Donostia. Tres de ellas, dos empleados de mantenimiento del "spa" y uno de limpieza, continúan en observación en el Hospital Donostia, aunque se espera que sean dados de alta a lo largo del día, han indicado fuentes del Servicio Vasco de Salud.
La talasoterapia donostiarra abrió el gimnasio y el restaurante del centro ayer por la tarde y hoy el resto de las instalaciones, ha informado una portavoz.
NUBE TÓXICA Un fuerte olor a cloro era perceptible ayer a primera hora de la mañana en los alrededores del paseo donostiarra de La Concha. La alarma saltó hacia las 8.30 horas, cuando se produjo una emanación tóxica en un depósito de mantenimiento del centro de talasoterapia de La Perla, a orillas de la bahía.
La incorrecta mezcla de dos líquidos desinfectantes (hipoclorito sódico o lejía y ácido sulfúrico) provocó una nube de cloro que intoxicó a 27 personas que en ese momento se encontraban en las instalaciones.
Según los datos aportados por el Departamento vasco de Sanidad, de los 27 intoxicados que necesitaron asistencia sanitaria, catorce fueron evacuados a centros médicos, once de ellos al Hospital Donostia y tres al centro de salud de Ondarreta. Durante la jornada, todos ellos fueron dados de alta, excepto los tres más afectados, que han permanecido esta última noche en observación en el servicio de urgencias del Hospital Donostia, según detalló Osakide-tza.
El gas, muy irritante para las mucosas, les afectó en diferente grado a los ojos y la garganta, lo que provocó su rápida salida de la talasoterapia, junto con otra treintena de personas, entre las que se encontraba el personal del centro.
En el exterior del recinto podía observarse a varias personas en traje de baño y albornoz envueltas en mantas y asistidas por miembros de DYA y Cruz Roja, apoyados por técnicos de Protección Civil y del Gobierno Vasco .
El escape se comunicó de inmediato a la Unidad de Sanidad Ambiental de la Subdirección de Salud Pública de Gipuzkoa, que informó de lo ocurrido al Ayuntamiento de la capital guipuzcoana.
desalojo Tras el desconcierto provocado por la situación, la Er-tzaintza y la Policía local acordonaron los alrededores de La Perla, de manera que los bomberos y las unidades médicas pudieron encauzar la situación, que obligó a cortar el tráfico y el paso de peatones en dirección a Ondarreta hasta las 13.00 horas. Asimismo, los cafés y locales anexos, ubicados en el paseo de La Concha, fueron desalojados para prevenir posibles intoxicaciones entre la clientela.
En un principio, la concejala delegada de Recursos Humanos y Protección Civil, Nekane Burutaran, calculó que la talasoterapia permanecería cerrada "un tiempo largo" hasta restablecer la normalidad. Sin embargo, el gabinete de comunicación de La Perla comunicó que el gimnasio, la cafetería y el restaurante reabrieron sus puertas durante la tarde, mientras que hoy lo harían el circuito de talasoterapia y el centro de salud y estética.
El gerente de las termas, Francis Tamayo, señaló que la situación quedó "absolutamente controlada gracias a la eficacia de todo el mundo" y aclaró que el escape de cloro se debió a "una mala combinación de un proveedor", fruto de "una desgracia humana". "En un depósito de cloro se ha echado otro elemento químico por un error humano durante el trasvase desde un camión cisterna de productos químicos, utilizados para la desinfección del agua. El incidente ha sido mucho más aparatoso de lo que en realidad es, aunque ha habido que salir echando virutas porque es muy tóxico. Ha sido un susto terrible y se ha montado un circo", destacó Tamayo.
tranquilidad El responsable de la infraestructura acuática destacó que, pese al suceso, "hay que estar tranquilos porque no ha pasado nada" y el protocolo desarrollado era el adecuado. "Las piscinas están perfectas, todos los usuarios podrán disfrutar de la mejor talasoterapia del mundo", señaló Tamayo, quien calculó que en el momento de la fuga tóxica originada en el recinto se encontraban trabajando una docena de empleados.
El cercano hotel Niza acogió a algunos de los damnificados, quienes abandonaron el centro con lo puesto sin tiempo de cambiarse ni coger sus pertenencias. El restaurante Narru, enclavado en los bajos del negocio hotelero, se convirtió en otro punto de acogida de los afectados, muchos de ellos envueltos en mantas metálicas ante la escasez de ropa que vestían tras la urgente evacuación. "Hemos salido a tiempo al percibir un poco de olor y avisarnos de lo que pasaba. Tenemos todo metido en las taquillas", expuso a la entrada del establecimiento Raquel Nieva, usuaria habitual del gimnasio.
Esta mujer matizó que, en su caso, las afecciones eran muy leves, dado que la zona en la que ella se encontraba está en la parte superior de la instalación y los daños más evidentes los sufrieron los clientes de las termas, situadas pocos metros por encima del punto del escape.