La luz solar y la artificial, así como la polución, son factores de nuestro entorno que nos afectan a diario.

Para luchar contra este proceso, contamos con la ayuda de los antioxidantes, los cuales actúan como bloqueadores de los radicales libres, impidiendo la acción de estos y ayudando a preservar la salud cutánea.

Los antioxidantes actúan también unificando el tono y aportando luminosidad al rostro, reduciendo las manchas y evitando su reaparición y protegiendo la piel de agresiones externas. Por si fuera poco, los antioxidantes estimulan, además, la producción de colágeno, una molécula que juega un papel clave en la elasticidad y resistencia de la piel. De hecho, nuestro organismo dispone de sistemas de defensa específicos que neutralizan la oxidación: antioxidantes endógenos.

Sin embargo, no son suficientes para hacer frente a la cantidad de agresiones ambientales que sufrimos a diario, por lo que los antioxidantes de uso tópico son esenciales en la lucha contra el fotoenvejecimiento, sumándose a la acción de nuestros propios mecanismos de defensa y evitando así los signos del envejecimiento, a la vez que corrigen los signos ya visibles (líneas de expresión, arrugas, manchas, etc.).

Cuidado diario 

Para prevenir la oxidación que viene del exterior debemos aplicar todos los días, por la mañana, serums que contengan una combinación de antioxidantes, incluida la vitamina C, unos de los que mayor capacidad tiene de neutralizar el daño ambiental.

Para evitar la oxidación interna de nuestra piel y favorecer su reparación debemos aplicar, por la noche, cosméticos que contengan una combinación de antioxidantes. Incluido el resveratrol, en concentración maximizada, para reforzar nuestras defensas y reparar el daño acumulado.

Asimismo, es conveniente llevar un dieta equilibrada y alimentos ricos en glutatión, carotenoides, vitaminas A, C y E.

Vitamina A. Engloba a una familia de ingredientes que, cuando penetran en la piel, se convierten en ácido retinoico. Este antioxidante favorece la regeneración celular y estimula la producción de colágeno y elastina. Además, reduce las arrugas y mejora las líneas de expresión, la textura y el tono de la piel. También, mejora las imperfecciones y las manchas y ayuda a combatir ciertos problemas de la piel como el acné.

Vitamina E. Presente en la piel, pero también en algunos alimentos, promueve la formación de colágeno ayudando a mantener la piel saludable. Concretamente, la vitamina E difumina las cicatrices, elimina pequeñas imperfecciones y granitos y favorece la formación de una barrera natural que protege la piel de los rayos solares.

Vitamina C. Además de su acción antioxidante frente a los radicales libres, tiene un efecto despigmentante, por lo que se recomienda en el tratamiento de hiperpigmentaciones. Sin embargo, no solo ayuda a unificar el tono de la piel y a reducir las manchas y marcas, también tiene un efecto reafirmante. Esto se debe a su capacidad para aumentar la síntesis de colágeno, que favorece la elasticidad de la piel y hace que se vea más joven durante más tiempo.

Selenio. Este mineral con alto potencial antioxidante neutraliza los radicales libres y, en combinación con la vitamina C, ayuda a proteger la membrana celulary favorece la elasticidad de los tejidos. Además, cuenta con grandes propiedades hidratantes y ayuda a proteger la piel del daño solar.

Niacinamida. Conocida también como vitamina B3, influye positivamente en numerosos procesos de la piel. Entre sus beneficios más importantes cabe destacar que calma las irritaciones y rojeces, mejora la función barrera, regula la producción de sebo, unifica la textura y el tono cutáneos, reduce las líneas de expresión y las arrugas gestuales, es despigmentante y antiinflamatoria. Además, ofrece otra gran ventaja: resulta compatible con casi todas las pieles.

Alimentos antioxidantes. Por un lado, el glutatión, presente en alimentos como el pomelo, el ajo, la manzana, los huevos, el brócoli, el aguacate y los espárragos. También, alimentos ricos en carotenoides como zanahorias, tomates, espinacas, calabaza, uvas, calabacines, maíz y pimientos. Por último, alimentos ricos en vitamina A como espinacas, lácteos e hígado; vitamina C, presente en naranjas piña y kiwis; y vitamina E, como nueces, avellanas, almendras y pistachos, entre otros.