La poderosa vitamina del sol, clave en la salud ósea y cardiovascular
Menos horas de luz implican presentar más atención a la vitamina D
Con la llegada del otoño los días se hacen más cortos y las horas de sol disminuyen. Esta transición estacional no solo afecta al ánimo; también condiciona la producción de vitamina D, conocida como la “vitamina del sol”. Diversos estudios han demostrado que este nutriente, además de ser clave para la salud ósea, también resulta beneficiosa para el sistema cardiovascular, influyendo en la presión arterial, la inflamación y el buen funcionamiento del corazón.
Esencial para el organismo
La vitamina D actúa como regulador en numerosos procesos. Además de favorecer la absorción de calcio y fósforo, se ha relacionado con una menor incidencia de enfermedades coronarias, hipertensión y fallos cardíacos. Su déficit, cada vez más común en poblaciones urbanas y en personas mayores, puede convertirse en un factor de riesgo silencioso.
Menos horas de luz, mayor riesgo de déficit
En otoño e invierno la menor exposición solar hace que la síntesis cutánea de vitamina D sea insuficiente en gran parte de la población. A ello se suman estilos de vida cada vez más sedentarios y bajo techo. Los especialistas recomiendan aprovechar al máximo las horas de luz natural; salir a caminar a mediodía, practicar ejercicio al aire libre o abrir los espacios al sol siempre que sea posible.
La alimentación como aliada
Más allá del sol, la dieta puede convertirse en un apoyo para mantener niveles adecuados de vitamina D. Pescados grasos como el salmón, la caballa o las sardinas, los huevos y los lácteos enriquecidos aportan cantidades significativas. En algunos casos, los médicos valoran la conveniencia de suplementos, especialmente en personas con riesgo cardiovascular, pero siempre bajo control.
El cuerpo agradece la prevención
Los especialistas recuerdan que la vitamina D ejerce efectos clave tanto en el sistema esquelético como en el cardiovascular. En los huesos, su papel es crítico para la absorción de calcio y fósforo, procesos fundamentales para mantener la densidad ósea y prevenir la aparición de osteoporosis o fracturas, especialmente en personas mayores. En el corazón, la vitamina D interviene en la regulación de la presión arterial y la función endotelial, además de modular la respuesta inflamatoria, factores que contribuyen a reducir el riesgo de enfermedades cardiovasculares.
Claves para la prevención ósea y cardiovascular
- Evaluación de niveles. Las revisiones periódica mediante análisis permite identificar déficit, especialmente en personas mayores, con enfermedades crónicas o factores de riesgo específicos. Conocer los niveles ayuda a orientar estrategias de prevención y mantener la salud ósea y cardiovascular.
- Dieta equilibrada y nutrientes aliados. El aporte de calcio, fósforo, magnesio y vitamina K junto con vitamina D favorece la mineralización ósea y la salud vascular. Incorporar pescados grasos, huevos, lácteos y vegetales verdes potencia la densidad ósea y el buen funcionamiento cardíaco.
- Control de factores de riesgo cardiovascular. La vitamina D influye en la presión arterial y la función endotelial, pero su efecto se optimiza si se vigilan otros factores: mantener colesterol y glucemia dentro de rangos adecuados, evitar el tabaquismo y monitorizar la presión arterial refuerza la prevención.
- Atención a grupos vulnerables. Personas mayores, con poca exposición solar, mujeres postmenopáusicas o con antecedentes de fracturas requieren especial seguimiento para prevenir osteoporosis y problemas cardíacos.
- Actividad física regular. El ejercicio fortalece huesos y músculos, mejora la circulación y contribuye a la salud del corazón. Combinado con una dieta adecuada y control clínico, potencia la prevención de complicaciones óseas y cardiovasculares, especialmente en otoño e invierno, cuando la síntesis de vitamina D disminuye. Además, la actividad física favorece el equilibrio y la coordinación, reduciendo el riesgo de caídas y fracturas en personas mayores.