En la mañana de ayer, los termómetros superaron los 35 grados en la capital navarra. Unas cifras que no fueron un impedimento para disfrutar de los distintos eventos sanfermineros. Algunos optaron por acudir al Paseo Sarasate, donde se celebraba por primera vez el Día de la Jota. Otros, en cambio, escogieron desengrasar las caderas a ritmo de la comparsa por la Casco Viejo y la Plaza del Castillo.

Independientemente del acontecimiento, las zonas sombreadas estuvieron muy concurridas desde la primera hora de la mañana. En el Paseo Sarasate, nadie quiso perderse los cánticos de la joteras de la Asociación de Mujeres Discapacitadas de Navarra (AMUDISNA), pero menos derretirse, de ahí que los asientos que pegaban al sol estuvieran vacíos. La gente prefería quedarse de pie en la sombra agitando los abanicos que darles un descanso a sus pies. “Aún estando en la sombra nos estamos asando. Estamos deseando que llegue nuestra hermana para ir a tomar algo”, confesaron Maite y Marisol Laborda, de la Rotxapea. No fue el caso del pequeño Aimar Saldise. El de Barañain fue incapaz de esperar a nadie, ni a los gigantes. Saldise prefirió comprarse un helado y esperar a los kilikis sentado en el único banco sombreado de la Plaza del Castillo. “Con estas temperaturas estamos vendiendo muchísimos helados, pero si te soy sincera si hiciera menos calor aumentaríamos más nuestras ventas, porque la gente por la tarde saldría antes de casa”, afirmó Oihane Larramendi, una de las socias de la heladería Larramendi, que acoge a sus clientes en la calle San Nicolás desde las 11.00 horas hasta que comiencen los fuegos artificiales.

A diferencia del Paseo Sarasate, el epicentro de la capital, la Plaza del Castillo, estaba desértica. No había sombra por ningún lado y la poco que había, estaba ocupada por los vendedores ambulantes. “Estamos de sombra en sombra, y venga a beber. Hemos venido al encierro y bajaremos a casa a comer para huir de este calor. A la tarde volveré para apreciar las peñas, pero más protegida, con sombrero”, dictó Amaia Asiain de Larrasoaña, la única afortunada en encontrar un árbol libre en toda la Plaza del Castillo.

Un recinto que cambió de aspecto cuando los gigantes y los kilikis lo invadieron. Es tal la pasión y la devoción que sienten los sanfermineros por ellos que ni las altas temperaturas pudieron con la ilusión de los más txikis, que iban bien equipados: la visera, las gafas de sol y un botellín de agua para hidratarse y seguir soltando la adrenalina. “Hemos ido a ver los gigantes y ha sido un poco complicado encontrar una zona sombreada. Hace muchísimo calor y en cualquier momento te puede dar una lipotimia, pero yo lo estoy llevando bien, reconoció Leo, natural de Pamplona. Una sensación que compartió Asier Sánchez, el músico de Burlada. El joven gaitero, que acompaña a las figuras de los reyes europeos, afirmó que es muy agradecido estar rodeado de tanta gente, cuando las temperaturas son poco llevaderas. Y continuó: “No me suelo poner las gafas de sol porque me parece más deslucido, yo me mantengo con mi camisa y boina roja hasta terminar el recorrido”.

Dos chavales se pegan un chapuzón en una fuente. Jon Urriza

El paraguas también sirve para frenar el calor.

Una joven se toma con humor las altas temperaturas.

El niño disfruta del helado.