Pamplona. Jorge Franco llegó a Pamplona justamente un día de San Valentín de hace siete años. Aquí le esperaba su mujer, Estela Granda, que ya llevaba tres aquí. Sus dos hijos mayores todavía tuvieron que esperar un año para poder venir de Ecuador. Estela, que ahora tiene 38 años, estuvo tres sin ver ni a su marido ni a sus dos hijos mayores, Jorwin y Jair, que tenían tan sólo 4 años y 8 meses, respectivamente. En una situación tan difícil, se volcó en trabajar pensando en el día en el que volviese a ver a su familia. "Lo pasé muy mal, estábamos acostumbrados a que donde fuese él, iba yo. La mente la tenía allá". Para Jorge, de 35 años, tampoco fue fácil hacerse cargo de los dos niños, aunque tuvo la inestimable ayuda de su madre para cuidarlos. Eso sí, cuando volvieron a verse, fue como si no hubiesen pasado los años "nos apegamos más todavía", ríe Estela, "parecíamos dos enamorados, la gente nos preguntaba si éramos novios, si nos habíamos conocido aquí". Y, por aquel entonces, hacía ya varios años que eran marido y mujer.
En el tiempo que han pasado en la capital navarra, han tenido otro niño, Jardel, que tiene 2 años. Y aunque han sido "muy felices" en Pamplona, recuerdan que no ha sido un camino fácil: "Nuestros familiares, que viven en Estados Unidos, se van de vacaciones, tienen sus caprichos, y nosotros aquí lo único que hacíamos a final de mes es pagar deudas y más deudas...". Aunque esta situación, que para otras parejas suele ser motivo de discusiones y hasta de rupturas, a ellos les ha unido más todavía. Eso sí, como en todos los matrimonios, siempre hay pequeñas discusiones, pero para ellos tenerse de apoyo el uno al otro es fundamental "para las buenas y para las malas".
Son los pequeños gestos los que delatan la confianza que se tienen y los 18 años que han permanecido juntos. "Hasta el momento no nos hemos fallado", dice Jorge sonriendo. Esa confianza, reconocen, es esencial cuando, como en su caso, hay que pasar largas temporadas separados. Pero la espera vale la pena cuando vuelven a encontrarse.
También son conscientes de que han sido muchos los que les han ayudado, en todos los aspectos. Estela recuerda cómo en las épocas en las que estaban separados, su familia no paraba de llamarle "durante todo el día". De la misma forma, Jorge recuerda con cariño a un amigo, también ecuatoriano, que le ayudó a conseguir trabajo cuando llegó a Murcia, y poder traer aquí a sus hijos "me ayudó con todos los papeles, él mismo se entusiasmaba cuando yo tenía la cita para hacerlos". Este amigo, además, conocía bien por todo lo que estaba pasando Jorge, ya que su caso era muy parecido. Y no son los únicos, ya que esta pareja tiene varios amigos que han pasado por una situación similar. Para lograr que una relación a distancia funcione, creen que no existe ninguna formula mágica.
Ahora se plantean una nueva vida en Estados Unidos, empujados por la difícil situación en la que se encuentran aquí, ya que él es trabajador de la construcción, y está en paro desde hace tiempo. En esta ocasión fue él el que se marchó para trabajar y ver el que será el nuevo hogar de la familia a partir de julio. Fueron sólo tres meses, pero tanto Estela como los niños lo notaron: "Ellos no podían dormir, lloraban mucho, incluso bajaron sus notas... y yo adelgacé un montón, cuenta. Por esta razón no repetirán la experiencia de hace unos años: "No me iría otra vez sola", afirma tajante Estela. Esta vez no necesitarán el teléfono para poder comunicarse o conectarse a Internet para verse. El nuevo camino lo emprenderán en familia con sus tres hijos, que están emocionados con su futura etapa en New York "se irían ahora mismo si pudiesen", cuentan. Allí cambiará su vida pero no su relación porque, como bromea Jorge: "Me ha aguantado muchos años, así que por lo menos aguantará dos más todavía".
        
    
    
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