HAY una historia perdida en el tiempo, que no ha sabido reconocer la fuerza transformadora y la capacidad de modernización social que tuvo el movimiento feminista en los años 70. Muchas de las conquistas que ahora disfrutamos las mujeres han llegado gracias a la lucha de líderes que pagaron un "precio" a veces "muy alto". Miles de mujeres en los sindicatos, en las asociaciones vecinales, universitarias y culturales, organizaciones de amas de casa, en partidos políticos, en movimientos cristianos o en grupos feministas desarrollaron un activismo notable en aquellos años, principalmente a partir de 1975. La reivindicación de derechos, ideas y valores, todo un movimiento "numeroso, plural y activo", apenas ha tenido espacio en la abundantísima historiografía de la transición española. El libro El movimiento feminista en España en los años 70, coordinado por Carmen Martínez Ten (Madrid, 1953) y Purificación Gutiérrez López (Badajoz, 1953), pretende rescatar del olvido voces que hoy son derechos básicos. Teniendo a la derecha franquista enfrente y al lado una izquierda, para la que "la igualdad de derechos entre hombres y mujeres no era la prioridad", no fue fácil luchar por estos derechos aunque el feminismo "históricamente estuvo más cerca de la izquierda", según sus autoras. Cuarenta años de dictadura supusieron una violenta ruptura con los cambios introducidos en la Segunda República y los espacios de libertad ganados por la mujer en ese periodo y especialmente durante la Guerra Civil. Pese a su aportación al cambio social, el movimiento de mujeres no aparece en la "foto oficial" de la Transición política española como sí lo está el movimiento estudiantil o vecinal. Las feministas, con sus demandas en torno a los derechos individuales, a los anticonceptivos, el divorcio, el aborto o la coeducación, estaban en aquellos años apuntando a la "imprescindible separación" entre Iglesia y Estado, uno de los pilares fundamentales de la "modernidad y de la democracia". Reivindicaban también la autonomía económica y el acceso de las mujeres a la educación y al trabajo retribuido. Otro apartado importante era la modificación de las leyes "discriminatorias y sexistas", así como el desarrollo de los "raquíticos servicios sociales como guarderías para poder acceder al mercado laboral". Muchas de las reivindicaciones de los años 70 se han alcanzado. Además, han surgido en los 90 otras "muy importantes como la participación y la visibilización de las mujeres en el poder político, o la denuncia de la tolerancia con la violencia de género". "Nuestras hijas ya tienen otros modelos con los que identificarse", recalcan. Sin embargo, es muy importante que se "consoliden los avances", admiten, "siempre frágiles, siempre inestables".

orígenes

El acceso a la Universidad

Mercedes Comabella, uno de los muchos iconos feministas que recoge el libro, recuerda que no existían leyes que regularan el divorcio (llega en 1981) o la separación; los anticonceptivos y el aborto constituían un delito penado por las leyes; de la sexualidad ni se hablaba; las mujeres casadas necesitaban la licencia del marido para casi todo; los hijos tenían un adjetivo -legítimos, ilegítimos, naturales, adulterinos, hasta sacrílegos- que "justificaba discriminaciones y desprotecciones varias". Para Purificación Gutiérrez, feminista, jurista y secretaria general del Consejo de Seguridad Nuclear, ex directora del Instituto de la Mujer y miembro de la Comisión Nacional de la Unesco. Cuando terminó sus estudios de Derecho en 1975, la mujer tenía la "misma capacidad que los menores, sordomudos o ciegos, es decir, no tenía la capacidad de regir su propia vida". "No podía viajar al extranjero sin permiso del marido, no podía decidir sobre la vida de los hijos ni sobre los bienes de la pareja. No podía ni contratar su trabajo ni abrir una cuenta hasta 1975", añade. Carmen Martínez Ten es licenciada en Medicina y presidenta del Consejo de Seguridad Nuclear. Recuerda que el derecho a la educación, "que es la posibilidad de comprender el mundo y de integrarte", no era el primero objetivo en valores sino "encontrar marido y tener hijos". "La generación anterior a la nuestra quedó sepultada por la guerra y no teníamos geneaología. En realidad la primera generación que vive de modo diferente es la nuestra, la que ahora tiene 50-55 años", dice. Lo que verdaderamente cambia en los años 70 es la "irrupción de la mujer en la universidad", expone Carmen. "Éramos las niñas del babyboom, hijas de madres que no habían estudiado y que habían tenido muchos hijos en una familia patriarcal estricta", reitera. Lo que más costó fue el "reconocimiento social", la incorporación de la mujer a "todas las actividades y su visibilización en la calle".

las grandes batallas

Aborto y divorcio

Otra de las protagonistas del libro, Justa Montero, señala que en el caso del aborto sólo se contemplaba como eximente del delito la interrupción de un embarazo no deseado para "preservar la honra" y la violación se consideraba un delito contra la "honestidad". La consigna "sexualidad no es maternidad" supuso el inicio de un proceso en el que la exigencia de métodos anticonceptivos, el derecho al aborto, reconocimiento del lesbianismo como opción sexual y el rechazo a la violencia sexual marcarían distintas etapas en la lucha por la "autonomía sexual de la mujer". El primer paso se da con la campaña por una sexualidad libre en 1977. Hasta octubre de 1978, fecha en que se despenalizan, se castigaba con arresto mayor y multa a quienes informaran o facilitaran cualquier método anticonceptivo. Para la mayoría quedaba el método Ogino. La exigencia de la legalización de los anticonceptivos forma parte de todas las plataformas reivindicativas y de campañas como la realizada por la Plataforma de Organizaciones Feministas de Madrid en marzo de 1977.

pluralidad

Un feminismo fragmentado

En diciembre de 1975 hubo una primera coordinación del movimiento feminista en un acto clandestino en Madrid con cierto carácter fundacional. En 1978, distintos grupos se agruparon para constituir la Plataforma de Organizaciones Feministas con una serie de objetivos. Justa Montero destaca en el libro que desde su inicio tuvo un claro carácter unitario en Cataluña (se crea la Coordinadora feminista) y en la CAV (se estructura en torno a las asambleas de mujeres), mientras que en Madrid se mantendrá más fragmentado y diferenciado ideológicamente. Según Martínez, el movimiento estaba muy fragmentado, "había grupos más radicales que ponían el acento en reivindicar la sexualidad del propio cuerpo, otros que trabajaban derechos, pero al final todos se coordinaban para exigir igualdad ante la ley".

Carmen y Purificación, tras alcanzar altos cargos en el poder político y económico, creen que las mujeres desde estos puestos están ejerciendo el liderazgo con "responsabilidad social", sobre todo en empresas trabajando en recursos humanos, aportando a los foros de decisión y en la dirección de equipos "sabiduría" para que se los temas se consensúen, que se trabaje desde la inteligencia emocional, y fomentando la participación.