VILLAVA/ATARRABIA. ¿No pudo ayer acudir al Nafarroa Oinez? ¿Sí fue y quiere recordar tan señalado día? Ambos, pasen y lean. Disfruten del recuerdo de una jornada excepcional, donde los reencuentros, los bocatas, los kalimotxos y los hinchables (para niños) fueron la tónica general. Incluso acompañó el tiempo. Un poco de viento, pero ni atisbo de agua. Por dónde iban a ir los tiros se podía adivinar desde el comienzo de la mañana. A eso de las 11, en el área dos, en Burlada, la barra ya estaba llena.
Nadie perdió un minuto en pedirse una cerveza, un kalimotxo o una botellita de sidra, los bestsellers de las bebidas. Pero claro, si vas a beber, hay que comer. Sin problema, también daban bocatas. De hecho, ya era hora del almuerzo y los más demandado fueron los bocadillos de tortilla de patata y chistorra. Dos clásicos. Mientras los padres se alimentaban, los niños jugaban. Unos soñaban con alcanzar la luna en la Base lunar de la Nasa, otros con cazar rinocerontes en África, en El rinoceronte verde, y los últimos jugaban a caballeros y princesas en el Castillo de palmeras. Se trataba de hinchables, claro. La delicia de los niños, que hacían cola para dar tumbos. "Hombre, ¡qué pasa!", gritaba un hombre, acompañado de su mujer y su hijo pequeño, que se fundía en un abrazo con un colega recién encontrado. El Nafarroa Oinez es un día de reencuentros. "¡Qué tal, señora!, ¿qué vida?".
"La buena, la buena", dialogaban dos mujeres cerca de un puesto de venta de palomitas. ¡Palomitas! Había de todo. Dichosos niños, su zona era maravillosa. Tampoco estaba mal el área escocesa. Allí, a las 11.40 un grupo de escoceses estaban realizando una exhibición de deportes tradicionales. ¿Hay algo más tradicional que tirar piedras? Pues eso es lo que hacían, a ver quién llega más lejos. Como en Braveheart, sólo que sin escoceses. Porque aunque llevaran faldas, había un alemán, un belga, un austriaco... hasta un japonés. ¡Un japonés! Enorme, por cierto. Un dos por dos, fortísimo, lanzando piedras. Nada que ver con la típica imagen del turista japonés chiquitito. "Me gustan los hombres con faldas", recapacitaba Edurne Hernández, tras una breve reflexión. ¿Por qué? "Porque cuando se agachan... les pasa como a Marilyn Monroe", se reía la burladesa, que llevaba desde las 9.30 horas de fiesta.
En esta área, tampoco faltaron las cervezas y los bocatas. Más aún, había un puesto con talos, unas tortas de maíces rellenas de chistorra y panceta que obligaban a almorzarlas. Pero el Oinez es muy grande y hay que explorar más. Rumbo al área tres. La de la juventud. El camino es largo, pero sin problema. Una charanga va animando el recorrido. ¿Todavía sobraban energías? Nada mejor que escalar una pared, instalada con tal propósito para que los niños se cansaran y durmieran como angelitos. Avanzando por el río, más sorpresas. ¡Ovejas! Listas para esquilar, porque en realidad no habían acudido por la fiesta. Más adelante, el castañero. Casi parecía un parque de atracciones.
Miedo daba que apareciera Mickey Mouse de entre unos arbustos. Hasta que se llegaba al área tres. Por fin. ¡Ya son las 12.30 horas! Allí, unos zampanzares recargaban las baterías con unas cervezas y kalimotxos. "Aire sí que anda, ¿eh?, pero bueno, se está bien", gritaba un joven por el móvil, ofreciendo un acertado parte meteorológico. Porque ayer no llovió, tampoco hizo frío. Los termómetros sobrepasaron casi todo el día los 10 grados. Pero hacía mucho aire. No importaba, era la zona joven. Joven y alocada. Así, de repente, debieron empezar a pitar los oídos a la virgen María y a el Señor. Un joven comenzó a blasfemar y a enumerar diversas divinidades porque, algún amigo gracioso, le había atado al tobillo una especie de candado y no podía caminar. Para más inri, mientras intentaba quitárselo, el viento le tiró su cubata. Esquiva fortuna. Camino del área cuatro, entra en juego la lujuria.
A parte de unos animados txistularis, aparecieron un buen número de puestos de venta de banderas, camisetas, bisutería, pañuelos... "Si tuviera dinero...", suspiraba una chica joven mirando una pulsera. Área cuatro. Son las 13 horas. El bastión de la juventud. Cientos de jóvenes, con predominio adolescente, hacen botellón mientras suena el grupo de música Khous. En el suelo se diseminaban por todo el descampado cuadrillas sentadas en corro haciendo botellón. Precisamente, la barra de esta zona estaba más vacía. Era territorio botellón, convertido en arte en el Oinez.
Allí, una cuadrilla daba toques a un balón, alguna que otra pareja aprovechaba para darse el lote y otros simplemente exaltaban su amistad con abrazos, brindis y fotos, directas a Tuenti. En Villava, de nuevo es territorio infantil. Cerca del área cinco, una bailarina del vientre hacía babear a los hombres. "¡Guapa"!, gritaron un par de veces desde el público. Luego nadie quiso subir a bailar con ella cuando pidió voluntarios. También en Villava tenía su stand DIARIO DE NOTICIAS, donde los niños hacían figuras con papel de periódico, pintaban dibujos y diseñaban un periódico gigante.
Muy cerca estaba el área de la ikastola Paz de Ziganda, organizadora del Nafarroa Oinez 2010. Son ya las 2, y como queda mucho por delante, la gente come. Hay de todo. Una madre sostenía cinco bocatas recién comprados en la barra, para toda la tropa. Otras familias hacían picnic en el suelo, con tapers de todo tipo. Otros optaron por el selfservice. Como suele decirse, para gustos los colores y el año que viene, más y mejor.