Toros voladores y mitos
No por veloces son menos peligrosos. Los propios corredores admiten que una estampida rápida puede generar más descontrol y aumentar el riesgo de caídas y atropellos, también de los animales. Pero en la práctica no ocurrió. El de ayer con los Jandilla duró 2’19”. Tan noble como trepidante. Avanzaron a 22 km/h. Toros entrenados para correr hermanados, sin derrotes. Siempre llega gente de fuera con apenas experiencia que la lían en tramos como ayer en Telefónica. Pero el toro va a lo suyo y desprecia a la marabunta. Estoy segura que ni la Inteligencia Artificial lograría reproducir con todos sus algoritmos una carrera tan limpia, con más de 2.000 corredores delante de la manada a 500 kilos de media por animal entre calles de diez metros.
Un grupo de atléticos japoneses –con cintas en la cabeza– se adentraron bajo esa mirada zen propia de un samurai al paso de las bestias bravas, y yo me pregunto si creerán que tienen instinto de caza estos herbívoros y cuántos mitos más portan. Desconozco si saben que los toros ven poco, de su fuerza y velocidad, y los 20 o 30 centímetros de los pitones que desangraron a Peter Tassio hace ahora 30 años. Toros bien entrenados, no dopados porque eso lo controlan los veterinarios, que vuelan en manada como propulsados por un mecanismo de cuerda salvo cuando se despistan, se giran y se alteran. Ayer una cadena de televisión inició su tertulia con las imágenes del encierro del día anterior, luego rectificó. Quizás porque todos los encierros empiezan a ser iguales aunque estoy segura que para los japoneses que ayer cruzaron el vallado el suyo fue único.