La noche del 11 de julio en la Plaza del Castillo fue testigo de dos coloridos conciertos. Maruxak abrió la velada con un show vibrante, repleto de bailes y coreografías que destacaron por su energía y mensajes inclusivos, reivindicando el amor y la libertad en todas sus formas. Tras ellas, La Casa Azul deslumbró al público con una puesta en escena futurista y colorida, y a través de sus canciones, también envió poderosos mensajes a favor de la libertad y la autenticidad. Ambos conciertos no sólo ofrecieron un despliegue musical impresionante, sino que también se convirtieron en plataformas de reivindicación social y celebración cultural.
A las diez en punto de la noche la envidia entro en la plaza del Castillo como primer pecado de los 7 capitales que traía Maruxak. Una critica social al mundo eclesiástico, creando una alegoría musical del mismo. Desde canciones Disney, pasando por divas del pop como Britney Spears hasta iconos de la música como Abba sonaron dentro de un repertorio de cultura popular que representaba a cada uno de estos pecados.
Los gráficos coloridos y llenos de vida que acompañaban el show añadieron una dimensión visual impresionante, realzando la experiencia global del concierto. Alegatos poderosos a favor del amor en todas sus formas, resonaron profundamente entre los asistentes. Banderas de diversas causas, como la Ikurriña, la bandera palestina y la bandera LGTBQ+, ondeaban en el público durante todo el espectáculo siendo icono del discurso.
La juventud se agrupaba en el centro de la plaza, mientras que en los alrededores se veían familias bailando al ritmo de canciones infantiles, como Ez goaz lanera y Ran rober ran con un toque travesti. Este ambiente inclusivo y festivo hizo que todos, independientemente de su edad, disfrutaran del espectáculo.
Maruxak no olvidó sus raíces y también quisieron reivindicar el uso del euskara, interpretando un tema propio de la Korrika, que el público cantó a pleno pulmón. El cambio de vestuario a los tradicionales atuendos blancos con pañuelo y faja de San Fermín reforzó el sentido de pertenencia y celebración de la cultura local. Rita, integrante de Maruxak, gritó con fuerza “Las travestis también somos ska”, mientras el público seguía la coreografía sencilla y contagiosa que los hizo bailar al unísono. El homenaje a Palestina, con la exhibición de varias banderas, provocó una ovación aún mayor, mostrando el apoyo solidario de los asistentes. Siguiendo la tónica del show, Maruxak rindió homenaje a los gigantes de Pamplona con una versión tecno de la Polonesa que no dejo indiferente a nadie.
No podían irse sin denunciar las agresiones sufridas durante este año en San Fermín, al grito de “Gora borroka feminista”. Finalmente se despidieron de la Plaza del Castillo recordando que “esto ha sido histórico” y agradeciendo al público por llenar la plaza.
Futuristas
El relevo lo tomó La Casa Azul, prometiendo continuar con la energía que impregnó la noche. Muchos asistentes habían llegado exclusivamente para ver a La Casa Azul. A pesar de ser el sexto día de San Fermín y notar que la plaza no estaba tan llena como en jornadas anteriores, con los primeros compases de No hay futuro, los que llegaban más apurados corrían de la mano de sus amigos para conseguir el mejor sitio. La característica voz de Guille Milkyway atrajo la atención de todos, y poco a poco la plaza se fue llenando por la curiosidad que despertaba su reconocible timbre.
Con una estética futurista y una explosión de colores, el cantante barcelonés saludó con un enérgico “Kaixo Iruña” tras la primera canción. La puesta en escena, que incluía llamas y abundante confeti, dejó al público anonadado, creando un ambiente de constante animación y sorpresa.
A mitad del espectáculo, el cantante se abrió al público con una emotiva anécdota sobre su abuela Maritxu, quien era de Pamplona. “Mi abuelita Maritxu siempre me hablaba de San Fermín”, comentó, “hoy estaría muy orgullosa de verme aquí”. Este relato conmovedor resonó con el público, que respondió con cálidos aplausos al ver al barcelonés emocionado.
Tras este momento, La Casa Azul interpretó Esta noche cantan sólo para mí, adaptando la letra a “Esta noche Iruña canta para mí”, acercándose aún más al público. El ambiente se volvió más relajado y entregado, con la audiencia disfrutando de cada tema.
Con canciones como Superguay y Entra en mi vida, se veían cabezas saltar al ritmo, manos levantadas y parejas dedicándose canciones. Sin embargo, cuando el concierto alcanzaba su clímax, un apagón dejó la plaza en silencio durante unos tres minutos. El público y los artistas quedaron momentáneamente desconcertados, pero nadie abandonó la plaza, ansiosos por escuchar las últimas canciones del grupo. Cuando la luz volvió, el cantante aprovechó para agradecer al equipo técnico por su esfuerzo en resolver el problema rápidamente y al público por su paciencia. Aunque la pantalla no funcionaba, esto no impidió que el público siguiera disfrutando.
Desafortunadamente, otro apagón interrumpió el concierto poco después. A pesar de la frustración inicial, el buen ambiente prevaleció en la plaza. Varios grupos del público comenzaron a cantar a capela la última canción del grupo, mostrando una increíble resiliencia y buen ánimo.
Finalmente, con la luz de vuelta, La Casa Azul pudo interpretar La revolución sexual, el momento más esperado de la noche. Esta canción, una reivindicación del amor en todas sus formas y de la autenticidad, fue recibida con entusiasmo y sin más problemas técnicos.
Al final de la canción, el cantante volvió a agradecer al público por su paciencia y apoyo, reconociendo el mal trago que habían pasado pero celebrando el buen rato vivido en Pamplona.