tenían nuestros antepasados de representar esa energía desbordante nos lleva a caminar por un magnético hayedo hasta un lugar muy especial: nos vamos a Ixuripunta, en la sierra navarra de Urbasa. Nos calzamos las botas en el aparcamiento del Centro de Atención al visitante del Parque Natural de Urbasa y Andía, donde podemos estacionar el vehículo. Una ruta balizada con trazas de pintura blanca, roja y verde discurre junto a la carretera en dirección E.

Pronto, abandonamos la compañía del asfalto para caminar por una senda marcada, entre bordas y túmulos megalíticos, hasta topar con un cruce. En este, optamos por un camino hacia nuestra derecha –por el de la izquierda regresaremos–, siguiendo un cartel que indica “Sendero de los montañeros”. Continuamos por esta ruta, de nombre atractivo, siguiendo las balizas verdes y blancas. Comienza un ascenso entre el bosque y seguimos por pista dentro de un delicioso hayedo que nos abraza dulcemente. Un portón sale a nuestro encuentro; lo cruzamos, y continuamos en ascenso unos 500 metros más, hasta llegar a la cresta, en el conocido como portillo de Zelai Haundi. Este collado se abre entre las cimas de Bagargain, a la izquierda, y la cota de Ixuripunta, a nuestra derecha, hacia la que nos dirigimos.

Alcanzamos esta cota de 1.133 metros de altitud, desde la que se abre una bella vista de la barranca y, lo que es más importante, se abre ante nuestros ojos la vieja tradición de las montañas, lo insólito que surge en cada recoveco de nuestra cultura, como nos cuenta la siguiente convicción: “A este paraje mágico, acudían los pastores para ver salir bailando al sol, en el amanecer de la mañana de San Juan, siguiendo una ancestral creencia de los vascos”.

En esta mágica fecha solsticial, se realizaban muchos ritos naturalísticos unidos al fuego, por supuesto, pero también al agua y al sol. Era tradición en esa mañana descalzarse y caminar sobre el rocío e incluso darse baños de esa misma escarcha para tener salud todo el año. Aún hoy, en algunos puntos de la tierra de los vascos, se siguen realizando ritos acuáticos en este momento especial.

En un mundo cada vez más uniforme, más plano, más fotocopiado, aún podemos tocar parajes que nos conectan con ese poso ancestral que nos une a la naturaleza y que nos habla de las peculiaridades de lo que somos. No tenemos más que calzarnos las botas y salir al encuentro de su magia. No es extraño que los pastores acudieran a este lugar para ser testigos de algo tan importante, tan inusual como ver salir el sol bailando; mantengamos esa esencia de nuestras viejas creencias.

Debemos regresar, dejando al sol que brille en su esplendor, iluminando Ixuripunta y todo lo que simboliza, y volvemos a caminar. Regresamos hasta el punto en que hemos salido a la cresta e ignoramos la senda de ascenso. Seguimos el cresterío, es posible evitar la zona más expuesta por un sendero paralelo, alcanzando, en breve, la cumbre de Bagargain, cuya cruz metálica preside sus 1.153 metros de altura. El espectáculo es inigualable: ante nosotros se elevan las sierras de Aralar, Aitzkorri, Altzaina o Andia. Tras disfrutar del espectáculo natural, descendemos siguiendo la misma dirección que nos ha traído a la cima, para llegar a un collado, con un poste indicador. Tomamos hacia nuestra izquierda para internarnos de nuevo en la magia del bosque. Un sendero desciende de forma directa, pero cómoda, hasta el cruce que hemos obviado al principio del paseo. Solo nos resta retornar hasta el aparcamiento.