La palabra mobbing es de origen inglés y significa acoso en grupo. Se trata de acorralar a una persona y procurarle un daño moral, hacerle enfermar; es un linchamiento moral. Es básicamente el mismo procedimiento utilizado en el maltrato llamado de género: aislamiento, evitar cualquier comunicación con el entorno y un machaqueo constante, destructivo, con frases siempre insultantes.

El mobbing laboral, en general, se hace para reducir costes, evitando un sueldo y su carga de seguridad social, pero sin tener que pagar la indemnización correspondiente a un despido improcedente. Pero no en todos los casos es así. Ese motivo no puede existir en el caso de un funcionario, y sin embargo ahí también se da. En este caso el daño que se produce es por pura maldad, por complejo de inferioridad del maltratador, que lo paga con los demás. 

En los casos más extremos tratan de destruir a una persona y no paran aunque le echen del trabajo. Siguen difamándole, mandando informes malos a las empresas que calculan que puedan contratar a su víctima. Ese tipo de acosador es un asesino moral.

Decía Einstein que sólo conocía dos cosas infinitas: el universo y la estupidez humana, y de la primera no estaba seguro. Esa estupidez se puede achacar también a los compañeros de trabajo, que se convierten en cómplices. 

Hay que ser una persona con mucha seguridad en sí misma y con un buen apoyo familiar para no derrumbarse. Porque una vez iniciada la cuesta abajo, resulta muy difícil parar.

El acosado empieza cogiendo una baja laboral, a tomar tranquilizantes y antidepresivos, y consigue encontrarse mejor. Pero si se le menciona la posibilidad de reincorporarse al trabajo le entra el pánico.

El problema no se queda limitado al trabajo. En casa las cosas no van a ir bien. Es difícil la convivencia cuando no hay problemas, así que cuando uno de los dos está deprimido, todo se complica. Y todo esto en el caso de que no haya problemas económicos en la familia, porque si además el sueldo que proporciona ese trabajo, que está en el aire, es imprescindible para la marcha del hogar, la cosa se agrava. La perspectiva es que se puede perder trabajo, familia y la salud mental.

Actitud

Desde el comienzo del problema hay que plantarse y encararlo, tratar de buscar una solución y poner un límite de tiempo, prudente, para decidirse por alguna de las alternativas factibles. Empezaremos por la actitud en el trabajo.

Lo primero que tiene que hacer una víctima de acoso laboral es denunciarlo por escrito, para evitar después comentarios como: “Nunca te quejaste, nadie podía saber lo que te pasaba”.

Nunca empeorarán las cosas por hacer esto. Y si el acosador recrudece sus ataques, simplemente, se vuelve a escribir.

Luego, obedecer las órdenes que le den, siempre que sean correctas. Si le mandan hacer cosas por debajo de su nivel, no negarse, simplemente pedir que se lo manden por escrito. Eso no ocurrirá, porque sería ponerse en evidencia, por lo que la orden quedará en nada.

También es importante no mostrar que uno está hundido. Procurar poner buena cara y saludar a esos compañeros colaboradores del mobbing, como si no pasara nada. Al jefe aguantarle las broncas y cuando acabe preguntarle dónde ha comprado esa corbata o blusa tan bonita, o simplemente contestarle: “Muy amable, le agradezco su cortesía”.

El jefe se tiene que dar cuenta de que la situación ha cambiado. Uno ya no tiembla cuando le riñen, haciendo que disfrute el atacante. Y con un poco de tiempo el que se sentirá como un idiota será él.

Nadie puede asegurar que haciendo esto vaya a conservar el puesto de trabajo si ya han decidido suprimirlo, pero al menos que no le dañen psicológicamente a uno, y si hay despido, que sea improcedente, con indemnización y derecho al paro.

Apoyo y vida normal

Si por el contrario uno ve que no puede asumir ese papel, es mejor que busque otro puesto de trabajo, porque es mejor conservar la salud.

Fuera del trabajo hay que empezar por buscar el apoyo de la familia, desde el primer momento. También hay que acudir al médico, no sólo para una posible medicación, sino para que le escuchen y el médico le pueda dar consejos.

Hay que procurar hacer una vida normal fuera del trabajo y no abrir la puerta de tu cerebro a pensamientos negativos. El que no pueda evitarlo y tenga esos ruidos permanentemente, las 24 horas del día, tiene que aprender a no escucharlos. 

En caso de coger la baja, cosa indispensable en muchas ocasiones, hay que proponerse, desde un principio, una fecha de alta prudente. Dos meses parece una buena solución. Si la situación se prolonga, la vuelta al trabajo se hace muy difícil, porque a medida que pasa el tiempo se va teniendo más miedo a volver al trabajo.

La medicación, los consejos médicos y el apoyo familiar pueden ayudar a que el acosado pueda enfrentarse al problema, porque al final va a ser él quien lo tenga que resolver.

El mobbing debería ser un delito tipificado expresamente como tal. No estar encuadrado en el acoso laboral, que sólo conlleva indemnización para la víctima. Una vez probado el delito, debería cumplir la pena de cárcel, sin posibilidad de evitar el ingreso en prisión cuando la condena sea inferior a dos años, como ocurre habitualmente, salvo en casos de terrorismo.