pamplona. Se casaron en 1997 y su mayor deseo no era sólo tener hijos sino convertirse en familia numerosa. Lo intentaron todo, primero de la mano de la ciencia (6.000 euros cada tratamiento de inseminación) y después, más allá de las fronteras de Navarra, a miles de kilómetros de Lakuntza, en plena estepa siberiana. El 29 de febrero de 2008 los tres niños de Juan Luis Zubillaga Lazcoz y Aitziber Aguirre Beguiristáin volvieron a nacer. Fue el día que llegaron a esta localidad de Sakana. Habían pasado diez años desde que sus nuevos progenitores se plantearon ser padres. Ahora los quieren como salidos de sus entrañas. O más... Como ellos, un total de 908 menores han sido adoptados en Navarra desde 1999 en procesos con un coste que oscila entre los 9.000 y los 18.000 euros, excluyendo gastos de viaje y estancia.
Tenían 29 y 34 años cuando se casaron, hoy Aitziber tiene 43 y Juan Luis, 48. Un primer embarazo ectópico evidenció las dificultades de la pareja para ser padres. "Me tuvieron que quitar parte de una trompa y luego las probabilidades de quedarme embarazada fueron menores. Quieres, lo intentas una y otra vez, pero al final ves que es una utopía". Si la primera espera es larga, cuando todavía confiaban en la naturaleza, la opción de la inseminación artificial se hizo más agónica si cabe. "Es más duro todavía porque es chasco sobre chasco". Siete fecundaciones in vitro y dos intentos con embriones congelados precedieron a la decisión de adoptar. Lo dicen de carrerilla, como haciendo balance de sus batallas, pero la procesión va por dentro.
Unos primos guipuzcoanos que habían adoptado a dos hermanos rusos les revelaron que había otras alternativas posibles. Ellos habían iniciado los trámites con Rumanía justo cuando cerraron la frontera para las adopciones. Perdieron un millón de pesetas "de las de antes". Tras este intento frustrado, optaron por Rusia, y tras dos años y medio, trajeron a dos hermanos. La experiencia de sus familiares animó a Aitziber y Juan Luis. Ver a aquellos sobrinos en su nuevo hogar. En junio de 2004 tuvieron la primera reunión con la asociación Nuevo Futuro, ECAI (Entidad Colaboradora de Adopción Internacional) acreditada por el Gobierno foral para tramitar adopciones en Rusia.
"Una vez que te dan el certificado de idoneidad eliges país y, una vez que eliges país, te pones en contacto con la ECAI que tramita ese país", explican. Juan Luis y Aitziber se acuerdan perfectamente de la fecha en la que firmaron el contrato con Nuevo Futuro, un 6 de julio de 2005. Casi dos años después, en mayo del 2007 recibían la primera llamada de confirmación desde la fría Siberia.
"Rusia en el procedimiento es muy rígida, normalmente no se fían del informe médico que remites y además resolver la situación jurídica depende del Estado y de una sentencia para obtener la tutela", reconoce Laura Iparraguirre, subdirectora de Nuevo Futuro. En su caso tardaron hasta tres años para ver a los niños en casa. Tiempo y dinero. "Quitando los viajes viene a salir unos 18.000 euros la adopción, y si hay hermanos aumenta el coste, pero no es por dos", admiten desde la dirección Nuevo Futuro. La víspera de la fecha prevista para la recogida de "las criaturas" les comunicaron que debían pagar 3.000 euros más porque eran tres hermanos. En total, 16.600 euros. "Además, hicimos cinco viajes y de 50.000 euros cada uno no bajamos, la mitad para los críos y el resto para hoteles, aviones y traductores...".
De los niños conocían el nombre del orfanato y alguna foto antigua antes de viajar al país, poco más. A Nuevo Futuro les llega cierta información del país e "intentamos enviar a las familias alguna foto porque les tranquiliza", admite Laura. De hecho, aquella foto fue colgada en muchos hogares de Lakuntza. Todo el pueblo vivió expectante.
500 kilómetros ¿Qué hay detrás de un orfanato? "Fundamentalmente abandono y es importante que los adultos tengan información de esos niños para poder entender sus conductas", reafirma Laura. "El pequeño tenía año y medio cuando entró a un centro de menores que allí se llama casa-cuna. Lo conocimos en mayo y estaban a punto de cambiarlo al orfanato para estar con sus hermanas porque un juez dijo que los críos debían estar juntos. La distancia entre ambos centros era de 500 kilómetros". Cuando lo conocieron tenía tres años y medio (el primer encuentro tuvo lugar en junio de 2007), dos más al llegar a Lakuntza. La segunda visita fue en octubre del 2007, en aquella ocasión obligados por la exigencia de hacer un nuevo reconocimiento médico pese a que se habían realizado multitud de controles aquí. El juicio fue fijado el 6 de diciembre, "había que estar cinco días naturales con ellos y la traductora y otros diez para el tablón de anuncios". En principio iban a salir el día 23 de diciembre para volver el 29. "Llegamos a Moscú pero hubo un fallo en los visados y nos mandaron deportados. La nueva fecha era el 12 de enero, luego el 20... Nos comunicaron que habían traducido mal los datos de mi mujer y que teníamos que pasar otro juicio. Nos llamaron el 16 de febrero, dos meses más tarde. Para cuando llegamos el crío creía que nos habíamos olvidado de ellos". Hoy, los tres hermanos hablan en perfecto euskera. "No les ha costado adaptarse cara a la gente, a la escuela, a los amigos...". Eso sí, tienen miedo a la oscuridad, a subir al piso superior de la casa y siempre encienden todas las luces...